La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con base en París, Francia, ha elaborado un “Índice para una Vida Mejor”. Este indicador señala que los niveles de felicidad de las personas han disminuido drásticamente entre 2007 y 2012 en los países afectados por la crisis económica.
Por su parte el papa Francisco al abordar el tema de la felicidad en su primera exhortación apostólica titulada Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), publicada esta semana, señala que «el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales».
Ante esta situación, el santo padre se dirige a los fieles cristianos “para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría”, porque “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” y “quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento”.
Aún así, el papa comprende a las personas que “tienden a la tristeza por sufrir graves dificultades” y reconoce que “la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida”, pero les pide que permitan que “la alegría de la fe comience a despertarse, aun en medio de las peores angustias”.
“La tentación aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría”, advierte. Esto suele suceder porque “la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría”, explica.
Además, “cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien”. Reconoce entretanto que “los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente». Y añade que «muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida”.
Por otra parte, el santo padre asegura que “los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse”. También recuerda “la genuina alegría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo”. De maneras variadas, destaca, “esas alegrías beben en la fuente del amor siempre más grande de Dios que se nos manifestó en Jesucristo”.
Pero “hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua”. Y enfatiza que “ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado”.
En este sentido, el antídoto contra la tristeza del papa Francisco es “vivir con alegría las pequeñas cosas de la vida cotidiana”. Y concluye que “el Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría”.