<p>El pasado Jueves Santo el papa Francisco ofició la Misa de la Cena del Señor en la cárcel romana de menores de Casal del Marmo, durante la cual lavó los pies a doce jóvenes allí recluidos, entre ellos dos chicas, una católica y otra musulmana, imitando lo hecho por Jesús con los doce apóstoles.
En su reciente exhortación apostólica titulada Evangelii gaudium (La alegría del evangelio), un texto considerado como la guía de su pontificado y que tendrá «consecuencias importantes» en la vida de la Iglesia, el santo padre retoma este gesto del lavatorio de los pies para explicar como el Señor «ha primereado en el amor».
El pontífice, recordando que Jesús se puso de rodillas ante sus discípulos para lavarlos, explica como el Señor «se involucra e involucra a los suyos». Con este ejemplo, aclara el santo padre, la comunidad evangelizadora experimenta que Él «tomó la iniciativa». Por eso, dice el papa, la Iglesia está llamada a adelantarse, a tomar la iniciativa sin miedo, a salir al encuentro, a buscar a los lejanos y a llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos.
Francisco sueña con una opción misionera «capaz de transformarlo todo”, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan «en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual”.
Ante este reto, la propuesta del pontífice consiste en “avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera”. Así, el santo padre desafía a los católicos pidiéndoles que salgan de la propia “comodidad” y se atrevan a “llegar a todas las periferias” que necesitan la luz del Evangelio, porque los seguidores de Cristo están llamados a acompañar a la humanidad en todos sus procesos, “por más duros y prolongados que sean”.
Ciertamente, advierte el papa, la evangelización “tiene mucho de paciencia”. Pero es “vital” que la Iglesia hoy salga a anunciar la Buena Nueva “a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo”. Es más, insiste el santo padre, la comunidad evangelizadora se tiene que meter con “obras” y “gestos” en la vida cotidiana de los demás, achicar distancias, abajarse “hasta la humillación si es necesario”, y asumir la vida humana, “tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo”. Sin lugar a dudas, concluye el pontífice, la alegría del Evangelio “no puede excluir a nadie”.
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La exhortación apostólica Evangelii Gaudium en píldoras
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