El papa Francisco ha encontrado este sábado a una delegación del Instituto Dignitatis Humanae. En su discurso, el Santo Padre ha denunciado que «en nuestra época, rica de tantas conquistas y esperanzas, no faltan poderes y fuerzas que terminan por producir una cultura del descarte, que tiende a convertirse en mentalidad común».
Para el Pontífice, “las victimas de esa cultura son precisamente los seres humanos más débiles y frágiles – los niños por nacer, los más pobres, los viejos enfermos, los inválidos graves… –, que corren el riesgo de ser ‘descartados’, expulsados por un engranaje que debe ser eficiente a todo precio». La causa de «este falso modelo de hombre y de sociedad», ha explicado el Papa, es «un ateísmo práctico» que niega la Palabra de Dios.
En cambio – ha recordado el Santo Padre – si dejamos que la Palabra de Dios “ponga en discusión nuestras formas de pensar y de actuar, los criterios, las prioridades y las elecciones, entonces las cosas pueden cambiar”. “La fuerza de esta Palabra pone límites a quien quiera volverse hegemónico prevaricando los derechos y la dignidad de los otros. Al mismo tiempo, dona esperanza y consolación a quien no es capaz de defenderse, a quien no dispone de medios intelectuales y prácticos para afirmar el valor del propio sufrimiento, de los propios derechos, de la propia vida”, ha subrayado.
Asimismo, el Pontífice ha señalado que en la Doctrina social de la Iglesia “hay un fruto particularmente significativo del largo camino del Pueblo de Dios en la historia moderna y contemporánea: la defensa de la libertad religiosa, de la vida en todas sus fases, del derecho al trabajo y al trabajo decente, de la familia, de la educación”.
Refiriéndose al propio Instituto Dignitatis Humanae, el Santo Padre ha asegurado que “son bienvenidas” todas las iniciativas que “pretenden ayudar a las personas, a las comunidades y a las instituciones a redescubrir la portada ética y social del principio de la dignidad humana, raíz de libertad y de justicia.
Finalmente, el papa Francisco ha indicado que «es necesaria una obra de sensibilización y de formación, para que los fieles laicos, en cualquier condición, y especialmente aquellos que se comprometen en el campo político, sepan pensar según el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia y actuar coherentemente, dialogando y colaborando con cuantos, con sinceridad y honestidad intelectual, comparten, sino la fe, al menos una visión similar de hombre y de sociedad y sus consecuencias éticas». Y ha concluido diciendo que «no son pocos los no cristianos y los no creyentes convencidos que la persona humana deba ser siempre un fin y jamás un medio”.
El Instituto Dignitatis Humanae es una iniciativa fundada en 2008 por un pequeño grupo de parlamentarios europeos y altos funcionarios católicos. Su principal impulsor, Benjamin Harnwell, era en aquel tiempo jefe de gabinete de Nirj Deva, un representante británico en el Parlamento europeo, presidente del Comité Internacional sobre Dignidad Humana. Harnwell tuvo la idea del Instituto en 2004 después de que el político italiano Rocco Buttiglione fuese forzado a dimitir de la nominación italiana como candidato a la Vicepresidencia de la Comisión Europea por sus puntos de vista sobre la homosexualidad.
Esta entidad tiene como objetivo sostener la dignidad humana fundamentada en la verdad antropológica de que el hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y por eso tiene una innata dignidad de valor infinito que debe ser acogida. La promoción de esta perspectiva se lleva a cabo a través del apoyo a los cristianos en la vida pública, asistiéndoles para que presenten respuestas coherentes y efectivas a los crecientes intentos de silenciar su voz en el espacio público.
(RED/IV)