Los Territorios de Misión son las 1.103 circunscripciones eclesiásticas que dependen de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Representan el 37 por ciento de la Iglesia Universal. En los Territorios de Misión, están actualmente trabajando 62.133 sacerdotes. Cada sacerdote atiende de media 45.874 habitantes. En los territorios en Misión, la Iglesia católica atiende 26.711 instituciones sociales: hospitales, residencias de ancianos, orfanatos, comedores. Además, la Iglesia Universal se encarga de 99.045 instituciones educativas: guarderías, escuelas, universidades, formación profesional.
La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. Lo ha afirmado el papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, explicando que la comunidad evangelizadora «sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos» y utilizando para ello la palabra «primerear» que en la jerga de Buenos Aires significa ser los primeros en realizar algo.
Y la invitación del santo padre es clara: «¡Atrevámonos un poco más a primerear!». Como consecuencia, la Iglesia sabe «involucrarse». El santo padre recuerda que «el Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos» y el mismo Jesús dice a sus discípulos «seréis felices si hacéis esto». Y es por eso que Francisco recuerda que «la comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo». Los evangelizadores, indica Francisco, tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz.
Otra característica que el santo padre da a la comunidad evangelizadora es la de «acompañar». «Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico», afirma.
Además, la comunidad evangelizadora también sabe «fructificar», fiel al don de Señor y está «siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda». Y el santo padre observa que «el sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas».
Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». «Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización», afirma el papa.
Continuando con la línea de lo explicado sobre las comunidades evangelizadoras, Francisco manifiesta su deseo de «que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están».
El pontífice menciona que Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza que no se dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera y que el Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo».
Al respecto, Francisco afirma que «hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga». Por ello, «sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin ‘fidelidad de la Iglesia a la propia vocación’, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo».
El papa Francisco confiesa que sueña «con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación».
Para entender la reforma de estructuras que exige la conversión pastoral, Francisco señala que sólo puede entenderse en este sentido: «procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad».
Analizando la situación de las parroquias, Francisco observa que no son una «estructura caduca» precisamente porque tienen «una gran plasticidad» y pueden «tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad». Además, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». A través de todas sus actividades, «la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización». Pero tenemos que reconocer, advierte el santo padre «que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión».
El papa también se detiene sobre las demás instituciones eclesiales, comunidades de base y pequeñas comunidades, movimientos y otras formas de asociación que «son una riqueza de la Iglesia que el Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes y sectores». Muchas veces, afirma, «aportan un nuevo fervor evangelizador y una capacidad de diálogo con el mundo que renuevan a la Iglesia». Pero al mismo tiempo recuerda que no pueden perder «el contacto con esa realidad tan rica de la parroquia del lugar, y que se integren gustosamente en la pastoral orgánica de la Iglesia particular».
Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Y es por ello, indica el santo padre que «es la Iglesia encarnada en un espacio determinado, provista de todos los medios de salvación dados por Cristo, pero con un rostro local». Por lo tanto, «su alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales». De este modo el santo padre exhorta a las Iglesias particulares a «entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma».
Sobre la función del obispo, el santo padre indica que siempre debe fomentar la comunión misionera en su Iglesia diocesana. Para eso, «a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos».
En relación a este aspecto, Francisco reconoce que dado que está llamado a vivir lo que pide a los demás, también debe pensar en una conversión del papado. Me corresponde, afirma, «como obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización». Por eso recuerda que también «el papado y las estructuras centrales de la Iglesia universal necesitan escuchar el llamado a una conversión pastoral». Del mismo modo señala que el Concilio Vaticano II expresó que, de modo análogo a las antiguas Iglesias patriarcales, las Conferencias episcopales pueden desarrollar una obra múltiple y fecunda, a fin de que el afecto colegial tenga una aplicación concreta. Francisco matiza que este deseo no se realizó plenamente, «por cuanto todavía no se ha explicitado suficientemente un estatuto de las Conferencias episcopales que las conciba como sujetos de atribuciones concretas, incluyendo tamb
ién alguna auténtica autoridad doctrinal»
En este aspecto, el santo padre invita a todos «a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades». Y exhorta a a «aplicar con generosidad y valentía las orientaciones de este documento, sin prohibiciones ni miedos».
La exhortación apostólica Evangelii Gaudium en píldoras
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