«La humildad es necesaria para la fecundidad». Lo ha indicado esta mañana el santo padre en la homilía de Santa Marta. El papa ha afirmado que la intervención de Dios vence la esterilidad de nuestra vida y la hace fecunda. Por tanto, ha advertido sobre la actitud de la soberbia que nos hace estériles.
Para comenzar la homilía Francisco ha recordado que «muchas veces, en la Biblia, encontramos mujeres estériles a las cuáles el Señor da el don de la vida», comentando la lectura del día que habla de Isabel que de estéril tuvo un hijo, Juan. «De la imposibilidad de dar vida viene la vida», ha señalado el santo padre. Y esto, ha continuado, también «ha sucedido a mujeres no estériles», sino que «no tenían esperanza de vida», como Noemí que al final tuvo un nieto: «El Señor interviene en la vida de estas mujeres para decirnos: ‘ Yo soy capaz de dar vida’. También en los profetas está la imagen del desierto, la tierra desierta incapaz de hacer crecer un árbol, un fruto, de hacer germinar algo. ‘Pero el desierto será como un bosque – dicen los profetas – será grande, florecerá’ ¿Pero el desierto puede florecer? Sí. ¿La mujer estéril puede dar vida? Sí. Esa promesa del Señor: ¡Yo puedo! ¡Yo puedo de la sequía, de vuestra sequía, hacer crecer la vida, la salvación! Yo puedo de la aridez hacer crecer los frutos!»
Así, el papa ha afirmado que la salvación es esto: «La intervención de Dios que hace fecundo, que nos da la capacidad de dar vida». Nosotros, ha prevenido, no podemos hacerlo solos. Además, ha continuado el santo padre, «muchos han hecho la prueba de pensar en nuestra capacidad de salvarnos»: «¡También los cristianos eh! Pensemos en los pelagianos, por ejemplo». Todo es gracia. Es la intervención de Dios que nos trae la salvación. Es la intervención de Dios que nos ayuda en el camino de la santidad. Solamente puede Él. ¿Pero por nuestra parte qué hacemos? Primero: reconocer nuestra sequía, nuestra incapacidad de dar vida. Reconocer esto. Segundo, pedir: ‘Señor, yo quiero ser fecundo. Yo quiero que mi vida dé vida, que mi fe sea fecunda y vaya adelante y pueda darla a los otros’. ‘Señor, yo soy estéril, yo no puedo. Tú puedes. Yo soy un desierto: yo no puedo, Tú puedes'».
Esta puede ser la oración de estos días, antes de la Navidad, ha propuesto el santo padre. A continuación ha afirmado que «pensemos en cómo los soberbios, los que creen que pueden hacer todo por sí mismos, se ven afectados».
Para finalizar, el santo padre ha dirigido su pensamiento a Micol, hija de Saúl. Una mujer, «que no era estéril, pero era soberbia y no entendía qué era alabar a Dios», es más, «reía de la alabanza». Y fue «castigada con la esterilidad». «La humildad es necesaria para la fecundidad», ha recordado. «La humildad de decir al Señor: ‘Señor, soy estéril, soy un desierto’ y repetir en estos días esas bonitas antífonas que la Iglesia nos hace rezar: ‘Oh hijo de David, oh Adonai, oh Sabiduría – hoy – oh raíz de Jesse, oh Emmanuel, ven a darnos vida, ven a salvarnos, porque solo Tú puedes, ¡yo solo no puedo!’ Y con esta humildad – ha precisado Francisco – «la humildad del desierto, la humildad de alma estéril, recibir la gracia, la gracia de florecer, de dar fruto y de dar vida».
Traducido y adaptado de Radio Vaticana por Rocío Lancho García