Hace más de dos meses, el naufragio de una embarcación en las inmediaciones de la isla italiana de Lampedusa que provocó 366 muertos dio la vuelta al mundo. Tras el suceso, parte de la comunidad internacional se llevó las manos a la cabeza y prometió medidas para combatir el drama de la inmigración ilegal. Sin embargo, todo parece haber quedado en agua de borrajas.
Así lo demuestra un vídeo difundido estos días por la RAI 2 italiana en el que se vuelve a poner en evidencia el trato vejatorio al que son sometidos los inmigrantes en la isla siciliana.
Ante la insensibilidad de la sociedad actual, el papa Francisco ha clamado reiteradamente contra “la globalización de la indiferencia”. También durante su viaje a Lampedusa el pasado mes de julio.
Pero en su reciente exhortación apostólica Evangelii gaudium, el pontífice da un paso más y recuerda a la comunidad cristiana que «afuera hay una multitud hambrienta». Y «Jesús nos repite sin cansarse: «¡Dadles vosotros de comer!» (Mc 6,37)», subraya.
En este sentido, el santo padre invita a la Iglesia a ser «una madre de corazón abierto» (n. 46-49). «La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre», señala el papa. “Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes”, añade.
Para Francisco, “la Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas”. “Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino”, aclara. “Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad”, insiste el pontífice.
Estas convicciones también tienen consecuencias pastorales, reconoce el santo padre, “que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia”. Porque, a menudo, “nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”.
Además, si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, “debe llegar a todos, sin excepciones”. Pero ¿a quiénes debería privilegiar?, se pregunta el papa. “Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no tienen con qué recompensarte» (Lc 14,14)”, afirma.
Así, el pontífice destaca que “hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio», y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer”. “Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”, prosigue.
Por ese motivo, el santo padre pide que “salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo”. Y repite para toda la Iglesia lo que muchas veces ha dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: “prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”.
El papa Francisco finaliza este apartado de su exhortación asegurando que “si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida”. “Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención”, concluye.
***
La exhortación apostólica Evangelii Gaudium en píldoras
También puede leer:
La alegría del Evangelio, antídoto contra la tristeza individualista
La alegría del Evangelio, novedad para el mundo actual
La alegría del Evangelio, la salida misionera como paradigma de la Iglesia
La alegría del Evangelio, bálsamo para los excluidos
La alegría del Evangelio impulsa a ‘primerear’