El ejército sirio leal al presidente Assad retomó a mediados de mes el control de la ciudad de Maalula, a 50 kilómetros de Damasco, y sigue ganando terreno en toda la disputada región de Qalamun. Esta localidad cristiana, donde se encuentra el monasterio de Santa Tecla y el santuario dedicado a los Santos Sergio y Baco, estaba en manos de las milicias rebeldes desde hace unos cuatro meses.
Tras su reconquista, los militares comprobaron que la devastación sufrida por los lugares de culto cristianos durante el tiempo que la ciudad estuvo ocupada por los terroristas islamistas de Al-Nusra, y que había sido denunciada por el gobierno sirio, era tristemente cierta.
También el patriarca Gregorio III Laham de los católicos de rito griego y el patriarca Juan X Yazigi, de los ortodoxos de rito griego, recorrieron juntos la castigada población, constatando que los radicales se ensañaron con los templos y edificios cristianos, provocando una destrucción injustificable.
«Las cuatro iglesias históricas de Maaloula se vieron afectadas», lamentó el patriarca. «Nuestra iglesia parroquial, dedicada a San Jorge, está acribillada. La cúpula del monasterio fue dañada en dos lugares. Las paredes fueron demolidas por el fuego de cañón. Ciertas partes del convento están en peligro de colapsar y deben ser reconstruidas. Los iconos se encuentran dispersos en el suelo, sucios o robados. Actualmente es completamente inhabitable», prosiguió amargamente. «En el Convento de los Santos Sergio y Baco el histórico altar de origen pagano, convertido en un altar cristiano, el único de este tipo, está roto en dos», detalló. El mismo espectáculo dantesco ofrecen hoy las iglesias de San Elías y Santa Tecla, del Patriarcado greco-ortodoxo.
En una entrevista telefónica con AsiaNews, Gregorio III utilizó una metáfora bíblica para describir la destrucción de los lugares sagrados. «Es el misterio de iniquidad que se ve en lo hecho», «es la devastación del Templo, el misterio de la iniquidad», repitió, aludiendo al relato de la profanación del templo de Jerusalén con ídolos paganos.
«Se ha presentado un espectáculo apocalíptico. Otras iglesias han sido destruidas en Siria, pero nunca he visto ese tipo de cosas. He llorado y traté en vano un momento de soledad para orar. Mi corazón está roto», aseguró el prelado.
Para Su Beatitud, esta devastación es «un crimen organizado» y un «verdadero crimen de guerra». «No hay –indicó el patriarca– ninguna justificación militar al vandalismo. Se tiene la impresión de que se trataba de un vandalismo mandado». «¿Por qué han hecho posiciones atrincheradas con nuestras iglesias?», se preguntó.
Por último, Gregorio III denunció la «criminal indiferencia con la que el mundo occidental, con el falso pretexto de defender la democracia, sigue siendo testigo de este espectáculo de destrucción. Absolutamente se debe evitar que el virus del odio se propague». Y concluyó su declaraciones recordando que todavía no hay noticias de los seis habitantes de Maalula secuestrados, y tampoco de los obispos greco-ortodoxo y sirio-ortodoxo de Aleppo, desaparecidos desde hace más de un año.
Antes de ser arrasada por la guerra civil, en la ciudad de Maalula -que ahora está deshabitada- vivían 5.000 sirios, la gran mayoría cristianos (greco-católicos y greco-ortodoxos). Esta localidad era una meta de peregrinaciones obligada para los turistas que antes de 2011 tuvieron la suerte de visitar el esplendor sirio (Palmira, Alepo, ciudad vieja de Damasco y Crac de los Caballeros, entre otros de sus tesoros). Sus habitantes aún hablan y rezan en arameo, la lengua de Jesucristo.