Dos papas santos: el pontificado de Juan XXIII en números

Francisco canonizará este domingo al Papa que convocó el Concilio Vaticano II

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El 28 de octubre de 1958, contando con 77 años, el cardenal Angelo Giuseppe Roncalli fue elegido Papa ante la sorpresa de todo el mundo a causa de su avanzada edad. Escogió el nombre de Juan, nombre de su padre, del patrón de su pueblo natal y del evangelista de la caridad. En seguida empezó una nueva forma de hacer de Papa, movido por su fe y por su temperamento alegre.

 Juan XXIII supo dotarse de un programa preciso, cargándose de compromisos serios, dotados de grandes y trascendentales consecuencias. No olvidó jamás que el primer papel de un Papa es la oración. Si el mundo católico se extrañó ante el anuncio de la elección del cardenal Roncalli, de quien se había hablado poco antes del Cónclave y del que poco se conocía, más todavía le extrañó a él mismo que ni se había planteado semejante posibilidad. Desde el principio se definía amablemente como «un Papa aprendiz» y decía «dejadme que haga mi noviciado», se acercó sin temor a sus primeras tareas y con su habitual tranquilidad se enfrentó a ellas.

La misma noche de la bendición «urbi et orbi», su secretario le preguntó cuáles eran los primeros problemas de importancia a los que se quería enfrentar, respondió: «Ahora voy a tomar mi Liturgia de las Horas y voy a rezar Vísperas y Completas».

En los dos discursos iniciales del 29 de octubre, en su primer radio-mensaje al mundo y en el del día 4 de noviembre, día de la Coronación, Juan XXIII trazaba cuidadosamente y con aplomo el programa de su Pontificado, realizado después de manera efectiva con mucha paciencia, fuerza y tenacidad. «Queremos sobre todo subrayar con insistencia que Nosotros cargamos en nuestro corazón de una manera muy especial la tarea de pastor de toda la grey. Todas las otras cualidades humanas –la ciencia, el interés y el tacto diplomático, los talentos organizativos y de liderazgo–, pueden ser como ornamentos, acabados y para completar un gobierno pontifical, pero de ninguna manera pueden tomar el lugar suyo. Mas el punto central de todo es el celo, la pasión del «Buen Pastor», listo para cada ardua empresa sagrada, lineal, constante, hasta el sacrificio extremo». Un programa entonces clara e inequívocamente pastoral. Pero también ecuménico y misional, guiado por la conquista de los alejados.

La magnitud y la extraordinaria popularidad del papa Juan proceden en buena parte, también de un inalterable optimismo frente al hombre y frente a toda la Humanidad, sustentado en una inquebrantable y valiente fe, y de un sentido intenso y fuerte de lo Divino, que le permitió ir al encuentro, y establecer los consiguientes contactos, con las iglesias ortodoxas y protestantes, además de con hombres de distinta fe, religión o ideología. 

Tres meses después de su elección, el 25 de enero de 1959, en la Basílica de San Pablo Extramuros, ante la sorpresa de todo el mundo anunció el XXI Concilio Ecuménico –que posteriormente fue llamado Concilio Vaticano II–, el I Sínodo de la Diócesis de Roma y la revisión del Código de Derecho Canónico. Durante su pontificado nombró 37 nuevos cardenales, entre los cuales por primera vez uno de Tanzania, un japonés, un filipino y un mejicano. Fue el primer Papa, desde 1870, que ejerció su ministerio de obispo de Roma visitando personalmente las parroquias de su diócesis.

El 4 de octubre de 1962, una semana antes del Concilio, el papa Juan peregrinó en tren a Loreto y a Asís para orar y hacer orar por el Concilio que se iba a celebrar. Ésta fue la primera salida de un Papa fuera de la región del Lazio desde la incorporación de Roma al Estado Italiano (1870). Todos los medios de comunicación destacaron el hecho. La prensa remarcó los discursos realizados en Loreto y Asís. A lo largo del viaje muchas personas lo recibieron en las estaciones de tren por las que pasaba para dirigirse a su destino. Él hablaba con la gente desde la ventanilla del tren, pero lo más importante era el hecho que se dirigía a las dos zonas de peregrinación para recibir la gracia de Dios en vista al Concilio Ecuménico, el Vaticano II.

El 11 de octubre de 1962 el papa Roncalli abrió el Concilio Vaticano II en San Pedro, indicando la precisa orientación de los objetivos: no se trataba de definir nuevas verdades ni condenar errores, sinó que era necesario renovar la Iglesia para hacerla más santa y capaz de transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos, buscar los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, buscar lo bueno de los nuevos tiempos y establecer diálogo con el mundo moderno centrándose primero «en lo que nos une y no en lo que nos separa».

El 1 de marzo de 1963 su nombre se asociaba al premio internacional Balzan por la paz en reconocimiento de su intensa actividad para evitar los conflictos y su tarea de mostrar a la humanidad los caminos para conseguir la convivencia pacífica. El día 7 del mismo mes recibió en audiencia privada al senador Giovanni Gronchi, presidente general de los premios de la Fundación Internacional Balzan, el cual le comunicó oficialmente la asignación del premio. En esa ocasión pronunció un discurso en francés. Recibió el premio el 10 de mayo.

El 7 de marzo de 1963 recibió en su estudio privado del Vaticano a Alexej Adjubei, yerno del líder soviético Nikita Kruscev, y su esposa Rada. Rada estava emocionada y feliz y dijo al Papa: “Usted tiene las manos grandes y fuertes como los campesinos, igual que mi padre”.

El 11 de abril de 1963, Jueves Santo, el papa Roncalli publicó la Encíclica «Pacem in terris» (Paz en la Tierra), dirigida no sólo a los católicos sinó a «todas las personas de buena voluntad». Dada la situación del momento, fue bien acogida por todo el mundo como expresión del camino para alimentar la esperanza de paz y solidaridad del género humano. Fue guardada en los archivos de las Naciones Unidas, en Nueva York. El papa Juan escribió ocho encíclicas en total: «Pacem in terris»; «Paenitentiam Agere»; «Aeterna Dei Sapientia»; «Mater et Magistra»; «Princeps Pastorum«; «Grata Recordatio«; «Sacerdotii Nostri Primordia«; «Ad Petri Cathedram«.  

El 23 de mayo del mismo año fue anunciada públicamente la enfermedad del Papa y el 3 de junio -después de cuatro años, seis meses y seis días de pontificado- Angelo Giuseppe Roncalli, que había tomado el nombre de Juan XXIII, moría en paz invocando el nombre de Jesús y ofreciendo su vida de acuerdo con las palabras de Jesús: «Que todos sean uno» (Ut unum sint). Una persona que lo conocía bien y le había seguido durante esos pocos años sintetizó muy bien la impresión de todos: «El papa Juan me ha hecho descubrir de una forma nueva y consoladora la paternidad de Dios».

La causa de beatificación fue introducida por Pablo VI en 1965, después de la clausura del Concilio Vaticano II. El Papa Bueno fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de septiembre del 2000, durante el Jubileo, en la misma celebración de la beatificación de Pío IX. En aquella ocasión, el milagro aprobado para su beatificación fue la curación de sor Caterina Cap
itani en 1966.

El beato Angelo Giuseppe Roncalli serán proclamado santo por el papa Francisco el próximo 27 de abril, segundo domingo de Pascua, Fiesta de la Divina Misericordia, en una ceremonia de canonizaciones que se celebrará en la plaza de San Pedro del Vaticano y a la que se espera que acudan cientos de miles de personas.

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Iván de Vargas

Profesional de la comunicación con más de 15 años de experiencia en la información religiosa. A lo largo de su dilatada trayectoria, ha desempeñado diferentes responsabilidades: delegado diocesano de Medios de Comunicación Social de Córdoba y director de la Revista Primer Día; director de comunicación de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM); redactor jefe del Semanario Alba, y responsable de comunicación de María Visión España, donde ha dirigido y presentado diferentes programas de TV. Asimismo, ha sido colaborador de diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales (Cadena Cope, Popular TV, Intereconomía TV, Radio Intereconomía, La Nación, Trámite Parlamentario y Municipal, Radio Inter, Radio María, Semanario Alfa y Omega, Avvenire, etc.). En este tiempo, ha estado especialmente vinculado a la cobertura informativa de las actividades del Papa y la Santa Sede. Actualmente es redactor de la agencia ZENIT. También es miembro fundador de Crónica Blanca y socio de la Unión Católica de Informadores y Periodistas de España (UCIP-E).

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