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Celebré el Triduo Pascual en Nueva Palestina y Frontera Corozal, comunidades tseltal y ch’ol, a más de siete horas de la sede episcopal. En la primera, desde hace unos años hubo un distanciamiento entre dos grupos católicos, los de la iglesia de Guadalupe, en el centro del lugar, y los de las otras iglesias: Sagrado Corazón, Cristo Rey, Santo Domingo, San Pedro y San Miguel. Todo empezó porque los de Guadalupe invitaron a un coro no coordinado de Chilón, con cantos de tinte carismático, que no les parecieron a los demás. Se hicieron agravios entre ambos grupos y se radicalizaron las posturas. Los de Guadalupe ya no querían pertenecer a su parroquia, sino ser atendidos por otra. En una ocasión en que estuve allá tratando de resolver la división, unas mujeres de Guadalupe me amenazaron con no dejarme salir del templo y del pueblo, si no aceptaba sus condiciones, a las que no podía acceder. Hicimos varios intentos de resolver el conflicto, con ayuda de la Vicaría de Justicia y Paz. Después de varias propuestas, se empezó a destrabar el asunto con el cambio de líderes en Guadalupe.
Les propuse ir a celebrar el Triduo Sacro participando ambos grupos. Aceptaron y prepararon todo, distribuyéndose los servicios litúrgicos y aportando todos algo para compartir juntos los alimentos. El Jueves Santo, celebré en la iglesia del Sagrado Corazón y llegaron en solemne procesión los de Guadalupe, con su Crucifijo, la imagen de la Virgen, tambores, flautas, coros, banderas, incienso, velas y mucha gente. En la Vigilia Pascual, los de las cinco capillas llegaron a Guadalupe, para celebrar juntos la Pascua. No hubo reproches ni estridencias. No fue necesario firmar documentos, acuerdos, compromisos; todo se desarrolló en paz y armonía, en un reencuentro sereno y gozoso de familia, como si nada hubiera pasado. Desde hacía meses no llovía, y antes de la celebración, Dios manifestó su complacencia con una sabrosa lluvia, que nos refrescó y alentó la nueva vida también en los campos. El domingo de Resurrección, desde la iglesia de Guadalupe, todos peregrinamos hacia la iglesia de Cristo Rey, donde culminamos estas fiestas compartiendo la Eucaristía y los alimentos con una convivencia que es fruto del Espíritu. Una suave brisa, como la de Elías en el Sinaí, nos refrescaba del fuerte calor. Algo semejante vivimos en Frontera Corozal, donde hace años había también diferencias entre los de la iglesia del Señor de Tila y los del barrio de Guadalupe; ahora celebré en ambas partes y todos participaron en las dos iglesias, sin resentimientos.
Sucedió otro milagro: Hablaron conmigo los líderes de los Bienes Comunales Zona Lacandona, para informarme que decidieron no pedir más a los gobiernos federal y estatal el desalojo y la reubicación de unas comunidades de Montes Azules, asentadas ilegalmente en territorio lacandón desde hace más de treinta años, porque se consideran hermanos indígenas y no quieren dañarse entre sí. Antes, pedían lo contrario, y con nuestros agentes de pastoral tratamos de velar por los derechos de los otros. Ahora dicen que el problema son instituciones gubernamentales, asociadas con empresarios, las que insisten en el desalojo, por intereses económicos, que disfrazan de ecoturísticos y de protección ambiental. Piden mi intervención ante esas instancias, para que ya no intenten desalojar a aquellas comunidades, sino que puedan vivir en paz en ese territorio. Esto es acción del Espíritu, que esperamos sea una resurrección de paz y armonía social entre los indígenas.
PENSAR
El Papa Francisco, en su mensaje de Pascua, ha dicho: “En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte. La Buena Nueva es salir de sí mismo para ir al encuentro del otro, estar al lado de los heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al excluido. El amor es más fuerte, el amor da vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto” (20-IV-2014).
ACTUAR
Sigamos buscando caminos para que se logre la misma reconciliación en las comunidades donde todavía hay divisiones entre los mismos creyentes. Que el Espíritu nos conceda ser puentes de unidad. Eso es Pascua de resurrección.