San Luis María Grignon de Montfort

«Maestro de la espiritualidad mariana, autor de textos dedicados a la Virgen halló refugio en su maternal regazo ante las numerosas pruebas que sufrió. Dejó puestos los pilares de la Compañía de María y de las Hijas de la Sabiduría»

Share this Entry

Nació el 31 de enero de 1673 en Montfort, Francia. Era el mayor de dieciocho hermanos. Entre ellos hubo tres sacerdotes y tres religiosas; otro falleció en la infancia. Aunque de fuerte complexión y fortaleza física, gran habilidad, así como cualidades para el arte (dibujo y pintura) y la literatura –todo lo cual merecía el respeto de sus amigos–, Luís era tímido; le agradaba la soledad. Se curtía orando ante la Eucaristía y frente a la imagen de María. Su padre era un abogado de carácter agrio e irascible que volcaba especialmente en su primogénito hostigándole e incitándole a la ira. Como el joven tenía también su temperamento, y seguramente un viso cercano al despotismo y a la arrogancia como su progenitor –según han afirmado estudiosos de su vida–, para evitar conflictos con él actuaba como Teresa de Lisieux: hacía de la huída su victoria. Al optar por esta vía se adiestraba en la forma de morir a sí mismo indicada por Cristo y caminaba firmemente hacia la santidad.

Fue domando sus tendencias y aprendió a ser paciente y amable. Ello le predispuso para saber afrontar evangélicamente numerosas pruebas que salpicaron su acontecer: incomprensiones, persecuciones e insultos cargados de hiel. Pronto se refugió en María para que acogiese en su regazo maternal las penas que le ahogaban. Ella le confería paz. «Soy todo tuyo ¡oh María!, y todo cuanto tengo, tuyo es», escribiría en una de sus extraordinarias obras.

Siendo adolescente acudía por la mañana temprano a misa sin reparar en la notable distancia que había entre el templo y su domicilio. Cursó estudios con los jesuitas de Rennes y mantuvo la costumbre de acudir a la iglesia visitándola antes y después de salir de clase. Todo ello aconteció en la etapa crucial de los 11 a los 19 años, que de algún modo marca el devenir. Era externo; vivía con su tío sacerdote Alain Robert. En ese periodo tuvo una experiencia de Dios que dio un vuelco a su vida y que le llevó a centrarse en la oración y en la penitencia. Ante todo, buscaba su transformación interior. Por eso aprovechaba las vacaciones uniéndose a un grupo de jóvenes que atendían a pobres y enfermos incurables liderados por Julien Bellier, un sacerdote con gran impronta apostólica. Allí comenzó a impartir catequesis y a intensificarse su devoción a María. Fue el umbral de una de sus líneas características: la búsqueda de la Sabiduría.

A los 20 años inició estudios eclesiásticos en el seminario san Sulpicio de París. Su familia atravesaba serios problemas económicos y aunque tenía benefactores malvivió en el alojamiento que le asignaron fuera del seminario porque no podía procurarse otro mejor. Al morir el director de la comunidad se acogió a otra con mayores carencias. Padeció hambre y frío tales que enfermó seriamente. Permaneció un tiempo en el hospital debatiéndose entre la vida y la muerte y al recobrar la salud ingresó en el seminario de san Sulpicio. Sus gestos no pasaron desapercibidos: velaba a moribundos para obtener algo de dinero, se manifestaba en las calles contra los que publicaban textos poco edificantes o entonaban canciones profanas, organizaba colectas en el seminario para ayuda de los necesitados, etc. Eran formas consideradas poco ortodoxas por muchos de su entorno y no causaban buena impresión precisamente. A ello se unían las críticas contra su criterio juzgado como severo en no pocas ocasiones. Luís iba conquistando la santidad a fuerza de oración, penitencia y estudio.

Fue ordenado en 1700. Y los dieciséis años de sacerdocio vinieron cargados de dificultades para él, entre otras cosas, porque no se entendía su inquietud y nula conformidad con ciertas costumbres eclesiásticas. En 1703 aún no tenía claro si debía orientarse al auxilio de los pobres o a la predicación. Entonces ya vivía en París y meditaba sobre la cruz de Cristo en el minúsculo espacio que había en el hueco de la escalera de un modesto local. En 1704 estuvo centrado en las misiones en Poitiers en medio de incomprensiones hasta el punto de que el obispo le despidió de la diócesis. Fueron años de incertidumbre y soledad, de muchos recelos acumulados tras de sí a su pesar, de ver cómo se cerraban puertas que había ido abriendo. No sabía a quien acudir, hasta que en 1706 tomó la decisión de viajar a Roma. Fue con la esperanza de que el Santo Padre marcase el rumbo que debía seguir. Y Clemente XI en el transcurso de una audiencia ratificó la labor que había venido realizando, esa que otros no acogieron bien, encomendándole la evangelización de las campiñas de Francia en comunión con los obispos. Partió de allí con el título de «misionero apostólico» que el pontífice le confirió.

Durante cinco años evangelizó de forma incansable el país llegando hasta Bretaña. Animaba las misiones con cánticos y ponía signos externos que recordarían la labor llevada a cabo. Señalizaba los lugares con cruces, a veces erigía calvarios y hacía que cobrasen realce cofradías que estaban en decadencia. Después de una corta experiencia vinculado a unos misioneros que actuaban bajo la dirección del padre Leuduger lanzó las redes a laicos y otros presbíteros de distintas órdenes interesados en colaborar con él. En medio de las dificultades que prosiguieron, casi al final de sus días puso las bases de dos congregaciones religiosas: la Compañía de María y las Hijas de la Sabiduría; se materializaron cuando ya había fallecido. Además, restauró templos dedicados a María, y luchó contra el jansenismo arrebatando numerosas conversiones. Fue un insigne escritor de textos marianos. El 28 de abril de 1716 falleció a consecuencia de una pulmonía en Saint-Laurent-sur-Sèvre. León XIII lo beatificó el 22 de enero de 1888. Pío XII lo canonizó el 20 de julio de 1947. En 1942 se halló su manuscrito Tratado de la verdadera devoción a María que ha conferido a este santo fama universal.

Share this Entry

Isabel Orellana Vilches

Isabel Orellana Vilches Misionera idente. Doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona con la tesis Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana. Ha cursado estudios de teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Con amplia actividad docente desde 1986, ha publicado libros como: Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana, Universitat Autònoma de Barcelona, 1993; El evangelio habla a los jóvenes, Atenas, Madrid, 1997; Qué es... LA TOLERANCIA, Paulinas, Madrid, 1999; Pedagogía del dolor. Ensayo antropológico, Palabra, Madrid, 1999; En colaboración con Enrique Rivera de Ventosa (†) OFM. Cap. San Francisco de Asís y Fernando Rielo: Convergencias. Respuestas desde la fe a los interrogantes del hombre de hoy, Universidad Pontificia, Salamanca, 2001; La "mirada" del cine. Recursos didácticos del séptimo arte. Librería Cervantes, Salamanca, 2001; Paradojas de la convivencia, San Pablo, Madrid, 2002; En la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, ha publicado: La confianza. El arte de amar, 2002; Educar para la responsabilidad, 2003; Apuntes de ética en Karl R. Popper, 2003; De soledades y comunicación, 2005; Yo educo; tú respondes, 2008; Humanismo y fe en un crisol de culturas, 2008; Repensar lo cotidiano, 2008; Convivir: un constante desafío, 2009; La lógica del amor, 2010; El dolor del amor. Apuntes sobre la enfermedad y el dolor en relación con la virtud heroica, el martirio y la vida santa. Seminario Diocesano de Málaga, 2006 y Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador (2007). Cuenta con numerosas colaboraciones en obras colectivas, así como relatos, cuentos, fábula y novela juvenil, además de artículos de temática científica, pedagógica y espiritual, que viene publicando en distintas revistas nacionales e internacionales. En 2012 culminó el santoral Llamados a ser santos y poco más tarde Epopeyas de amor prologado por mons. Fernando Sebastián. Es la biógrafa oficial del fundador de su familia espiritual, autora de Fernando Rielo Pardal. Fundador de los Misioneros Identes, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2009. Culmina la biografía completa. Tiene a su cargo el santoral de ZENIT desde noviembre de 2012.

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación

@media only screen and (max-width: 600px) { .printfriendly { display: none !important; } }