Banderas de Argentina, de Estados Unidos, de Italia, de Croacia y de muchas otras naciones, ondeaban esta mañana ante la llegada del Santo Padre a la audiencia general en la plaza de San Pedro. Mientras la banda de música hacía sonar los instrumentos, globos amarillos y blancos daban colorido a la plaza durante la media hora que Francisco ha pasado a saludar a los fieles desde el jeep descubierto.
Los niños pequeños, como es habitual, en brazos de los hombres de seguridad era acercados hasta el papamóvil para recibir la bendición y el beso del Santo Padre. Familias, jóvenes, enfermos, ancianos, niños, religiosas y sacerdotes; los miles de fieles venidos de todas partes del mundo agitaban sus manos con entusiasmo mientras los flashes de las móviles, tablets y cámaras de fotos inmortalizaban el paso del Pontífice junto a ellos.
En la catequesis de esta mañana, el Papa ha continuado con la serie sobre los dones del Espíritu Santo. Hoy se ha centrado en la piedad. En el resumen de la catequesis hecho por Francisco en español, ha dicho:
«Queridos hermanos y hermanas: En la catequesis de hoy mencioné el don de la piedad. Esta palabra, piedad, no tiene aquí el sentido superficial con que a veces la utilizamos: tener lástima de alguien. No, no tiene ese sentido. La piedad, como don del Espíritu Santo, se refiere más bien a nuestra relación con Dios, al auténtico espíritu religioso de confianza filial, que nos permite rezar y darle culto con amor y sencillez, como un hijo que habla con su padre. Es sinónimo de amistad con Dios, esa amistad en la que nos introdujo Jesús, y que cambia nuestra vida y nos llena el alma de alegría y de paz. Este es el don del Espíritu Santo, que nos lleva a vivir como verdaderos hijos de Dios, nos lleva también a amar al prójimo y a reconocer en él a un hermano. En este sentido, la piedad incluye la capacidad de alegrarnos con los que están alegres y de llorar con quien llora, de acercarnos a quien se encuentra solo o angustiado, de corregir al que yerra, de consolar al afligido, de atender y socorrer a quien pasa necesidad. Pidamos al Señor que este don de su Espíritu venza nuestros miedos y nuestras dudas, y nos convierta en testigos valerosos del Evangelio».
A continuación ha saludado cordialmente «a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Guatemala, República Dominicana y otros países latinoamericanos. Que el Corazón de Jesús, al que está dedicado especialmente el mes de junio, nos enseñe a amar a Dios como hijos y al prójimo como hermanos».
Tras los resúmenes realizados en las distintas lenguas, el Papa ha dirigido un saludo especial a los enfermos, los jóvenes y a los parejas de recién casados. «Nos estamos preparando a la solemnidad de Pentecostés: queridos jóvenes, os invito a dar espacio a la iniciativa del Espíritu de Dios en vuestra vida; queridos enfermos, el Espíritu Santo os conceda en abundancia los dones de la fortaleza y de la piedad; y vosotros, queridos recién casados, particularmente los participantes al Congreso promovido del Movimiento de los Focolares, invocadlo a menudo en vuestra vida conyugal», ha pedido el Pontífice.
Tras la oración del Padre Nuestro y la bendición final, el Santo Padre pasa a saludar a los presentes. Primero a los obispos presentes en el Sagrato, después baja de nuevo hasta la plaza y se detiene con los enfermos y fieles de las primeras filas.