El Papa Francisco ha recibido este martes por la mañana en audiencia, a los miembros del Consejo Superior de la Magistratura de Italia, a los que ha expresado su estima por la actividad que desempeñan »finalizada -ha dicho- al buen funcionamiento de un sector vital de la convivencia social».
También se ha excusado con ellos por no haberlos recibido el pasado lunes 9 de junio –cuando estaba fijado el encuentro– ya que como ha explicado él mismo: “A media mañana me encontré mal, me subió la fiebre y tuve que anular todas las citas. Lo siento».
Lo indicó el Vatican Information Service, precisando que el aspecto ético del trabajo de magistrado ha sido el primer punto del breve discurso del Santo Padre, que ha puesto de relieve como en todos los países las normas jurídicas »están destinadas a tutelar su libertad e independencia para que pueda cumplir con las necesarias garantías su importante y delicada tarea…respondiendo adecuadamente al encargo que la sociedad les confía y manteniendo una imparcialidad irrebatible».
La independencia del magistrado y su objetividad de juicio »requieren –ha proseguido– una aplicación atenta y puntual de las leyes vigentes. La certeza del derecho y el equilibrio de los diversos poderes de una sociedad democrática encuentran su síntesis en el principio de legalidad, en nombre del cual el magistrado actúa. Del juez dependen decisiones que repercuten no solamente en los derechos y los benes de los ciudadanos, sino que atañen a su misma existencia».
El Papa ha citado algunas de las cualidades intelectuales, psicológicas y morales que debe poseer cualquier representante de la magistratura y que den garantía de fiabilidad, destacando entre ellas de forma específica la prudencia, que »no es una virtud para quedarse quieto, para decir : ‘Yo soy prudente y me paro.» ‘¡No!. Es una virtud de gobierno, para sacar adelante las cosas, la virtud que lleva a sopesar con serenidad las razones de derecho y de hecho que deben estar en la base del juicio. Se tendrá más prudencia cuando se posea un equilibrio interior, capaz de dominar el influjo derivado del carácter propio, del propio punto de vista, de las propias convicciones ideológicas».
La sociedad italiana espera mucho de la magistratura, ha señalado el Pontífice, sobre todo en un contexto como el actual »caracterizado, entre otras cosas, por la aridez progresiva del patrimonio de valores y de la evolución de las estructuras democráticas». Y ha exhortado a los magistrados a »no decepcionar las legítimas expectativas de la gente» y a esforzarse siempre en ser »un ejemplo de integridad moral para toda la sociedad».
Por último ha recordado la figura de dos magistrados ilustres, la de Vittorio Bachelet, que estuvo al frente del Consejo Superior de la Magistratura en tiempos muy difíciles, víctima del terrorismo durante los llamados »años de plomo» y la del joven juez, Rosario Livatino, asesinado por la Mafia y cuya causa de beatificación está en curso.
»Ofrecieron -ha concluido- un testimonio ejemplar del estilo propio del fiel laico cristiano; leal a las instituciones, abierto al diálogo, firme y valiente cuando se trata de defender la justicia y la persona humana».