Los jesuitas han celebrado en 2013 y en lo que va de 2014 dos conmemoraciones notables de su historia: el 125 aniversario de la canonización del misionero catalán san Pedro Claver, que dedicó su vida a los esclavos negros en la Colombia colonial española del siglo XVII, y el bicentenario de la restauración de la Compañía después del período en que estuvo disuelta (1773-1814).
San Pedro Claver tiene una actualidad perenne porque es un ejemplo de cristiano solidario, de vida comprometida en la ayuda y la liberación de los más débiles. El teólogo Josep Maria Rovira Belloso, significativamente, menciona Pedro Claver en un escrito académico dedicado a santo Tomás de Aquino. Dice que, además de la perfección formal y lógica, el saber teológico tiene una dimensión práctica que impulsa hacia los demás y especialmente hacia los pobres y marginados. Este es un concepto que va más allá del trabajo teológico académico, si se quiere decir así, pero que da a la teología una necesaria tensión hacia el Reino de Dios proclamado por Jesucristo, que debe manifestarse en la atención a los más pobres y débiles de cada sociedad. El doctor Rovira Belloso escribe con toda razón: «Se recuerda aquí a san Pedro Claver acercándose a los esclavos para darles calor material y vida. La teología tiene ciertamente una dimensión veritativa, pero también incluye la vertiente de la realización práctica, como ha sido afirmado por santo Tomás de Aquino».
Esta dimensión samaritana de la fe y de la teología brilló en san Pedro Claver, nacido en Verdú (Urgell) el año 1580. Siendo ya clérigo del obispado de Vic, entró en la Compañía de Jesús en 1602 en el noviciado de Tarragona. Cursó las humanidades clásicas en Girona y la filosofía en Mallorca, donde entró en contacto con un santo jesuita famoso, todo bondad, sabiduría y humildad, Alfonso Rodríguez, portero del Colegio de Montesión, que sería canonizado el mismo día que el hijo de Verdú por León XIII en 1888. Pedro Claver también fue ciudadano de Barcelona como estudiante de teología de 1608 a 1610.
Marchó hacia las misiones del Nuevo Mundo y durante 40 años vivió en Cartagena de Indias, en Colombia, dedicado totalmente a los esclavos negros que eran llevados desde África, a los que sirvió de manera abnegada, en un extraordinario ejercicio de solidaridad con ellos. Está considerado un verdadero precursor de la defensa de los derechos humanos antes de que fueran llamados así. Trabajó para superar las dificultades que algunos grupos de la sociedad colonial planteaba a su misión de ser esclavo de los esclavos negros: es un texto que se conserva escrito de su puño y letra: «Petrus Claver aetíopum semper servus» («Pedro Claver esclavo para siempre de los etíopes «, que era como se denominaba a los negros).
Murió en Cartagena de Indias el 8 de septiembre de 1654 y actualmente este santo catalán es el patrón de Colombia y, sobre todo, es un ejemplo eminente de la dimensión liberadora y solidaria de la fe. Se cumplió en él lo que escribió al final de su partida de bautismo el sacerdote de Verdú: «Dios lo haga buen cristiano».