Los exorcistas “en el particular ministerio ejercitado, en comunión con los propios obispos” manifiesten “el amor y la acogida de la Iglesia hacia los que sufren a causa de la obra del maligno”.
Este es el mensaje que e santo padre Francisco ha enviado al padre Francesco Bamonte, presidente de la Asociación Internacional de Exorcistas (Aie), que en estos días han celebrado en Roma su primer Congreso después del reconocimiento jurídico por parte de la Congregación para el Clero, el pasado mes de junio.
En el curso han participado 300 exorcistas de todo el mundo y han abordado en particular la difusión y consecuencias del ocultismo, satanismo y esoterismo.
El psiquiatra Valer Cascioli, portavoz oficial de la Asociación ha explicado en una entrevista en Radio Vaticano que el número de personas que se realizan a estas prácticas con graves daños sociales, psicológicos, espirituales y morales, está en constante aumento” y como consecuencia hay “un aumento de la actividad demoníaca extraordinaria, de forma particular el acoso, las obsesiones y sobre todo posesiones diabólicas”.
Además, explica en la entrevista que “vivimos en un momento histórico particularmente crítico, donde las prisas, la superficialidad, el individualismo exasperado, la securalización, parecen casi dominar nuestra sociedad”. El portavoz de la asociación explica que esto se debe claramente a la acción directa del enemigo de Dios, al debilitamiento de la fe, la falta de valores y al relativismo cultural.
Por otro lado, el psiquiatra advierte que a veces se infravaloran los riesgos de estas prácticas, y señala entre las causas la continua proliferación de mensajes mediáticos, libros, programas de televisión, programas de cine, que de alguna manera en la estela del sensacionalismo y del espectáculo incentivan, sobre todo a las nuevas generaciones, a ocuparse del ocultismo, el satanismo, y a veces practicarlo.
Finalmente subraya que la astucia del diablo es precisamente hacernos creer que no existe y precisa que un cierto laicismo difundido en nuestra sociedad ayuda a esta astucia del demonio. Además, observa que les impresiona mucho la incidencia que tienen estos fenómenos en la actividad demoníaca extraordinaria sobre todo en las jóvenes generaciones y también en las familias.
Y concluye: “sabemos que el que divide –el diablo– no solamente nos separa de Dios, sino que separa a las personas, las familias; separa además también de la realidad, porque a veces tenemos situaciones de alienación, también mental, que son secundarias a la actividad demoníaca extraordinaria”.
La Asociación Internacional de Exorcistas fue fundada por uno de los exorcistas más conocidosa nivel internacional, el padre Gabriele Amorth. La idea de reunir a los exorcistas en una asociación surgió del padre Amorth en la década de los 80, para poder compartir experiencias y reflexiones y ayudar de una forma más concreta y eficaz a las personas que recurrían a ellos.
Así, en 1991 nació la Asociación italiana de exorcistas. En 1993, el padre Amorth y otros exorcistas italianos participaron en un congreso organizado por el exorcista francés René Chenessau y el teólogo René Laurentin. La experiencia fue positiva y se repitió en 1994 en la localidad italiana de Ariccia, donde se decidió dar continuidad a estos encuentros internacionales, de forma bienal. El padre Amorth fue elegido presidente. En el año 2000 dimitió y propuso como sucesor a don Giancarlo Gramolazzo, quien estuvo a la guía durante tres mandatos sucesivos. Al fallecer Gramolazzo en el 2010, asumió el capuchino Cipriano de Meo, hasta el 2012, cuando le sustituyó el padre Francesco Bamonte, exorcista de la diócesis de Roma. Hoy la Asociación cuenta con 250 exorcistas de 30 países diferentes.
El pasado mes de julio, con la aprobación de la Aie por parte de la Santa Sede, Bamonte declaró en el Osservatore Romano que la noticia era “motivo de alegría, no solo para los asociados, sino también para toda la Iglesia”. En esa misma ocasión indicó que también “el exorcismo es una forma de caridad, en beneficio de personas que sufren; esto entra, sin duda, entre las obras de misericordia corporal y espiritual”.