María Elena Vilches, ecuatoriana, pertenece al Movimiento desde hace más de 20 años, al principio en la Juventud Femenina y más adelante como miembro de la Familia de Schoenstatt de Guayaquil. Desde marzo de 2012 ha trabajado en la Oficina de Comunicaciones 2014 en Schoenstatt, Alemania, en la preparación de las celebraciones jubilares.
Sábado fue la Audiencia con el Santo Padre. Domingo la Santa Misa en la Basílica de San Pedro. ¿Cómo se siente?
— Fue una gran experiencia con sensaciones difíciles de explicar. Sentí realmente que Schoenstatt tiene muchas respuestas que ofrecer a la Iglesia y a la sociedad actual y que el Papa cuenta con nosotros como Movimiento para salir a las calles y evangelizar el mundo con nuestro ejemplo. Siento que las experiencias de este fin de semana son un verdadero llamado a una mayor actividad apostólica y a una transformación interior profunda.
¿Qué idea – impulso – se lleva a casa del encuentro con el Papa?
— El Papa nos llamó a fortalecer los vínculos en una sociedad que es reacia al compromiso y donde todo es temporal. Su petición de vivir una cultura del encuentro – una cultura de Alianza, es lo que llevo conmigo y lo que quiero tratar de vivir en el día a día.
¿Desde cuando participa usted del Movimiento de Schoenstatt?
— Llegué al Movimiento de Schoenstatt a los 16 años, cuando aún estudiaba en el colegio.
¿De qué manera concreta vive usted la espiritualidad de Schoenstatt?
— La espiritualidad de Schoenstatt se trata principalmente de alcanzar la santidad a través de las pequeñas cosas en la vida diaria. Es decir, todos pueden ser santos y no es necesario hacer grandes acciones. Se trata simplemente de poner todo nuestro esfuerzo en hacer las cosas lo mejor posible. Así vivo yo la espiritualidad de Schoenstatt. Tratando cada día de marcar una diferencia mediante mi actuar. Ser yo mismo pero de la mejor manera posible. Haciendo de cada esfuerzo y cada sufrimiento algo bueno regalándoselo a María como regalo para otros.
¿Como pueden las familias ser más misioneras (apostólicas) hoy en día? Schoenstatt es un Movimiento apostólico…
— La primera misión debe ser en el hogar. En la educación de los hijos, los padres tienen la misión más grande de todas. Pero la mejor manera en la que una familia puede ser misionera hoy, es a través del ejemplo. El Papa Francisco nos lo dijo en la audiencia que tuvimos el 25 de octubre. Tenemos que ser ejemplo. Las palabras no bastan. No tenemos que tratar de convencer a los demás. Simplemente hacerlos querer lo que tenemos mediante nuestro actuar. Y bajo ninguna circunstancia juzgar a los demás.
¿Qué significa para usted la internacionalidad de Schoenstatt?
— Dios nos creó a todos diferentes. El mundo está lleno de personalidades, culturas y colores distintos. Schoenstatt quiere llevar a Dios y María a todas partes y ser un movimiento misionero. Parte de esta misión es aceptarnos unos a otros y dejarnos enriquecer y complementar. Si a Dios le gusta la diversidad, entonces a nosotros también.
Parte de la misión de nuestro movimiento es un trabajo de educación en nosotros mismos. La relación con el otro es parte fundamental de este proceso. En este sentido es indescriptible lo que podemos aprender de nuestros amigos de otras culturas y países. Podemos pensar en la internacionalidad de Schoenstatt también cuando vemos que a pesar de vivir los mismos principios y espiritualidad, cada uno lo hace desde sus propias raíces, costumbres y tradiciones.
¿Cuál cree usted que es el mayor reto para Schoenstatt hoy en día?
— Creo que el desafío más grande al que se enfrenta Schoenstatt hoy en día es el poder llevar a cabo la misión que se le ha encomendado en un mundo cada vez más falto de Dios. Cada día es más y más difícil hacer presente a Dios en el actuar de las personas. Las palabras ya no alcanzan, por lo que es necesario transformar mediante los actos. Esto hace la evangelización más difícil ya que nosotros mismos podemos caer en lo que buscamos evitar.
¿Qué frutos espera usted ver después de este jubileo, especialmente después de la audiencia con el Santo Padre?
— Espero que la internacionalidad de Schoenstatt siga creciendo y se haga cada vez un elemento más central de nuestro carisma. Que cada vez podamos conectar de forma más eficiente todas las culturas y naciones de nuestro movimiento para poder crecer más y mejor con y en los demás.
Del encuentro con el Santo Padre, espero que sirva como puente hacia una nueva relación de Schoenstatt con la Iglesia. Que nos permita entregarnos mejor a su servicio y que el Santo Padre sepa que puede contar con nosotros para lo que necesite.