La Oficina de Prensa del Vaticano ha difundido este sábado la declaración del arzobispo Silvano M. Tomasi, representante permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas y otras Organizaciones Internacionales en Ginebra, en la 8ª Conferencia de los Estados Parte en el Protocolo V de la Convención sobre Prohibiciones o Restricciones del Empleo de Ciertas Armas Convencionales que puedan considerarse excesivamente nocivas o de efectos indiscriminados (CCW). En el texto, Mons. Tomasi señala que «las guerras y los conflictos armados son siempre un fracaso de la política y de la humanidad». Además, «cuando la comunidad internacional no logra mantener la paz, no debe aceptar un segundo fracaso».
En esta línea, el arzobispo recuerda que «la Convención y sus Protocolos, incluyendo el Protocolo V, están destinados a ser una parte importante de la estructura del derecho internacional humanitario, que no es un fin en sí mismo sino un medio para proteger a los civiles en los conflictos armados». Asimismo, destaca que «el Protocolo V es un modesto intento de evitar que personas inocentes se conviertan en víctimas una vez que el conflicto ha terminado». «Su cumplimiento no es sólo una obligación legal. Es ante todo un deber moral para con el pueblo y un deber político para restablecer la paz», añade.
En aras de la credibilidad, y de mantener la puerta abierta para la negociación y la adopción de otros instrumentos en el futuro, Mons. Tomasi indica que «es responsabilidad de todos los Estados Parte tomar en serio la aplicación de este instrumento, tanto en su dimensión preventiva, así como en su dimensión correctiva». «Los muchos conflictos recientes en el Medio Oriente, África, África del Norte, Europa, nos recuerdan nuestras responsabilidades con respecto a los restos explosivos de guerra y a los artefactos abandonados», enfatiza. También apunta que «hay que tener en cuenta que la mayoría de los países en conflicto son países en los que no siempre tienen los medios suficientes para superar sus consecuencias».
Por último, el observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas cree que debería existir una mayor colaboración entre los Estados, las organizaciones internacionales y las organizaciones no gubernamentales, para prevenir y remediar los daños causados por los restos explosivos de guerra.