En ocasión de la fiesta de Santa Lucía, el santo padre Francisco recibió este sábado en el Vaticano en audiencia al Consejo Nacional de la Unión Italiana de los Ciegos y con discapacidad visiva.
El Papa indicó que si bien la asociación que le vista no es confesional, eligieron el día se Santa Lucía, confirmando que para ellos “la tradición conserva un cierto significado”.
El Santo Padre por ello indicó algunos valores humanos que Santa Lucía sugiere: valores humanos que “Lucía los vivió de manera ejemplar gracias a su fe en Cristo, pero que deben ser compartidos por todos”. Entre ellos el coraje: “Ella era una mujer joven, desarmada, pero enfrentó las torturas y la muerte violenta con gran coraje, coraje que le venía de Cristo resucitado, con el cual ella estaba unida, y por el Espíritu Santo que vivía en ella”.
El Pontífice recordó a las personas ciegas o con problemas visuales reunidas en la Sala Clementina del Palacio Apostólico que “todos necesitamos coraje para enfrentar las pruebas de la vida”. Y en particular precisó, “las personas ciegas y con discapacidad visual, tienen que evitar cerrarse, para no asumir una actitud de víctimas, pero al contrario es necesario abrirse a la realidad, a los otros, a la sociedad”. Esto añadió, “para aprender a conocer y valorizar las capacidades que el Señor ha puesto en cada uno de nosotros, ninguno excluido”.
El Santo Padre recordó también que santa Lucía no estaba sola, que era parte de una comunidad, era parte de un cuerpo del cual Cristo era la cabeza, piedra de un edificio en el cual Cristo es el fundamento.
Y esto, añadió Francisco, es importante en el plano humano. “¡Ustedes son una asociación, y esto es un valor! Añadió que las personas que conviven con desventajas o discapacidad pueden decir a todos, que no son cenobitas, «no estamos hechos para estar aislados, pero para relacionarnos, complementarnos, ayudarnos, acompañarnos, apoyarnos mutuamente”.
Y el Papa precisó que Lucía nos dice que la vida ha sido hecha para ser donada. Ella ha vivido esto en la forma extrema del martirio, pero el valor del don es por sí universal: es el secreto de la verdadera felicidad”, porque “el hombre no se realiza plenamente en el tener ni en el hacer, se realiza en el amar, o sea en el donarse. Y esto puede ser entendido también como el secreto del nombre de Lucia: una persona luminosa, en la medida que es un don para los otros. ¡Y cada persona en realidad es un don precisos!
Advirtió entretanto que “vivir de acuerdo con estos valore puede comportar también hoy incomprensiones, y el esfuerzo de ir a veces contracorriente”. Porque «las sociedades actuales que apuntan demasiado sobre los derechos individualistas, corren el riesgo de olvidarse de las dimensiones de las comunidades y del don gratuito de sí mismo para los otros”.
Y concluyó invitando a luchar con “la intercesión de santa Lucía”, con “el coraje y la alegría de luchar juntos”.