En este lunes, fiesta de la Inmaculada Concepción, el papa Francisco, tal como había anunciado en el ángelus, fue poco antes de las 16 horas a la basílica de Santa María la Mayor, el principal santuario mariano de Roma, en donde se encuentra un cuadro de 'María Salus Populi Romani'. Allí depositó un ramo de rosas blancas y amarillas a los pies de la imagen de la Virgen, acompañado del cardenal español Abril y Castelló. A continuación rezó algunos minutos y encendió un cirio.

Poco después fue a la plaza de España, para el tradicional acto de veneración de la Inmaculada concepción, en la Plaza de España. Allí llegó en un vehículo azul, no de lujo, y al descender del auto saludó al cardenal Agostino Vallini, y algunas pocas autoridades. 
Tras la lectura del Evangelio, el Papa recitó la siguiente oración:

«Oh María, Madre nuestra,
hoy el pueblo de Dios en fiesta te venera Inmaculada,
preservada desde siembre del contagio del pecado.

Recibe el homenaje que te ofrezco en nombre
de la Iglesia que está en Roma y en el mundo entero.
Saber que tú, que eres nuestra madre,
que eres totalmente libre del pecado nos conforta.
Saber que sobre ti el mal no tiene poder, nos llena de esperanza y de fortaleza
en la lucha cotidiana que debemos realizar
en la lucha contra las amenazas del maligno.

Pero en esta lucha no estamos solos, no somos huérfanos,
porque Jesús, antes de morir en la cruz, nos ha dado a ti como madre.
Nosotros por lo tanto, a pesar de ser pecadores, somos tus hijos, hijos de la Inmaculada,
llamados a aquella santidad que en ti resplandece por la gracia de Dios desde el inicio.
Animados por esta esperanza,
nosotros hoy invocamos tu materna protección para nosotros,
para nuestras familias, para esta ciudad, para el mundo entero.

La potencia del amor de Dios, que te ha preservada del pecado original,
por tu intercesión libere a la humanidad de todo tipo de esclavitud espiritual y material,
y haga vencer, en los corazones y en los eventos, el designio de salvación de Dios.
Haced que también en nosotros, tus hijos, la gracia prevalga sobre el orgullo
y podamos volvernos misericordiosos como es misericordioso nuestro Padre Celeste.

En este tiempo que nos conduce a la fiesta de la Navidad de Jesús,
enséñanos a ir contracorriente:
a desvestirnos, abajarnos, donarnos, escuchar, hacer silencio,
a descentrarnos de nosotros mismos, para dejar espacio a la belleza de Dios,
fuente de la verdadera alegría.
¡Oh Madre nuestra Inmaculada, reza por nosotros!

A continuación el coro pontificio de la Capilla Sixtina entonó en italiano unas letanías en honor de María, y el latín el Ave María y el Tota pulcra est María.

El Santo Padre Francisco entonces se acercó para saludar a los enfermos en silla de rueda que estaban en primera fila.