En una basílica de San Pedro iluminada y llena de flores, a las 21,30 locales, el papa Francisco entró con el cortejo que se dirigió hacia el altar para descubrir una imagen del Niño Dios, detrás de la cual estaba el libro del Evangelio. Mientras, se escuchaba el canto de la Kalenda.
En el cortejo participaron también diez niños con vestidos tradicionales, de diversos países del mundo: Italia, Europa, Corea y Filipinas, quienes pusieron ramos de flores a los pies de la hermosa imagen de madera policromada del Niño Jesús.
A continuación el Santo Padre presidió la celebración de la santa misa, vestido con paramentos blancos, con dorado, la cual fue concelebrada por 30 cardenales y varios centenares entre obispos y sacerdotes.
Al lado del altar estaba expuesta una imagen de la Virgen con el Niño, donada por el presidente de Brasil, Joao Goulart en 1963, decorada con gran cantidad de flores blancas y hojas verdes, así como la base de las columnas del dosel del Bernini. Después de la entonación del Gloria, se oyeron las campanas que repicaban y sonido del órgano profundo y alegre.
El Evangelio cantado hoy contenía el párrafo:»No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”.
“Esta noche santa –dijo el Papa en su homilía– en la que contemplamos al Niño Jesús apenas nacido y acostado en un pesebre, nos invita a reflexionar. ¿Cómo acogemos la ternura de Dios? ¿Me dejo alcanzar por él, me dejo abrazar por él, o le impido que se acerque?”
Recordó que alguien podría decir: «Pero si yo busco al Señor» “Sin embargo, lo más importante no es buscarlo, sino dejar que sea él quien me encuentre y me acaricie con cariño. Ésta es la pregunta que el Niño nos hace con su sola presencia: ¿permito a Dios que me quiera?”
El Santo Padre insistió: “Y más aún: ¿tenemos el coraje de acoger con ternura las situaciones difíciles y los problemas de quien está a nuestro lado, o bien preferimos soluciones impersonales, quizás eficaces pero sin el calor del Evangelio? ¡Cuánta necesidad de ternura tiene el mundo de hoy!”
Y concluyó su homilía invitando a mirar “al misterio” y a rezar “pidiendo a la Virgen Madre: «María, muéstranos a Jesús»”.
El Credo cantado por el coro de la Capilla Pontificia Sixtina fue intercalado por el ‘Et Incarnatus Est’ de la misa en do menor de W. A. Mozart, interpretado por la Orquesta sinfónica de Pittsburgh, dirigida por el austríaco Manfred Honeck y cantado por la solista israelí, Chen Reiss. Esto fue querido por expresa voluntad del papa Francisco.
Entre las peticiones no pasó desapercibida la de un señor chino que pidió por quienes sufren al practicar la fe en la persecución.