El santo padre Francisco presidió este sábado la santa misa en la famosa Plaza del Plebiscito, situada el corazón de Nápoles, vistiendo el color morado de la cuaresma.
Allí, más de 60 mil personas le esperaban según datos de la policía, mientras el coro amenizaba con cantos sacros. La columnata de la plaza, en la que se encuentra la basílica de San Francisco de Paula; el Palacio Real; la prefectura y el Palacio Salerno, estaba adornada con diversas gigantografías de santos relacionados con la ciudad de Nápoles.
En su homilía el Santo Padre explicó el evangelio del día. Recordó que las palabras del Señor, “ayer como hoy, provocan siempre una división entre quién las acoge y quien las rechaza”. Porque “la palabra de Jesús y el santo Evangelio, enseñan que los verdaderos bienaventurados son los pobres de espíritu, los no violentos, los mansos, los operadores de paz y de justicia. Y aseguró: “¡Esta es la fuerza que cambia al mundo!”.
“Y nosotros –prosiguió el Santo Padre– que hemos tenido la gracia de recibir la Palabra de Vida, estamos llamados a ir, a salir de nuestros recintos, y con ardor misionero llevar a todos la misericordia, la ternura y la amistad de Dios”.
El Papa pidió además que “cada parroquia y cada realidad eclesial se vuelva el santuario para quien busca a Dios, y casa acogedora para los pobres, los ancianos, ya todos los que se encuentran en necesidad”.
“¡Cuando los corazones se abren al Evangelio el mundo comienza a cambiar y la humanidad resurge!” indicó el Santo Padre, invitando a que la gracia de la Resurreccion sea acogida por cada uno de los presentes, “para que Nápoles esté llena de la esperanza de Cristo Señor”.
“Lo digo a todos, en modo particular –prosiguió el Pontifice– a los jóvenes. Es necesario abrirse a la potencia de Jesús Resucitado, y para llevar frutos de vida nueva en esta ciudad: los frutos del compartir, de reconciliación, de servicio, de fraternidad”.
Entretanto advirtió: “No cedan a los engaños de fáciles ganancias o de réditos deshonestos” porque “esto es pan para hoy y hambre para mañana”, invitando así a rechazar “con firmeza a las organizaciones que explotan y corrompen a los jóvenes, pobres y débiles, con el cínico comercio de las drogas y de otros crímenes”.
“No se dejen robar la esperanza -reiteró Francisco- ni que a vuestra juventud le roben la esperanza. No dejen que la corrupción y la delincuencia desfiguren el rostro de esta bella ciudad”.
“A los criminales y a todos sus cómplices la Iglesia les repite: convertíos al amor y a la justicia. Déjense encontrar por la misericordia de Dios, con la gracia de Dios que perdona todo es posible retornar a una vida honesta” dijo.
“Lo piden las lágrimas de las madres de Nápoles, mezcladas con las de María” para que “estas lágrimas derritan la dureza de los corazones y reconduzcan a todos en el camino del bien”. Añadió que “tener esperanza es apostar en la misericordia de Dios, que es Padre y perdona siempre y perdona todo.
En su homilía el Santo Padre aseveró: “Dios, fuente de nuestra alegría y razón de nuestra esperanza vive en nuestras ciudades. Dios vive en Nápoles”. E invitó a los presentes a repetir tres veces: “Jesús es el Señor”. Y concluyó con la frase en napolitano: !¡E ca ‘a Maronna v’accumpagne!” (Y que la Virgen les acompañe).