El papa emérito Benedicto XVI recibió este sábado en Castel Gandolfo, un doctorado Honoris Causa de la Universidad Pontificia Juan Pablo II y de la Academia de Música de Cracovia.
El senado de la Academia de Música de Cracovia explicó su decisión indicando que el Pontífice emérito es un modelo de comportamiento moral y civil, acompañado de dimensiones religiosas y humanísticas profundas. En particular, subrayó el amor y la atención de Joseph Ratzinger por la música sacra y por su papel en la Liturgia.
Benedicto XVI en el mensaje agradecimiento indicó su alegría porque con esta distinción, “se vuelve aún más profundo mi relación con Polonia y Cracovia, la patria de nuestro gran santo Juan Pablo II”. Y esto “porque sin él mi camino espiritual y teológico no es ni siquiera imaginable”. Añadió que “con su ejemplo vivo nos ha mostrado como es posible» armonizar la gran música sacra con la participación común en la liturgia.
Así recordó cuando en su infancia asistía a las misas acompañadas por el coro y la orquesta, “como parte integrante de nuestra experiencia en la fe en la celebración de la liturgia”. Y que cuando “resonaban las primeras notas de Mozart en la misa de la coronación, “el cielo casi se abría y experimentaba profundamente la presencia del Señor”.
Indicó también que en la Constitución sobre la liturgia del Concilio Vaticano II se dejó por escrito «claramente» el deber de «conservar e incrementar con gran atención el patrimonio de la música sacra».
Y de las diversas problemáticas se plantearon, entre ellas si las misas para las grandes obras corales, deberían o no ser interpretadas en salas de concierto y o en la liturgia, donde habría espacio solamente para el canto y la oración de los fieles.
¿Pero entonces, cómo evitar así el empobrecimiento cultural de la Iglesia? Por ello Benedicto XVI plantea ¿qué es la música?, ¿de dónde viene y a qué lleva?
El primer dato, indica el papa emérito, es la experiencia del amor, que empuja al hombre a otra dimensión del ser, a expresarse de una manera nueva.
Un segundo origen de la música es la experiencia de la tristeza, al ser tocados por la muerte, el dolor, y los abismos de la existencia. Dimensiones que no pueden encontrar respuesta solamente en los discursos.
Y el tercer lugar del origen de la música es el encuentro con lo divino, que desde el inicio es parte de lo que define al ser humano.
En ningún otro ámbito cultural –asevera Benedicto XVI– la música tiene la grandeza que en el ámbito de la fe. Con autores, “de Palestrina a Bach, a Hendel, hasta Mozart, Beethoven y Bruckner”, se ve que “la música occidental es algo único, que no tiene igual en otras culturas. Esto nos debe hacer pensar”.
Y si bien reconoce que “la música occidental supera ampliamente el ámbito religioso y eclesial”, ésta tiene “su manantial más profundo en la liturgia, en el encuentro con Dios”.
“La respuesta grande y pura de la música occidental se ha desarrollado en el encuentro con aquel Dios, que en la liturgia se vuelve presente hacia nosotros en Jesucristo. Esta música es para mi una demostración de la verdad del cristianismo”. Porque “donde se desarrolla una respuesta así, se dio el encuentro con la verdad, con el verdadero creador del mundo.
El papa emérito concluye que por esto “la gran música sacra es una realidad de rango teológico y de significado permanente para la fe de toda la cristiandad”.
Y al mismo tiempo es claro “que esta no puede desaparecer de la liturgia y que su presencia puede ser una manera muy especial de participación a la celebración sagrada, al misterio de la fe”.
El papa emérito Ratzinger concluye indicando que si bien no conocemos el futuro de nuestra cultura y de la música sacra, hay una cosa clara: “donde se realiza en encuentro con el Dios viviente que en Cristo viene hacia nosotros, allí nace y crece nuevamente también la respuesta, cuya belleza proviene de la misma verdad”.