El papa Francisco acudió este martes por la tarde al convento de San Francisco, ubicado en el centro histórico de Quito, para reunirse con miembros de la sociedad civil ecuatoriana.

El Pontífice llegó sobre las 17:50 horas a la plaza de San Francisco donde se encuentra la iglesia de los padres franciscanos. El repique de las campanas dio la bienvenida al Santo Padre. Y ni el frío ni la lluvia intermitente impidieron que los fieles llenaran la plaza y sus calles aledañas.

Una vez allí, el Papa se dirigió hasta el atrio para recibir las llaves de la ciudad de manos del alcalde Mauricio Rodas. Tras el breve acto protocolario y sin discursos, el Pontífice saludó a la multitud congregada.

El ingreso a la iglesia de San Francisco estaba adornado con unas vistosas flores multicolores. Una vez en el interior del templo, el Santo Padre fue recibido al compás de una canción compuesta para la ocasión y titulada “Taita Francisco”, que significa papá Francisco en lengua quichua.

Después de recorrer el pasillo central, el Pontífice subió a colocar un arreglo floral en el altar donde se encuentra la venerada imagen de Jesús del Gran Poder.

El encuentro del Papa con la sociedad civil comenzó con el saludo de bienvenida de Mons. Luis Cabrera, arzobispo de Cuenca y presidente de la Comisión Episcopal de Laicos. Además, la comunidad franciscana regaló al Santo Padre una réplica de una estatua de san Francisco.

Al igual que en el resto de actos, la organización de la visita papal quiso que entre los asistentes hubiera una representación de todo el país. Tres de ellos, pronunciaron un breve discurso. Francisco Jarrín, presidente de la Asociación Cristiana de Empresarios, y Lidia Arcos Miranda, empresaria de Ambato, fueron los primeros en tomar la palabra. Tras estas intervenciones, tuvo lugar la actuación musical de la Orquesta SINAMUNE.

Luego, llegó el turno de Imelda Caicedo Vega, montubia de Babahoyo, que protagonizó una de las anécdotas de la tarde. Después de leer su discurso, se acercó a saludar a Francisco, que le preguntó cuál era la receta para conservarse tan bien a sus 85 años. Así, llegó el momento de la intervención del Papa.

En sus palabras, el Pontífice pidió que las normas y los proyectos de la sociedad civil no excluyan a nadie y abran espacios de diálogo que dejen atrás cualquier represión y falta de libertad.

El Santo Padre añadió que el diálogo “es necesario, fundamental para llegar a la verdad, que no puede ser impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico”. “En una democracia participativa, cada una de las fuerzas sociales, los grupos indígenas, los afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y cuantos trabajan por la comunidad en los servicios públicos son protagonistas imprescindibles en este diálogo”, insistió.

También dijo que muchas veces las relaciones sociales y políticas se basan en la confrontación, cuando deberían basarse en valores que partan del amor, la fraternidad y el respeto mutuo. Y ofreció tres criterios para construir una sociedad nueva: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad.

Por último, el Papa ofreció la colaboración de la Iglesia “en la búsqueda del bien común, desde sus actividades sociales, educativas, promoviendo los valores éticos y espirituales”.

Al finalizar la reunión con las organizaciones civiles, Francisco visitó de forma privada un templo jesuita de la época colonial. Con una gran sonrisa, saludos y bendiciones al pueblo quiteño que se acercó hasta las puertas de la iglesia de la Compañía de Jesús, el Pontífice culminó las actividades de su agenda este martes.

El Santo Padre estuvo ante la imagen de la virgen Dolorosa que en 1920 abrió y cerró los ojos, y además derramó lágrimas, ante un grupo de estudiantes. Cientos de fieles lo esperaron y expresaron su alegría cuando lo vieron salir. El Papa saludó a unos niños en la entrada del templo, y luego se subió al papamóvil que lo llevó hasta la Nunciatura Apostólica.