El papa Francisco ha visitado este sábado de manera privada a los niños, familiares y personal del Hospital General Pediátrico “Niños de Acosta Ñu”.
A continuación publicamos el discurso improvisado del Santo Padre:
Buenos días, un saludo de corazón.
Ustedes saben que en el Evangelio… una escena en la que Jesus se enojó. Se enojó otras veces, pero una que se enojó mucho. Y se enojó con los que más quería, con los apóstoles. Jesús se enojó una vez con los apóstoles. ¿Y saben por qué? Porque no dejaban que los chicos se acercaran. Para Jesús los chicos son muy importantes, hasta tal punto, que nos dice a todos los grandes, a todos ya los que somos grandes, nos dice: ‘Miren si ustedes en su corazón no se hacen como los chicos no van a entrar al Reino de los Cielos’. ¡Qué lindo! O sea, ¿qué quiso decirnos Jesús con eso? Hacernos humildes como los chicos, espontáneos como los chicos que no tuvo vergüenza de traerme acá esta tarta. ¡Con toda espontaneidad!, sin doblés. Los chicos son simples, son alegres. Eso es lo que quiere Jesús, que nos hagamos como los chicos. Así que aprendamos de este enojo de Jesús para que no se enoje con nosotros como se enojó cuando los apóstoles.
Y otra cosa… Este es un hospital donde muchos chicos sufren, y yo quiero decirle a ustedes mamás y papás, que rezo por ustedes y rezo por sus hijos, para que la Virgen esté muy cerca de ustedes, para que Jesús les dé la salud a sus hijos y para que ustedes tengan esa fuerza y esa constancia que solamente tienen las madres y los padres.
¡Gracias!
Así que… También quiero agradecer a todos los que trabajan acá en este hospital. ¡Trabajo tan sacrificado! Médicos, enfermeros, enfermeras, empleados, todos, ¿para qué? Para que un chico se cure. ¡Es tan importante un niño en la vida! Muchas gracias a todo el personal de este hospital. Y también al capellán le agradezco lo que hace para acompañar a cada familia, a cada chico.
Y ahora les voy a dar la bendición a todos, a los que están acá, a los que están allí y a los que están adentro.
¿Eh? Bueno. Me dice: ‘Te regalo mi credencial para que me recuerdes’. ¡Eso es lo que quiere Jesús de nosotros! ¡Seamos sencillos como este niño!
Vamos a rezar a María, a la Virgen de Caacupé.
(Reza en voz alta el Ave María e imparte la bendición)
Y les pido que recen por mí.
(Texto transcrito por ZENIT)