Pope Francis meets youth at Asunción del Paraguay

CTV - SAT 2000

El Santo Padre anima a los jóvenes a seguir haciendo lío

17.00. Asunción. La juventud paraguaya se reúne en la Costanera en el último encuentro del Santo Padre en su ruta por América Latina  

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Corazón libre. Solidaridad. Trabajo. Esperanza. Esfuerzo. Conocer a Jesús. Conocer a Dios mi fortaleza. Ese el el camino que Francisco mostró a los jóvenes en su último encuentro en Paraguay. Más de medio millón de personas le esperaban este domingo por la tarde en la Costanera, en Asunción. Y no sólo procedentes de Paraguay, ya que hasta allí llegaron fieles procedentes de los países vecinos como Brasil, Argentina y Uruguay. Y como no podía ser de otra manera, con la juventud se vivió un ambiente de fiesta, de alegría, celebración, música, bailes y de oración.

Después de una procesión con la Cruz peregrina, el encuentro se abrió con un saludo del monseñor Ricardo Jorge Valenzuela Ríos, encargado de pastoral juvenil. El obispo aseguró que “la juventud paraguaya viene hoy ante usted para decirle que tiene la mente y el corazón abiertos y sus alforjas cargadas de esperanza en sus orientaciones, en el camino que nos va a mostrar”. Y precisó que los jóvenes tienen el inmenso deseo de “combatir los antivalores que generan la sociedad consumista, masificadora y alienante, la cultura del hedonismo, del conformismo, de la marginación y del egoísmo”. Tienen altas metas e ideales: “el ideal de una nación honesta y solidaria donde se combata con seriedad la corrupción, la impunidad, el narcotráfico, la incoherencia de la clase política, la inseguridad, los secuestros y los asesinatos, la marginación de regiones y sectores del país, las desigualdades sociales y las nuevas ideologías relativistas”.  

A continuación, dos jóvenes dieron su testimonio y planteron sus interrogantes al Papa. Liz Fretes, de la pastoral de juventud, tiene 25 años y es enfermera. Esta joven contó que a causa de una enfermedad de su madre, ella debe sacar a su familia adelante. Por eso preguntó al Papa, entre tantas cosas que nos decepcionan, y en ocasiones vivimos sin esperanza, “¿en quién o en quiénes podemos confiar? ¿Qué modelo de Iglesia y sociedad buscar y construir?”

También Manuel de los Santos Aguiler, un joven campesino de 18 años, tras contar brevemente su historia de conversión y de empeño por salir adelante aún en la escasez de medios, dijo al Santo Padre que “necesitamos itinerarios más sólidos, que sean graduales, integrales y permanentes de formación en la fe cristiana”. Y adviertiendo que viven “con un futuro incierto”, “muchos estamos sin trabajo”, y “sin poder estudiar”, preguntó a Francisco: «¿qué podemos hacer y a quiénes podemos acudir?» 

Mientras los dos jóvenes hablaban, el Papa tomaba notas. A continuación, otro joven leyó el pasaje evangélico de las bienaventuranzas.

Francisco tenía un discurso preparado pero “los discursos son aburridos”, como él mismo dijo. Por eso el Papa decidió improvisar, tomando como referencia los testimonios de los jóvenes y la petición que le hizo Orlando después de leer el Evangelio. “Rece por nuestra libertad”.

De este modo, el Santo Padre afirmó que “la libertad es un regalo que nos da Dios pero hay que saber recibirlo, hay que saber tener el corazón libre, porque todos sabemos que en el mundo hay tantos lazos que nos atan el corazón. Y no dejan que el corazón sea libre”. El Pontífice invitó a los jóvenes a repetir en voz alta la oración que él fue pronunciando: “Señor Jesús, dame un corazón libre que no sea esclavo de todas las trampas del mundo, que no sea esclavo de la comodidad, del engaño, que no sea esclavo de la buena vida, que no sea esclavo de los vicios, que no sea esclavo de una falsa libertad que es hacer lo que me gusta en cada momento”.

Sobre la joven Liz, el Papa destacó que con su vida “nos enseña que no hay que ser como Poncio Pilato, lavarse las manos”, ya que se ha responsabilizado de cuidar de su madre y de su abuela. Indicó que esta joven cumple el cuarto mandamiento, “honrarás a tu padre y a tu madre.” Liz –añadió– muestra su vida, la quema en el servicio a su madre. Es un grado altísimo de solidaridad. Es un grado de amor.

Retomando el testimonio de Manuel, que no tuvo una vida fácil pero supo salir adelante, Francisco pidió a los jóvenes presentes que sí tienen una vida más cómoda, que dieran gracias al Señor y que rezaran por los jóvenes que están en dificultades.

El Papa también citó dos ideas que previamente habían dado Liz y Manuel: Conocer a Jesús y conocer a Dios que es mi fortaleza. Para no ser jóvenes aburridos, el Santo Padre les pidió que lean, mediten y vivan las bienaventuranzas.

Antes de marchar, el Pontífice hizo un última petición a los presentes “sigan haciendo lío”, pero después ayuden a organizar ese lío. “Un lío que nos dé un corazón libre, un lío que nos dé solidaridad, un lío que nos dé esperanza, un lío que nazca de haber conocido a Jesús y de saber que Dios es mi fortaleza”, concluyó. 

 

            

            

        

 

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Rocío Lancho García

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