¡Me he inscrito!, ha exclamado el Santo Padre tras usar una tableta para hacer su inscripción para la próxima Jornada de la Juventud en Cracovia el próximo año. Desde la ventana del Palacio Apostólico y al concluir la oración del ángelus, con este gesto simbólico el Papa ha querido recordar que hoy se abre el plazo para apuntarse a la JMJ. Evento que se celebra durante el Año de la Misericordia y por eso Francisco ha asegurado que será “en cierto sentido, un jubileo de la juventud”.
También el Papa ha querido recordar hoy que dentro de pocos días será el segundo aniversario del secuestro en Siria del padre Paolo Dall’Oglio. “Hago un sincero y urgente llamamiento para la liberación de este estimado religioso”, ha afirmado. Del mismo modo ha mencionado a los obispos ortodoxos secuestrados en Siria y a todas las otras personas que, en las zonas de conflicto, han sido secuestradas. “Espero el renovado compromiso de las autoridades locales e internacionales competentes, para que a estos hermanos nuestros se les devuelva pronto la libertad”, ha pedido el Papa.
Finalmente, Francisco ha indicado que hoy celebramos a los santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús. Por eso ha dedicado unas palabras para saludar a los abuelos y les ha dado “las gracias por su preciosa presencia en las familias y para las nuevas generaciones”.
En el comentario del Evangelio de este domingo previo al ángelus, Francisco ha reflexionado sobre el pasaje de la multiplicación de los panes y los peces. De este modo ha explicado que los discípulos razonan en términos de “mercado”, pero Jesús, a la lógica de comprar la sustituye con la del dar. Los gestos de tomar los panes y los peces, dar gracias y distribuirlos, “anticipan los de la Última Cena, que dan al pan de Jesús su significado más profundo y verdadero. El pan de Dios y Jesús mismo”. Haciendo la Comunión con Él –ha afirmado– recibimos su vida en nosotros y nos hacemos hijos del Padre celeste y hermanos entre nosotros.
Por otro lado ha subrayado que “aunque seamos pobres, todos podemos dar algo. ‘Hacer la Comunión’ significa también obtener de Cristo la gracia que nos hace capaces de compartir con los otros lo que somos y lo que tenemos”.
Igualmente, ha añadido que Jesús sacia no solo el hambre material, sino esa más profunda, el hambre del sentido de la vida, el hambre de Dios. Y nosotros ¿qué podemos hacer? “Lamentarse no resuelve nada, pero podemos ofrecer ese poco que tenemos”, explica, y “Dios es capaz de multiplicar nuestros pequeños gestos de solidaridad y hacernos partícipes de su don”.
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