En la solemnidad de Todos los Santos, el papa Francisco presidió este domingo por la tarde la Santa Misa en la calle central del Cementerio Monumental del Verano de Roma, con varios panteones y tumbas a su alrededor. Durante la procesión de entrada el Santo Padre llevaba una rosa blanca en la mano, pero se detuvo en pleno trayecto y la dejó sobre una de las lápidas.
A la celebración eucarística asistieron miles de fieles de la Ciudad Eterna. Ya que, como es tradición, en estos días el principal camposanto romano registra una gran afluencia de visitas.
En su homilía, el Pontífice afirmó que “en el Evangelio hemos escuchado a Jesús que enseñaba a sus discípulos y a la gente reunida sobre la colina del lago de Galilea. La palabra del Señor resucitado y vivo indica también a nosotros, hoy, el camino para alcanzar la verdadera felicidad, el camino que conduce al Cielo”. “Es un camino difícil de comprender porque va contra corriente, pero el Señor nos dice que quien va por este camino es feliz, tarde o temprano alcanza la felicidad”, añadió.
Así, el Obispo de Roma destacó que las bienaventuranzas son “el camino de la santidad”. Se trata del camino “que ha recorrido Jesús, es más, es Él mismo este camino: quien camina con Él y pasa a través de Él entra en la vida, en la vida eterna”, explicó.
“Pidamos al Señor la gracia de ser personas sencillas y humildes, la gracia de saber llorar, la gracia de ser humildes, la gracia de trabajar por la justicia y la paz, y sobre todo la gracia de dejarnos perdonar por Dios para convertirnos en instrumentos de su misericordia”, dijo el Santo Padre. “Si sabemos dar a los demás el perdón que pedimos para nosotros, somos bienaventurados”, enfatizó.
“Así han hecho los santos, que nos han precedido en la patria celestial. Ellos nos acompañan en nuestra peregrinación terrena, nos animan a ir adelante. Su intercesión nos ayude a caminar en la vía de Jesús, y obtenga la felicidad eterna para nuestros hermanos y hermanas difuntos, por los que ofrecemos esta Misa”, concluyó el Pontífice.
Junto al Papa concelebraron el vicario general para la diócesis de Roma, cardenal Agostino Vallini, el arzobispo Filippo Iannone, vicegerente de la misma; y el padre Armando Ambrosi, párroco de la basílica de San Lorenzo Extra Muros.
Tras la ceremonia religiosa, que tuvo lugar en la víspera de la conmemoración de los Fieles Difuntos, Francisco rezó un responso e impartió la bendición apostólica.