A las 12.00 de esta mañana, el santo padre Francisco se ha asomado a la ventana del estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para recitar el ángelus con los fieles y los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro para el habitual encuentro dominical.
Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días con este bonito sol.
El pasaje del Evangelio de este domingo se compone de dos partes: una en la que se describe cómo no deben ser los seguidores de Cristo; la otra en la que se propone un ideal ejemplar de cristiano.
En la primera parte, Jesús critica a los escribas, maestros de la ley, tres defectos que se manifiestan en su estilo de vida: soberbia, codicia e hipocresía. A ellos les gusta “que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes” (Mc 12,38-39). Pero bajo apariencias tan solemnes se esconden falsedades e injusticias. Mientras se pavonean en público, usan su autoridad para “devorar los bienes de las viudas” (cfr v. 40), que eran consideradas, junto a los huérfanos y los extranjeros, las personas más indefensas y menos protegidas.
Finalmente, los escribas “hacen largos rezos para hacerse ver” (v. 40). También hoy existe el riesgo de asumir estas actitudes. Por ejemplo, cuando se separa la oración de la justicia, porque no se puede rendir culto a Dios y causar daño a los pobres. O cuando se dice que se ama a Dios, y sin embargo se antepone a Él la propia vanidad, el propio beneficio.
Y en esta línea se coloca la segunda parte del Evangelio de hoy. La escena ambientada en el templo de Jerusalén, precisamente en el lugar donde la gente echaba las monedas como ofrenda. Hay muchos ricos que echan muchas monedas, y hay una mujer pobre, viuda, que pone apenas dos monedas. Jesús observa atentamente a esa mujer y llama la atención de sus discípulos sobre el fuerte contraste de la escena. Los ricos han dado, con gran ostentación, lo que para ellos era superfluo, mientras que la viuda, con discreción y humildad, ha dado “todo lo que tenía para vivir” (v. 44). Por esto –dice Jesús– ella ha dado más que nadie. A causa de su extrema pobreza, hubiera podido ofrecer una sola moneda para el templo y quedarse con la otra. Pero ella no quiere hacer las cosas a medias con Dios: se priva de todo. En su pobreza ha comprendido que, teniendo a Dios, tiene todo; se sienta amada totalmente por Él y a su vez, lo ama totalmente. Bonito ejemplo esta viejecita, bonito ejemplo.
Jesús, hoy, nos dice también a nosotros que el metro de juicio no es la cantidad, sino la plenitud. Hay una diferencia entre cantidad y plenitud. Tú puedes tener mucho dinero y estar vacío. No hay plenitud en tu corazón. Pensad esta semana en la diferencia que hay entre cantidad y plenitud.
No es una cuestión de cartera, sino de corazón. Hay diferencia entre cartera y corazón. Algunos tienen, hay enfermedades cardíacas, que hacen bajar el corazón a la cartera y eso no va bien. Amar a Dios “con todo el corazón” significa fiarse de Él, de su providencia, y servirlo en los hermanos más pobres sin esperar nada a cambio. Me permito contaros una anécdota que sucedió en mi diócesis anterior. Estaban en la mesa una madre con los tres hijos, el padre estaba en el trabajo. Estaban comiendo chuletas a la milanesa. En ese momento llaman a la puerta, uno de los hijos va, pequeños, 5, 6, 7 años el más grande, y viene y dice ‘mamá hay un mendigo que pide comida’. Y la madre, buena cristiana, les pregunta ‘¿qué hacemos?’ ‘Le damos de comer, mamá’. ‘Vale’. Toma el tenedor y el cuchillo y quita la mitad de la chuleta a cada uno. ‘Ah, no, mamá, así no, toma del frigorífico’. ‘No, hacemos tres bocadillos así’. Y los hijos han aprendido que la verdadera caridad se da, se hace, no de lo que nos sobra sino de lo que es necesario. Y estoy seguro que esa tarde han tenido un poco de hambre, pero se hace así.
Frente a las necesidades del prójimo, estamos llamados a privarnos de algo como estos niños, de la mitad de las chuletas, de algo indispensable no solo superfluo; estamos llamados a dar el tiempo necesario, no solo lo que nos sobra; estamos llamados a dar enseguida y sin reservas nuestro talento, no después de haberlo utilizado para nuestros fines personales o de grupo.
Pidamos al Señor que nos admita en la escuela de esta pobre viuda, que Jesús, entre el desconcierto de los discípulos, la hace subir a la cátedra y la presenta como maestra del Evangelio vivo. Por la intercesión de María, la mujer pobre que ha dado toda su vida a Dios por nosotros, pidamos el don de un corazón pobre, pero rico de una generosidad feliz y gratuita.
Después del ángelus, el Santo Padre ha indicado:
Queridos hermanos y hermanas,
sé que muchos de vosotros os habéis preocupado por las noticias que han circulado en los días pasados a propósito de documentos reservados de la Santa Sede que han sido robados y publicados.
Por esto quisiera deciros, sobre todo, que robar estos documentos es un delito. Es un acto deplorable que no ayuda. Yo mismo había pedido hacer ese estudio, y esos documentos, mis colaboradores y yo ya los conocíamos bien y se han tomado medidas que han comenzado a dar frutos, y también algunos visibles.
Por eso quiero aseguraros también que este triste hecho no me distrae ciertamente del trabajo de reforma que estamos llevando adelante con mis colaboradores y con el apoyo de todos vosotros. Sí, con el apoyo de toda la Iglesia, porque la Iglesia se renueva con la oración y con la santidad cotidiana de cada bautizado.
Por eso os doy las gracias y os pide que sigáis rezando por el Papa y por la Iglesia, sin dejarse molestar sino yendo adelante con confianza y esperanza.
Hoy en Italia se celebra la Jornada de la Acción de Gracias, que este año lleva por tema “El suelo, bien común”. Me asocio a los obispos en el desear que todos actúen como administradores responsables de un precioso bien colectivo, la tierra, cuyos frutos tienen una destinación universal. Me siento cercano con gratitud al mundo agrícola, y animo a cultivar la tierra de tal forma que se cuide la fertilidad para que produzca comida para todos, hoy y para las generaciones futuras. En tal contexto tiene lugar en Roma la Jornada diocesana para el cuidado de la creación, que esta año se enriquece con la “Marcha por la tierra”.
Mañana, en Florencia, inicia el 5º Congreso Eclesial Nacional, con la presencia de los obispos y de los delegados de todas las diócesis italianas. Se trata de un evento importante de comunión y de reflexión, en el que tendré la alegría de participar también yo, el próximo martes.
Os saludo con afecto a todos vosotros, romanos y peregrinos. En particular a los estudiantes franceses de la región parisina, a los fieles de Japón y de Polonia, como también a los de Scandicci. Saludo a los representantes de la Orden de los Predicadores –dominicos– que ayer abrieron el octavo centenario de la fundación.
A todos os deseo un buen domingo. ¡Y no os olvidéis de rezar por mí! Buen almuerzo y hasta pronto.