El papa Francisco ha recibido este viernes en el Vaticano a los miembros de la Fundación Romano Guardini que participan en el Congreso promovido por la Universidad Gregoriana con motivo del 150 aniversario del nacimiento del sacerdote, teólogo y escritor italiano naturalizado alemán.
Lo informó el Vatican Information Service, precisando que el Santo Padre aseguró que Guardini »tiene mucho que decir a la humanidad de nuestro tiempo y no solamente a los cristianos».
«Tal vez podríamos aplicar –dijo el papa Francisco– las reflexiones de Guardini a nuestro tiempo tratando de descubrir la mano de Dios en los acontecimientos actuales. Quizá así podamos reconocer que Dios, en su sabiduría, nos ha enviado a nosotros, a la Europa rica, al hambriento para que le demos de comer, al sediento para que le demos de beber, al forastero para que lo acojamos, al desnudo para que lo vistamos».
Francisco recordó también que Guardini en su libro «El mundo religioso de Dostoyevsky» cita el episodio de «Los Hermanos Karamazov» en el que una campesina confiesa al «starets» (la guía espiritual de los monasterios ortodoxos) que ha matado a su marido enfermo que la había tratado muy mal a lo largo de su vida.
El «starets» nota que la mujer está tan desesperada por su culpa y tan convencida de su condena eterna que no puede recibir consuelo alguno, pero le muestra una salida: su vida tiene sentido porque Dios la ha acogido desde el momento en que se ha arrepentido. «No temas nada, no te angusties –le dice– no dejes de arrepentirte y Dios te perdonará todo. Por otra parte no existe en toda la tierra un pecado que Dios no perdone a aquellos que se arrepienten sinceramente. Ninguno puede cometer un pecado tan grande que escape al amor infinito de Dios».
Guardini dice: «Aceptando con sencillez la existencia de la mano de Dios, la voluntad personal se transforma en voluntad divina y así, sin que la criatura deje de ser únicamente criatura y Dios verdaderamente Dios, se actúa su unidad viviente».
Para Guardini, esa «unidad viviente» con Dios consiste en la relación concreta de las personas con el mundo y con los demás a su alrededor. El individuo se siente entretejido en un pueblo, es decir, en una «unión originaria de los hombres que por especie, país, y evolución histórica en la vida y en los destinos son todo uno». El autor de «El sentido de la Iglesia» pensaba que el pueblo es «el compendio de lo que en la persona es auténtico, profundo, sustancial». Podemos reconocer en el pueblo, como en un espejo, el «campo de fuerza de la acción divina».