Mgr Juan José Aguirre

Fundación Bangassou

“El Papa aportará a Centroáfrica las razones para vivir en una sociedad tolerante”

Entrevista con monseñor Juan José Aguirre, obispo de Bangassou. Rezamos para que el miedo no sea más fuerte que la esperanza

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El continente africano recibirá esta semana la visita del papa Francisco y serán tres etapas: Kenia, Uganda y República Centroafricana. En las últimas semanas, debido a la fuerte escalada de violencia en el país que supone la última etapa del viaje del Santo Padre, se ha dudado mucho si se mantendría o no el programa. El Vaticano lo confirmó el pasado jueves, el Papa irá a Centroáfrica y seguirá el programa previsto.

Monseñor Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, República Centroafricana, explica a ZENIT que en su diócesis están preparando el viaje del Santo Padre desde la oración, pidiendo que el miedo no sea más fuerte que la esperanza. Asimismo, manifiesta su deseo de que con la visita del Papa, Dios enseñe cómo salir de este pozo sin fondo en el que se encuentran en este país porque si se sigue así, la fuerza de los violentos seguirá cayendo sobre los de siempre: los mansos, los pobres y los pacíficos. A continuación compartimos con nuestros lectores la entrevista.

Quedan tan solo unos días para llegada del Papa, ¿cómo se ha vivido este tiempo de preparación en el país?
— Mons. Aguirre: ¡Con mucho fervor y alegría! Primero, cuando en respuesta a la invitación de los obispos durante la visita ad limina del pasado mes de mayo, se anunció la visita del Papa a Centroáfrica hubo estupor y alegría desmedida. Cuando se supo que el papa Francisco se quedaría a pasar la noche en Bangui, el entusiasmo fue exuberante, convencidos todos que el Papa santificaría con su presencia la tierra donde pasaría la noche. Luego cuando la violencia hizo que el horizonte de la visita se pusiera más negro, comenzamos a rezar. Llegaron las dudas y con ellas el nerviosismo. Finalmente, a pesar de la violencia y del riesgo de ataques violentos, el papa Francisco confirmó que quería venir. Toda la sociedad centroafricana, el gobierno de la nación incluido, están felices. Imagino que los violentos, que son un puñado, estarán bastante mosqueados… Ahora, la preparación es frenética y las expectativas para que todo salga bien, inmensas. Todos creen ciegamente que el Papa aportará a Centroáfrica las razones para recomenzar a vivir en una sociedad tolerante, sin venganzas y llena de futuro.

¿Qué espera la gente de la visita del Santo Padre? ¿Cuáles podrían ser los frutos de este viaje?
— Mons. Aguirre: La violencia que se vive en Centroáfrica desde hace tres años nos ha conducido a una calle sin salida. Asesinatos y venganzas: desde la llegada de los Seleka en marzo del 2013, no ha habido otra cosa. Con la llegada de los anti-balaka el 5 de diciembre del 2013, las cosas fueron a peor, los asesinatos se incrementaron, la violencia gangrenó la sociedad, las ciudades se fragmentaron entre musulmanes y no musulmanes y una espiral de violencia se desató hasta el día de hoy. En este último mes se cuentan los muertos por centenares en diversas ciudades y los heridos todavía más… Llegados a estas alturas, con las próximas elecciones del mes de diciembre comprometidas a causa de la violencia que no cesa, todos creemos que si esto no lo arregla en Santo Padre, no lo arregla nadie. Esta es ahora la esperanza de este pueblo. Una esperanza de que, con sus palabras, sus gestos y su manera de tratar a todos, la sociedad se calme y se desatasque el camino para la búsqueda de la paz.

Sin duda, el viaje del Papa dará visibilidad a una nación “olvidada” en los medios de comunicación del mundo y podría ayudar a que la comunidad internacional reaccione. ¿Cuál es la necesidad más urgente en la República Centroafricana?
— Mons. Aguirre: Que la gente tenga paz cada día, pan cada día y las diferentes comunidades étnicas puedan convivir pacíficamente. Eso sería lo mejor para Centroáfrica. Sin paz ni pan, todo se complica enormemente.

El papa Francisco pasará menos de 48 horas en la República Centroafricana pero mantendrá varios encuentros importantes: la visita a un campo de refugiados, el encuentro con la comunidad musulmana… ¿Qué momento del viaje cree que será especialmente significativo?
— Mons. Aguirre: ¡Todos serán significativos! La visita de un Papa no deja indiferente a nadie, aunque tan solo se esté paseando por la Nunciatura. Creo que la apertura de la Puerta Santa para el Jubileo de la Misericordia, justamente en una ciudad herida y torturada como Bangui, es muy significativo. El encuentro en la mezquita será una experiencia única para la comunidad musulmana de Bangui. El encuentro ecuménico en la escuela de Teología evangélica es otro momento fuerte. La visita del campo de desplazados, otra pincelada maravillosa de fraternidad y empatía con los pobres. La misa final en el estadio de fútbol, todas la religiones confundidas (pues será así y nadie se querrá quedar atrás), será como dar un espaldarazo a una Iglesia africana que ya vive el evangelio de manera diferente, que tiene muchos mártires y muchas vocaciones, que crece y será la más dinámica dentro de algunos decenios y que algún día, si Dios quiere, hasta dará un Papa africano, si no, tiempo al tiempo.

El ejército francés habló de “alto riesgo” en cuanto a la visita del Pontífice a este país, Desde su punto de vista ¿cómo es la situación ahora mismo?  
— Mons. Aguirre: Si el Ministerio de Defensa francés dice eso es que tiene sus razones. Por ellas en Europa se anulan partidos importantes de fútbol. Pero los africanos son otra pasta. En varios barrios de Bangui, en P.K. 5 zona de la parroquia de Fátima guiada por los padres combonianos, la situación es muy tensa, la parroquia está en pie con los 3 padres y 800 desplazados y todo alrededor está quemado, sin vida, aniquilado. La comitiva del Papa no entrará en esos barrios por no poner en peligro a todos los fieles centroafricanos que lo seguirán a donde vaya.

Bangui es un avispero. Pueden lanzar una granada contra la multitud como hicieron el 4 de noviembre en una concentración de universitarios. No explotó esa vez. Era de fabricación china. Pero quién sabe qué pasará la próxima. En Bangassou llevamos una semana juntos, 69 delegados de las parroquias, preparando el viaje desde la oración. Estamos con la oración del peregrino ruso, (ya la conocéis), la de la frase (mantra) dicha con las cuentas del rosario, lentamente, sinceramente, atentamente, con amor y cosechando siempre paz interior.
Todo para que el miedo no sea más fuerte que nuestra esperanza. La ilusión revolotea en el aire. Pero también un temeroso respeto, porque la capital vive desde hace meses una espiral de violencia que 12 mil cascos azules y 900 soldados franceses de la Sangaris no han sido capaces de frenar.
El alto riesgo que decían los franceses no ha bajado. Centroáfrica se ha descompuesto en tres años. Líneas rojas han aparecido por todas partes dividiendo a musulmanes y no musulmanes, fragmentando la capital. Hay como una epidemia de violencia, que genera una sociedad con olor a podrido y tensa.
La visita del papa Francisco se vive como una contrarreloj. El balance es de 120 muertos y 300 heridos en las últimas semanas. Su presencia puede parar todo ese desenfreno criminal. La fórmula es coraje con prudencia, la mirada puesta en el Dios de la fe, en la fuerza demostrada mil veces del Jesús que «andaba en la mar» aplacando las olas furiosas que azotaban la barca.

¿Cómo transmitir el Evangelio de la vida en una nación que cada día sufre las consecuencias de la violencia?
— Mons. Aguirre: ¡Con la esperanza! Cuando muchos otros se van en clima de gran violencia, la Iglesia siempre se queda, ¡es la última que apaga la luz! La política y las tribulaciones son como el decorado que rodea nuestro hacer de cada día, que es estar con los pobres, darles coraje, animarles, decirles que después de la tempestad viene siempre la calma, que no pierdan la esperan
za. Estamos aquí para hacer causa común con los pobres. En Bangassou seguimos a más de mil huérfanos, un centro para enfermos terminales de sida, 4 casas para ancianos acusados de brujería, la pediatría, la maternidad, 20 escuelas y colegios, centros de salud… todo eso es, a mi entender, una inyección de esperanza para un pueblo torturado por la violencia de un puñado. Aquí decimos también que, cuando se pierde la esperanza queda la esperanza de volver a tener esperanza.

Usted lleva 35 años en la República Centroafricana, ¿cómo ha cambiado la situación en estos años?
— Mons. Aguirre: Hoy creo que estamos peor que hace tres años cuando nos pisotearon esos caballos de Atila disfrazados de «coalición Seleka». Hoy nos pisotean otros, con nombres diferentes. Y creo que Centroáfrica hoy está peor que hace 35 años cuando llegué por primera vez. Seguramente hemos crecido en mil aspectos: pero en calidad de vida hemos rodado siempre para abajo, aguantando mecha y tragando traiciones. El volumen de sufrimiento del pueblo con el que vivo parece infinito. Los países limítrofes piensan en la Centroáfrica de hoy como auténticos depredadores. No se interesan por sus gentes, ni por el pueblo llano, sino por su oro, su petróleo y sus materias primas. Las multinacionales y los países que las controlan, más de lo mismo. La ONU ha mandado cascos azules marroquíes, congoleños, ruandeses, bangladesíes. Dicen de entrada que ellos no han venido a Centroáfrica a morir. Cuando hay lío se quitan de en medio. Además, he visto de cerca la vergüenza de cascos azules que caen en el chantaje de cambiar latas de conserva por sexo, incluso con chicas menores de edad. Al principio trajeron seguridad a las zonas pobladas pero ahora la gente se pregunta para qué están aquí. Actualmente vivimos zarandeados por fuerzas que nos llevan donde no queremos, por gobiernos que nos obligan a estar en una cuerda floja, por violentos que abogan por la guerra y no quieren la paz. Creo que los que tienen las de perder son sobre todo los musulmanes moderados, atacados hoy por los cuatro costados. Ojalá que, con la visita del Papa, Dios nos enseñe cómo salir de este pozo sin fondo, del laberinto donde nos encontramos porque si seguimos así, la fuerza de los violentos seguirá cayendo sobre los de siempre: sobre los mansos, los pobres y los pacíficos, los «anawin» que nunca dicen nada (sean musulmanes o no musulmanes), que no gobiernan nada, que tienen que tragar todas las culebras de la historia aunque ellos no hayan participado a alimentarlas.
 

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Rocío Lancho García

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