(ZENIT – Roma).- La Comisión Pontificia para la protección de los menores, señaló el 16 de febrero pasado que es una obligación moral denunciar a las autoridades civiles si existe sospecha fundada de un caso de abusos a menores. Sobre esta nueva norma y sobre el esfuerzo que la Iglesia está haciendo para que nunca más se repitan los casos de abusos sexuales contra menores, el sacerdote argentino Miguel Yáñez, uno de los primeros integrantes de esta Comisión, concedió esta entrevista a ZENIT que compartimos aquí con nuestros lectores.
— Padre Yáñez: Para todo aquel que esté colaborando en una estructura eclesial. Lo primero que recomendamos delante a una víctima, es la denuncia en el ámbito eclesial, para que el obispo pueda abrir un proceso canónico. Y para ello el obispo tiene que cerciorarse de que la denuncia es fundada y tiene que hacer su denuncia también a la justicia civil. En primer lugar la denuncia correspondería a la víctima o quien está a su cargo si es menor. Pero no puede quedar en el ámbito eclesiástico solamente, porque además de miembros de la Iglesia somos ciudadanos. No podemos ocultar al poder civil a un delincuente.
¿Cómo queda el secreto de confesión de un obispo si un sacerdote pedófilo se ha confesado con él?
— Padre Yáñez: Hay una regla prudencial no escrita por la cual el obispo no debe confesar a sus sacerdotes, lo mismo vale para los superiores religiosos. De esta manera tiene libertad para actuar frente a problemas que pudieran existir.
¿Es suficiente alejar a un abusador de su encargo?
— Padre Yáñez: No, porque además ya se conoce que en muchos casos el perfil de los abusadores es serial. Ahí está el mayor peligro y el error que se cometió en el pasado, y esperemos que no se siga produciendo, que el sacerdote abusador sea solamente cambiado de parroquia.
Antes se pensaba que las denuncias eran de gente que quería sacarle dinero a la Iglesia…
— Padre Yáñez: El problema es más complejo, primero porque no en todos los países las víctimas reciben dinero. En Argentina, por ejemplo, los que son sentenciados por abuso de menores van a la cárcel, y hay alguno que está allí.
¿Por qué este fenómeno no se supo gestionar debidamente?
— Padre Yáñez: Uno de los grandes problema ha sido el de la ignorancia sobre el fenómeno, incluso a nivel de psiquiatría. Hubo algún caso de un sacerdote que había abusado, a quien el obispo lo había enviado a hacer una terapia y el psiquiatra lo había declarado sanado. En cambio hoy se sabe que eso es prácticamente imposible. En algunos casos no hubo culpa del obispo porque lo llevó para que lo ‘curaran’ y el profesional le dijo que ya estaba sano. Hoy se sabe que la pedofilia se puede controlar pero no se cura.
¿Cuándo reaccionó Roma contra los abusos?
— Padre Yáñez: Con Juan Pablo II se inició una reforma del derecho canónico con medidas para intervenir en el año 2001, el problema es que no se aplicaban. Dependía mucho de cada obispo y aún hoy es necesario vigilar para que se aplique bien. Juan Pablo II, por petición del cardenal Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, asigna a esta Congregación la competencia para juzgar estos casos. Por ello el card. Ratzinger tuvo mucha información y una vez elegido Papa mejoró la legislación, y realizó gestos muy concretos como en el caso Maciel. Después pidió a las conferencias episcopales que elaboraran las líneas guías para combatir y evitar que los abusos se repitan.
Otro momento importante fue el congreso que se hizo en el 2012 aquí en la Universidad Gregoriana, en el cual participaron representantes de todas las conferencias episcopales y representantes de las víctimas.
Uno de los miembros de la Comisión, Peter Saunders, se retiró porque quería más punición que líneas guías de prevención…
— Padre Yáñez: Cuando el señor Saunders entró en la Comisión conocía la misión que teníamos, porque ya estaban los estatutos que fueron aprobados por el papa Francisco. En los primeros ocho meses éramos seis, más el cardenal y el secretario Robert Oliver, para redactar los estatutos. Entiendo que como víctima el señor Saunders tiene una gran sensibilidad que es comprensible, pero el objetivo de la Comisión es otro, si bien apoyamos su tarea como activista, pero la Comisión no tiene esa labor.
¿Cuál es la tarea de la Comisión?
— Padre Yáñez: Asesorar al Papa para proponer a la Iglesia las mejores prácticas. Y estamos disponibles para las conferencias episcopales que quieran asesoramiento. En este sentido hay experiencias muy buenas.
¿Me puede indicar alguna de las buenas prácticas?
— Padre Yáñez: El Papa ya aprobó una serie de propuestas. Una de ellas es que también los obispos sean juzgados cuando son denunciados y cubren casos o no se ocupan de ello. A veces por querer salvar la fama de la Iglesia se ocultaban casos. El Papa fue claro: no se trata de salvar el prestigio de la institución sino de salvar a las víctimas.
La mayoría de los casos de abusos vienen desde los años 60. ¿Qué sucede hoy?
— Padre Yáñez: Esto se entiende porque psicológicamente la víctima se siente culpable y esto le impide denunciar inmediatamente. Ocurre entonces que hay como una negación del abuso y la víctima se olvida prácticamente de lo sucedido y pasados diez o veinte años le vuelve a la mente. O cuando la persona que siente perturbaciones en su personalidad y va a un psicólogo o un psiquiatra y estos recuerdos emergen en el contexto de una terapia. Por ello la mayoría son casos “antiguos”.
Pero hoy en día una víctima recurre mucho más rápido que en el pasado gracias al activismo de las víctimas que ha hecho que el tema sea de conocimiento público ya que la Iglesia ha cambiado su política. Ahora están bajando el número de denuncias, deseamos que no hubiera más casos de abuso, la diferencia está en que ahora actuamos con más celeridad. Muchos obispos están comprometidos y la Iglesia está haciendo mucho más que antes, si bien queda por hacer.
El Papa les agradeció a las víctimas el coraje de destapar el caso, contrariamente esa inmundicia continuaría.
— Padre Yáñez: La Iglesia ha podido reaccionar creando una serie de medidas y políticas de tolerancia cero que se están implementando. Entre las iniciativas, la Comisión realizará un encuentro en septiembre en el que vamos a convocar a educadores de escuelas católicas para profundizar el tema de la prevención y de la educación. La tarea es enorme, porque es de concienciar a toda la comunidad cristiana, no solamente a los obispos o sacerdotes. El método más eficaz es que la comunidad tome conciencia porque el problema no es solo de la Iglesia. No nos podemos excusar, sin olvidar por ello que las estadísticas indican que la mayoría de los abusos suceden en familia, o en sus entornos. La Iglesia así podrá ser de inspiración para combatir este tipo de crímenes también en la sociedad.
¿Por qué la Comisión está dividida en subcomisiones?
— Padre Yáñez: Porque estamos llevando adelante una docena de proyectos y estos llevan su tiempo. Son medidas cautelares extremas, se trata de cambiar una cultura. Hacer una estrategia de prevención lleva tiempo y para hacer un trabajo serio necesitamos de la competencia de profesionales, como estamos haciendo, para ofrecer respuestas que vayan a la raíz de los problemas. Por ejemplo, la norma que prescribe que un sacerdote no pueda recibir a un menor estando solos en una sala está bien, pero esto no basta, porque eso es un obstáculo fácil de superar.
¿Qué clima se percibe hoy en la Iglesia respecto al pasado?
— Padre Yáñez: El cardenal Joao de Aviz habló hace unos días en una conferencia en la Universidad Gregoriana de un nuevo clima en la Iglesia, esto se percibe en la Curia romana y en diversos ámbitos. Claramente no todos han acogido este ámbito de renovación que ha abierto el papa Francisco pero se percibe un nuevo espíritu, que recupera el Evangelio e invita a dar un testimonio de Iglesia en salida. Ha cambiado el estilo en muchos aspectos, si bien todavía queda mucho por cambiar.