(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La santa misa del segundo domingo de Pascua, o de la Divina Misericordia, inició con la bendición del agua, mientras el coro de la Capilla Sixtina cantaba el ‘Vidi Acquam egredientem’.
En este típico domingo de primavera en Italia, el santo padre Francisco presidió la eucaristía, usando paramentos color crema con algunas figuras doradas y endosando el palio.
Miles de peregrinos llenaban la plaza adornada con flores y enmarcada por la majestuosa columnata del Bernini, entre ellos operadores y personas que siguen la espiritualidad de la Divina Misericordia y los participantes en el Congreso Apostólico europeo de la Misericordia.
Este año el día de la solemnidad, que es el primer domingo después de Pascua, coincide con la fecha de la primera celebración, el 3 de abril de 2005. El día anterior había fallecido san Juan Pablo II, quien instituyó la fiesta.
En esta festividad en la que Jesús prometió a su vidente, santa Faustina Kowalska, el perdón total de los pecados y penas a quien se confiese y comulgue, las lecturas e intenciones fueron leídas en diversos idiomas.
“Todos estamos llamados a ser escritores vivos del Evangelio, portadores de la Buena Noticia a todo hombre y mujer de hoy”, señaló el Papa en su homilía. Y precisó que “lo podemos hacer realizando las obras de misericordia corporales y espirituales, que son el estilo de vida del cristiano”.
Señaló que “ser apóstoles de misericordia significa tocar y acariciar sus llagas, presentes también hoy en el cuerpo y en el alma de muchos hermanos y hermanas suyos. Al curar estas heridas, confesamos a Jesús, lo hacemos presente y vivo; permitimos a otros que toquen su misericordia y que lo reconozcan como «Señor y Dios»”.
“Ser portadores de su paz: esta es la misión confiada a la Iglesia en el día de Pascua. Hemos nacido en Cristo como instrumentos de reconciliación, para llevar a todos el perdón del Padre, para revelar su rostro de amor único en los signos de la misericordia”, dijo.
“Pidamos la gracia –exhortó el Pontífice– de no cansarnos nunca de acudir a la misericordia del Padre y de llevarla al mundo; pidamos ser nosotros mismos misericordiosos, para difundir en todas partes la fuerza del Evangelio”.
Y concluyó invitando a través de las obras de misericordia a “escribir esas páginas del Evangelio que el apóstol Juan no escribió”.
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En el domingo de la Divina Misericordia el Papa inciensa a la imagen de María
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Miles de peregrinos llegados de todo el mundo participaron en este domingo de primavera europea, en la celebración instituida por san Juan Pablo II