El Papa agradece a los empleados del PMA por el trabajo escondido que realizan

El Santo Padre señala que los testimonios que murieron cumpliendo con su deber, pudieron hacerlo también gracias al trabajo de ellos – Texto completo –

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(ZENIT – Ciudad del Vaticano). El Santo Padre Francisco tuvo un encuentro este lunes, con los empleados del Programa Mundial de Alimentación (PMA), quienes estaban acompañados por sus familias y los niños que frecuentan la escuela de la infancia. Esto fue después de su discurso a la Asamblea general. Al inicio de su visita, el Papa se detuvo un momento delante del Muro de la Memoria, que recuerda a los caídos en el cumplimiento de su deber.

Dirigiéndose a los allí presentes que le recibieron de manera calurosa, les dijo que el discurso preparado estaba en español y que por lo tanto prefería dirigirles unas palabras en italiano. Así el Papa les agradeció el trabajo escondido que realizan, el cual es fundamental sea para combatir el hambre y para permitir gestos incluso heroicos, como los de los funcionarios que murieron cumpliendo con su deber.

A continuación las palabras improvisadas:
«Debería decir un discurso en español, pero la mayoría de ustedes no entienden el español sino el italiano porque viven en Italia. Además los discursos son aburridos, por ello entrego el discurso para que después se lo den. Y diré algunas palabras que me vienen espontáneamente al corazón.
Primero quiero decirles en mi feo italiano, ¡gracias!
Gracias porque ustedes hacen este trabajo escondido, el trabajo que está atrás, que no se ve pero que hace posible que todo vaya adelante. Ustedes son como los cimientos de un edificio, sin los cimientos el edificio no se mantiene.
Tantos proyectos y cosas se pueden hacer y se hacen en el mundo para luchar contra el hambre, que hacen muchas personas valientes, pero esto gracias a vuestro apoyo a vuestra ayuda escondida.
Vuestros nombres solamente aparecen en la lista del personal y al final del mes en la del sueldo y afuera nadie sabe cómo se llaman, pero vuestros nombres hacen posible este gran trabajo de luchar contra el hambre. Gracias a un pequeño trabajo, a un pequeño sacrificio escondido, grande o pequeño, tantos niños pueden comer. Tanta hambre es resuelta.  Les agradezco mucho.
Cuando yo he escuchado hablar a la directora del programa he pensado dentro de mi: esta es una mujer valiente: a courageous woman. Creo que este coraje todos ustedes lo tienen, el coraje de llevar adelante una obra desde atrás y ayudar el coraje de esas personas que se ven, porque en un cuerpo están los pies, las manos, la cara.  Está también la cara, se ve la cara pero no los pies, porque están escondidos en los zapatos.
Pero ustedes son los pies, las manos que sostienen el coraje de todos aquellos que están adelante, que han sostenido el coraje de vuestros mártires, digamos así, de vuestros testimonios. No se olviden nunca los nombres de aquellos que están escritos en el ingreso.
Ellos pudieron hacer eso por el coraje que tenían, por la fe que tenían en su trabajo y también porque estaban sostenidos por vuestro trabajo. Muchas gracias y les pido que recen por mi, para que yo también pueda hacer algo contra el hambre».

(Traducción realizada por ZENIT desde el audio)
 
A continuación el texto no pronunciado y entregado a los empleados del PMA

Señoras y Señores: ¡Buenos días!
Me alegra encontrarme con ustedes en un clima sencillo y familiar, reflejo del estilo que
anima su entrega en el servicio a tantos hermanos nuestros que hoy encuentran en ustedes uno de los rostros solidarios de la humanidad. Quisiera también tener presente a sus colegas, que diseminados por todo el mundo, colaboran con el Programa Mundial de Alimentos. A todos ustedes, gracias por su calurosa cercanía y bienvenida.
La señora Directora Ejecutiva me ha comentado la importancia del trabajo que ustedes desarrollan con gran competencia y no pocos sacrificios, de forma generosa, incluso en situaciones arduas y a menudo de inseguridad por causas naturales o humanas. La amplitud y gravedad de los problemas que afronta el PAM pide que ustedes sigan adelante, poniendo entusiasmo en todo lo que hacen, sin detenerse, siempre dispuestos a servir. Para ello cuenta mucho la formación permanente, una fina intuición y sobre todo un gran sentido de compasión, sin el cual todo lo anterior carecería de fuerza y de sentido.
El PAM ha puesto una alta misión en sus manos. El éxito de la misma depende en gran parte de no dejarse vencer por la inercia y poner en todo capacidad de iniciativa, imaginación y profesionalidad, a fin de buscar cada día vías nuevas y eficaces para derrotar la malnutrición y el hambre que sufren tantos seres humanos en diversas partes del mundo. Son ellos los que están pidiendo que les prestemos nuestra atención. Por eso es importante que ustedes no se dejen agobiar por los dosieres y alcancen a descubrir que, en cada papel, hay una historia concreta, con frecuencia dolorosa y delicada. El secreto es ver detrás de cada expediente un rostro humano que requiere ayuda. Escuchar el grito del pobre les permitirá no dejarse encasillar en fríos formularios. Todo es poco para derrotar un fenómeno tan terrible como el hambre.
El hambre es una de las mayores amenazas a la paz y a la serena convivencia humana. Una amenaza que no podemos contentarnos solamente con denunciar o estudiar. Hay que encararla con decisión y resolverla con urgencia. Cada uno de nosotros, con la responsabilidad que tiene, debe actuar en la medida de sus posibilidades para alcanzar una solución definitiva a esta miseria humana, que degrada y merma la existencia de un número muy grande de hermanos y hermanas nuestras. Y, a la hora de ayudar a cuantos la padecen cruelmente, nadie sobra ni puede limitarse a presentar una excusa, pensando que es un problema que le sobrepasa o que no le afecta.
El desarrollo humano, social, técnico y económico es el camino necesario para asegurar que cada persona, familia, comunidad o pueblo pueda afrontar sus propias necesidades. Lo cual nos está diciendo que hay que trabajar no por una idea abstracta, no por la defensa de una dignidad teórica, sino por salvaguardar la vida concreta de cada ser humano. En las zonas más pobres y deprimidas, esto significa disponer de alimentos en caso de emergencias, pero también posibilitar el acceso a medios e instrumental técnico, a puestos de trabajo, a microcréditos, y así procurar que la población local fortalezca su capacidad de respuesta a las crisis que surjan de forma repentina.
Al hablar de esto no me estoy refiriendo solamente a cuestiones materiales. Se trata ante todo de un compromiso moral que permita mirar con responsabilidad a la persona que tengo a mi lado, así como al objetivo general de todo el Programa. Ustedes están llamados a sostener y defender este compromiso mediante un servicio que sólo a primera vista puede parecer exclusivamente de carácter técnico. En cambio, lo que ustedes llevan a cabo son acciones que necesitan una gran fuerza moral, porque contribuyen a la edificación del bien común en cada país y en toda la comunidad internacional.
Frente a tantos retos, ante los peligros y trastornos que continuamente surgen, da la impresión de que el futuro de la humanidad solamente consistirá en responder a pruebas y riesgos cada vez más concatenados y difíciles de predecir, tanto en su amplitud como en su complejidad. Lo saben bien por propia experiencia. Pero esto no nos debe desanimar. Anímense y ayúdense para no dejar entrar en sus corazones la tentación de la desconfianza o de la indiferencia. Más bien, crean firmemente que el quehacer diario de todos ustedes está contribuyendo a convertir nuestro mundo en un mundo con rostro humano, en un espacio que tenga como puntos cardinales la compasión, la solidaridad, la ayuda recíproca y la gratuidad. Cuanto más grande sea su generosidad, su tenacidad, su fe, en mayor grado la cooperación multilateral podrá hallar adecuadas soluciones a los problemas que tanto nos preocupan, podrá agrandar las visiones parciales e interesadas y abrir caminos novedosos a la esperanza, el justo desarrollo humano, la sostenibilidad y la lucha por cerrar la brecha a las injustas desigualdades económicas, que tanto hieren a los más vulnerables.
Sobre cada uno de ustedes, sobre sus familias y el trabajo que desempeñan en el PAM, invoco abundantes bendiciones divinas. Les ruego que recen por mí, cada uno en su interior, o al menos que cuando piensen en mí lo hagan en positivo. Mucho lo necesito. Muchas gracias.
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Sergio Mora

Buenos Aires, Argentina Estudios de periodismo en el Istituto Superiore di Comunicazione de Roma y examen superior de italiano para extranjeros en el Instituto Dante Alighieri de Roma. Periodista profesional de la Associazione Stampa Estera en Italia, y publicista de la Orden de periodistas de Italia. Fue corresponsal adjunto del diario español El País de 2000 a 2004, colaborador de los programas en español de la BBC y de Radio Vaticano. Fue director del mensual Expreso Latino, realizó 41 programas en Sky con Babel TV. Actualmente además de ser redactor de ZENIT colabora con diversos medios latinoamericanos.

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