(ZENIT – México).- P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, director espiritual y profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: Esta fiesta es la explosión de la victoria de Dios. El dragón y Dios frente a frente, ¿quién ganará?
Síntesis del mensaje: La fiesta de la Asunción es un día de alegría. Dios ha vencido. El amor ha vencido. Ha vencido la vida. Se ha puesto de manifiesto que el amor es más fuerte que la muerte, que Dios tiene la verdadera fuerza, y su fuerza es bondad y amor. María fue elevada al cielo en cuerpo y alma. En Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre. Él mismo lo dijo. La hizo madre nuestra cuando dijo al discípulo y a todos nosotros: “He aquí a tu madre”. En el cielo tenemos una madre. El cielo está abierto; el cielo tiene un corazón.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, el dragón quiso devorar a esa Mujer –símbolo de María- y el fruto de sus entrañas, Jesús (1ª lectura). ¿Qué pasó en esa batalla? La “mujer vestida de sol” es el gran signo de la victoria del amor, de la victoria del bien, de la victoria de Dios. Un gran signo de consolación. Pero esta mujer que sufre, que debe huir, que da a luz con gritos de dolor, también es la Iglesia, la Iglesia peregrina de todos los tiempos. En todas las generaciones debe dar a luz de nuevo a Cristo, darlo al mundo con gran dolor, con gran sufrimiento. Perseguida en todos los tiempos, vive casi en el desierto perseguida por el dragón. Pero en todos los tiempos la Iglesia, el pueblo de Dios, también vive de la luz de Dios y —como dice el Evangelio— se alimenta de Dios, se alimenta con el pan de la sagrada Eucaristía. Así, la Iglesia, sufriendo, en todas las tribulaciones, en todas las situaciones de las diversas épocas, en las diferentes partes del mundo, vence. Es la presencia, la garantía del amor de Dios contra todas las ideologías del odio y del egoísmo.
En segundo lugar, también hoy el dragón quiere devorar al Dios que se hizo niño. No temamos por este Dios aparentemente débil. La lucha es algo ya superado. También hoy este Dios débil es fuerte: es la verdadera fuerza. Así, la fiesta de la Asunción de María es una invitación a tener confianza en Dios y también una invitación a imitar a María en lo que ella misma dijo: “¡He aquí la esclava del Señor!, me pongo a disposición del Señor”. Esta es la lección: seguir su camino; dar nuestra vida y no tomar la vida. Precisamente así estamos en el camino del amor, que consiste en perderse, pero en realidad este perderse es el único camino para encontrarse verdaderamente, para encontrar la verdadera vida.
Finalmente, esta solemnidad nos llena de esperanza y alegría, porque el triunfo de Cristo –primicia de todos los que han muerto, 2ª lectura- y de su Madre se proyecta a la Iglesia y a toda la humanidad. En María se condensa nuestro destino. Al igual que su “sí” fue como representante del nuestro, también el “sí” de Dios a Ella, glorificándola, es un “sí” a todos nosotros, sus hijos; nos espera ese destino donde está la Madre. Reflexionemos en estas palabras de una homilía del Papa emérito Benedicto XVI: “María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está “dentro” de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como “madre” -así lo dijo el Señor-, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros. En este día de fiesta demos gracias al Señor por el don de esta Madre y pidamos a María que nos ayude a encontrar el buen camino cada día. Amén” (15 de agosto 2015).
Para reflexionar: ¿Tengo fe en que mi cuerpo también resucitará? ¿Me acompaña María en mi caminar hacia Dios y me hace desear el cielo, donde Ella nos espera como Madre e Intercesora? ¿Durante mi trayecto a la eternidad voy entonando el “Magnificat”, junto con María o voy quejándome y maldiciendo mi suerte?
Para rezar:
Alégrate y gózate Hija de Jerusalén
mira a tu Rey que viene a ti, humilde,
a darte tu parte en su victoria.
Eres la primera de los redimidos
porque fuiste la adelantada de la fe.
Hoy, tu Hijo, te viene a buscar, Virgen y Madre:
“Ven amada mía”,
te pondré sobre mi trono, prendado está el Rey de tu belleza.
Te quiero junto a mí para consumar mi obra salvadora,
ya tienes preparada tu “casa” donde voy a celebrar
las Bodas del Cordero:
Hoy, tu sí, María, tu fiat, se encuentra con el sí de Dios
a su criatura en la realización de su alianza,
en el abrazo de un solo sí.
Amén.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org.
Imagen de María en la Plaza de España (Foto ZENIT cc)
Comentario a la liturgia – Solemnidad de la Asunción de María
15 de agosto Ciclo C Textos: Ap 11, 19 a ; 12, 1-6 a.10ab; 1 Co 15, 20-26; Lc 1, 39-56