Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4: “El justo vivirá por su fe”
Salmo 94: “Señor, que no seamos sordos a tu voz”
II Timoteo 1, 6-8, 13-14: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor”
San Lucas 17, 5-10: “¡Si ustedes tuvieran fe…!”
Hay quienes ante las grandes tragedias no se conforman con lamentarse o renegar de las situaciones. Así ha sucedido en el Albergue de Jesús el Buen Pastor, en Tapachula. Ante la ola de migrantes y refugiados que invaden la frontera Sur de nuestro México, hay quienes cierran los ojos, quienes acusan a los gobiernos o quienes se sienten amenazados. Una mujer, débil y sola, abre las puertas de su casa primero a un migrante, después se van se agregan más… los cuartos de la pequeña casa son insuficientes para tantos que buscan cobijo y protección. Ahora, en un terreno mucho más grande, con más construcción, con nuevas instalaciones, se recibe a un gran número de migrantes y para muchos es la Betania de espera mientras se confirma su situación de refugiados. Algunos, desahuciados, encuentran el consuelo de unas manos y una sonrisa que los conforta. “Todo lo hemos ido construyendo con el esfuerzo de los mismos migrantes. Todos colaboramos y todos trabajamos. No crea Usted, que lo hemos recibido fácil. Nos ha costado sudor y lágrimas, pero cuando se quiere se puede”.
Los reproches del profeta Habacuc frente al silencio del Señor cuando su país se llena de injusticias y de opresión, los podríamos retomar mirando la realidad actual. Pero también conviene que hagamos nuestras las palabras que anuncian un brote de esperanza en medio de la oscuridad: “Es todavía una visión de algo lejano pero que viene corriendo y no fallará; si se tarda espéralo, pues llegará sin falta… El justo vivirá por su fe”. Jesús eso espera de sus discípulos: una fe firme y el servicio generoso y constante, sin esperar recompensa. Y vaya que si se necesita tener fe en estos momentos. Por todas las noticias, porque aún los que creíamos más rectos nos han fallado, porque la corrupción está por todas partes, vivimos un momento de desencanto, de indiferencia y de escepticismo. Nuestra misma Iglesia se siente sacudida porque hemos tenido fuertes y duros fracasos que hacen dudar a muchos creyentes, que solamente ponen su fe en las personas y no en Jesús. El Papa Francisco es el primero en reconocer y pedir que reconozcamos esta situación, pero también es el primero que nos lanza con optimismo y renovado esfuerzo a seguir construyendo la esperanza.
Es alentador y edificante descubrir a hermanos y hermanas con una gran fe, que con pequeñas obras en estos momentos difíciles, siguen sembrando a pesar de los malos tiempos. Cómo es cierto que cuando una puerta se cierra hay otras que se abren. Pero a veces estamos tan aturdidos y obstinados mirando la única puerta cerrada que no percibimos las posibilidades de otras puertas que se pueden abrir ¡Qué diferente es el actuar de Jesús! No me lo imagino pensando como un fracasado a pesar de las dificultades. Por eso nos enseña hoy que «Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza podrían decir a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería”.
Y no se trata de andar cambiando de sitio los árboles, sino de algo mucho más profundo: llenar el vacío que hay en el corazón, dar esperanza al que se siente desalentado. La fe en Jesús es saberse en manos del Señor que nos ama. Es apreciar el regalo de amor de Dios a pesar de las dificultades. Por eso aconseja el Apóstol Pablo a Timoteo: “Te recomiendo que reavives el Don de Dios… porque el Señor no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza y de amor”. Es actuar conforme a ese espíritu que nos ha regalado el Señor. La fe no es una espera inoperante dejando todo en manos de Dios. Todo lo contrario, es el compromiso, serio y callado, de quien ha experimentado la resurrección de Jesús en sí mismo y por eso puede lanzarse a superar todos los obstáculos.
Nos ofrece el Señor Jesús, en este día, otra rica enseñanza, quizás olvidada por nosotros: servir generosa y desinteresadamente. Alguien proponía que actualmente lo importante no es poner un huevo, sino saber cacaraquearlo. Y así, hay quienes hacen mucho ruido y pocas obras. Si creyéramos toda la propaganda que se nos presenta, las grandes obras realizadas, los proyectos concluidos… seguramente pensaríamos vivir en el país de Jauja. Pero se gasta más en la publicidad que en las mismas obras. Nos vemos saturados de propaganda, de papeles, de promesas, pero ¡qué pocas obras! Por eso Jesús nos invita a actuar desde lo pequeño, desde el granito de mostaza, a hacerlo con mucha fe y con mucha esperanza y a hacerlo con todo silencio y con toda humildad. ¿Es difícil? Claro que lo es, por eso los apóstoles suplican a Jesús: “Auméntanos la fe”, porque frente al fracaso tienen la tentación de la huida y a la hora del triunfo se enorgullecen como si todo lo hubieran hecho ellos. ¡Cuántos ejemplos de servicio callado y humilde tenemos en nuestras familias, en nuestras comunidades, en nuestros pueblos! Y no son los que aparecen en los titulares de los periódicos, pero con cuánta verdad viven el Evangelio. Hay problemas y dificultades en nuestro mundo pero también hay quien vive plenamente la Palabra de Dios y después sencillamente dice: “No somos más que siervos, sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer”, como lo pide Jesús. Por eso, a pesar de los graves nubarrones que nos señala el Papa Francisco termina diciéndonos: “Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. El verdadero cristiano no puede ser pesimista, tiene que vivir la esperanza, engendrar la esperanza y difundir la sana esperanza”
La fe es también creerle a Él, creer que es verdad que nos ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente, que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y con su infinita creatividad. Jesús no ha resucitado en vano. ¡No nos quedemos al margen de esa marcha de la esperanza viva! ¡Seamos sembradores de esperanza!
Señor Jesús, la luz de nuestro camino, concédenos un corazón valiente y animoso para construir tu Reino y un espíritu de servicio y humildad para reconocer que eres Tú quien lo está construyendo. Amén.
Mosaico en la antigua Iglesia de Santa Sofía (Estambul).
Sembrar esperanza – XXVII Domingo Ordinario
XXVII Domingo del Tiempo Ordinario