Niños migrantes cruzan la frontera (Foto SJR Sergi Camara -Croacia - 2015)

Niños migrantes cruzan la frontera (Foto SJR Sergi Camara -Croacia - 2015)

Francisco pide "protección, integración y soluciones estables" al drama de los menores migrantes

El Papa reflexiona sobre «Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz» en el mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado

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(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha llamado la atención sobre la realidad de los emigrantes menores de edad, especialmente los que están solos, instando a todos a hacerse cargo de los niños, que se encuentran desprotegidos. Es el centro del mensaje publicado este jueves, para la 103ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el domingo, 15 de enero 2017, con el título «Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz».
De este modo, el Papa recuerda que “la emigración no es un fenómeno limitado a algunas zonas del planeta”, sino que “afecta a todos los continentes” y “está adquiriendo cada vez más la dimensión de una dramática cuestión mundial”.
Asimismo, observa que no se trata sólo de personas “en busca de un trabajo digno o de condiciones de vida mejor”, sino también de personas “que se ven obligadas a abandonar sus casas con la esperanza de salvarse” y “encontrar en otros lugares paz y seguridad”. Al respecto indica que son principalmente los niños quienes más sufren “las graves consecuencias de la emigración”, casi siempre “causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales”, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos.
Por eso advierte que “la carrera desenfrenada” hacia un enriquecimiento rápido y fácil lleva consigo también “el aumento de lacras monstruosas como el tráfico de niños” y “la explotación y el abuso de menores”.
Tal y como recuerda el Papa, “todos los niños tienen derecho a jugar y a realizar actividades recreativas, tienen derecho en definitiva a ser niños”. Sin embargo, “los niños constituyen el grupo más vulnerable entre los emigrantes”, porque, “mientras se asoman a la vida, son invisibles y no tienen voz”.
Los niños emigrantes –asevera Francisco– acaban fácilmente en lo más bajo de la degradación humana, donde la ilegalidad y la violencia queman en un instante el futuro de muchos inocentes, mientras que la red de los abusos a los menores resulta difícil de romper.
El Santo Padre se pregunta en el mensaje cómo responder a esta realidad.  En primer lugar, propone ser conscientes de que “el fenómeno de la emigración no está separado de la historia de la salvación”. Este fenómeno es “un signo de los tiempos”, “un signo que habla de la acción providencial de Dios en la historia y en la comunidad humana con vistas a la comunión universal”. Sin ignorar los problemas ni los dramas y tragedias de la emigración, “la Iglesia anima a reconocer el plan de Dios, incluso en este fenómeno, con la certeza de que nadie es extranjero en la comunidad cristiana”.
También es necesario, indica Francisco, centrarse en la protección, la integración y en soluciones estables. Según explica el Pontífice en el mensaje, hay muchos factores que contribuyen a crear un estado de vulnerabilidad en los emigrantes, especialmente si son niños. Entre ellos señala, la indigencia y la falta de medios de supervivencia ―a lo que habría que añadir las expectativas irreales inducidas por los medios de comunicación―; el bajo nivel de alfabetización; el desconocimiento de las leyes, la cultura y, a menudo, de la lengua de los países de acogida.
Al respecto, el Papa asegura que el impulso más fuerte hacia la explotación y el abuso de los niños viene a causa de la demanda. Por eso, indica que si no se encuentra el modo de intervenir con mayor rigor y eficacia ante los explotadores, “no se podrán detener las numerosas formas de esclavitud de las que son víctimas los menores de edad”.
Además, el Santo Padre subraya que es necesario que los inmigrantes, precisamente por el bien de sus hijos, “cooperen cada vez más estrechamente con las comunidades que los acogen”. Es importante –añade– que se implemente una cooperación cada vez más eficaz y eficiente, basada tanto en el intercambio de información como en la intensificación de unas redes capaces que puedan asegurar intervenciones tempestivas y capilares.
En segundo lugar, el Papa señala que “es necesario trabajar por la integración de los niños y los jóvenes emigrantes”. En esta misma línea, el Santo Padre recuerda que la situación de los emigrantes menores de edad se agrava cuando se encuentran en situación irregular o cuando son captados por el crimen organizado. Y terminan con frecuencia en centros de detención. En esos casos –asegura– el derecho de los Estados a gestionar los flujos migratorios y a salvaguardar el bien común nacional se tiene que conjugar con “la obligación de resolver y regularizar la situación de los emigrantes menores de edad”, respetando su dignidad y tratando de responder a sus necesidades. Por eso sigue siendo crucial que se adopten procedimientos nacionales y planes de cooperación entre países “para eliminar las causas de la emigración forzada de los niños”.
En tercer y último lugar, el Papa hace un llamamiento “para que se busquen y adopten soluciones permanentes”. Asegurando que este asunto se debe afrontar desde la raíz, precisa que las guerras, la violación de los derechos humanos, la corrupción, la pobreza, los desequilibrios y desastres ambientales “son parte de las causas del problema”. Los niños –advierte– son los primeros en sufrirlas, padeciendo a veces torturas y castigos corporales, que se unen a las de tipo moral y psíquico, dejándoles a menudo huellas imborrables.
Afrontar en los países de origen las causas que provocan la emigración requiere “el compromiso de toda la Comunidad internacional” para “acabar con los conflictos y la violencia que obligan a las personas a huir”. Además, se requiere también “una visión de futuro”, que sepa proyectar “programas adecuados para las zonas afectadas por la inestabilidad” y “por las más graves injusticias”, para que a todos se les garantice el acceso a un desarrollo auténtico que promueva el bien de los niños y niñas, esperanza de la humanidad.
 

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Rocío Lancho García

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