P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: la tentación es compañera de viaje aquí en la tierra.
Resumen del mensaje: Dios por amor crea al hombre y a la mujer para hacerles partícipes de su amor. El enemigo, envidioso del amor que Dios tenía a estas primeras creaturas humanas, les asedió con la más terrible de las tentaciones, la soberbia, “seréis como dioses”, invitándoles a que se desligaran de Dios como él había hecho. Ellos cayeron. Y las consecuencias fueron desastrosas, no sólo para ellos, sino para toda la humanidad, pues de ellos heredamos el pecado original, y los frutos del mismo: pecado y más pecado (primera lectura). Si creció el pecado, más abundante fue la gracia en Cristo Jesús que nos justificó (segunda lectura), venciendo al enemigo y haciéndonos partícipes de su victoria (evangelio).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, la tentación de nuestros primeros padres, Adán y Eva, fue diabólica. Nada menos que desterrar a Dios de sus vidas para ser como Dios, sin depender de nadie ni obedecer a nadie. Es el pecado de la soberbia que el enemigo inoculó en las facultades nobles que Dios había puesto en sus primeras creaturas para hacerles partícipes de su amor y ternura: mente para conocer a Dios, voluntad para elegir a Dios y servirle, y corazón para amarlo. La tristeza y la decepción de Dios Padre fue inmensa. No se esperaba eso. No se merecía eso.
En segundo lugar, menos mal que vino Jesús para enseñarnos a luchar contra las tentaciones y para darnos la fuerza para vencerlas. Las tres tentaciones de Jesús abarcan los tres campos atractivos para todos: el ansia de disfrutar, el deseo de vanidad y la ambición del poder. Tentaciones que atentaban su misión como Mesías y Salvador: llevarle a un mesianismo triunfal, fácil, favorable a sí mismo, con prestigio y poder. De todas estas tentaciones Jesús sale vencedor y se mantiene fiel y totalmente disponible al plan salvador de Dios, dándonos el ejemplo a seguir y la gracia para vencer, que pasará por la oración, el sacrificio y los sacramentos.
Finalmente, la Cuaresma es tiempo propicio para ir con Jesús al desierto y fortalecer los músculos de nuestra alma y así estar preparados para los embates de las tentaciones de nuestro enemigo. Nuestras tentaciones tienen el mismo sabor que las de Jesús, pues el enemigo conoce muy bien nuestro talón de Aquiles. ¿Queremos vencer las tentaciones? Aliémonos, como Jesús, a la Palabra de Dios que es espada bien afilada, hagamos ayuno de todo aquello que nos corrompe la voluntad y mancha la afectividad; alimentémonos con los sacramento, y no hagamos caso a las mentiras y propuestas del enemigo.
Para reflexionar: Dice san Agustín: “¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas que venció la tentación? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete a ti mismo victorioso en él”. ¿Cuáles son tus tentaciones más frecuentes? ¿Qué medios pones para vencerlas?
Para rezar: recemos con el salmo 140, 1-9
1Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
2Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
3Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
4no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.
5Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.
6Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
7como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
8Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
9guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.