Jesús cura a un leproso

Cuaresma para conversión

¿Qué tiene esto que ver con los acontecimientos actuales?

Share this Entry

Estamos iniciando la Cuaresma, que es un tiempo de gracia que Dios nos concede para revisarnos, para morir con Cristo a cuanto sea contrario a su Evangelio, y resucitar con El a una vida centrada en el amor a Dios y al prójimo. ¿Qué tiene esto que ver con los acontecimientos actuales?
Con el incremento de medidas racistas y antimigrantes en los Estados Unidos, y con la ampliación del muro que divide nuestros países, aumentarán las deportaciones, pero las migraciones no se van a detener. Disminuirán las personas que intentan pasar, pero la pobreza, el hambre, la violencia y la inseguridad en el Sur, impulsan a muchos a exponerse a todos los peligros imaginables, con tal de encontrar una oportunidad de un trabajo mejor remunerado, huir de la miseria y de las pandillas de los “maras” y, sobre todo, para reencontrarse con sus familias que ya viven allá.
¿Qué nos pide Dios que hagamos por los deportados y por los migrantes que siguen pasando por nuestro territorio?
PENSAR
El Papa Francisco, en su mensaje para esta Cuaresma, nos dice:
“El otro es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano. La primera invitación es abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido.
La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor”.
El Papa nos advierte de lo que puede estar en el fondo de estos problemas: “La corrupción del pecado: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico. El dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz. La codicia del rico lo hace vanidoso. El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación.
La raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que lleva a no amar a Dios y, por tanto, a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano”.
ACTUAR
¿Qué hacer ante las deportaciones y las migraciones que no se detienen? Ante todo, que en nuestros países se generen mejores condiciones de vida, más empleo y más oportunidades de desarrollo. Que se apoye más al campo, para que nuestro potencial agrícola sea una fuente no sólo de sobrevivencia, sino de autosuficiencia. Aunque sea con limitaciones, se puede vivir dignamente en familia.
Si el presidente de los Estados Unidos quiere proteger la seguridad de su país y su economía, que encuentren formas de evitar que haya tantos consumidores de drogas allá, pues son ellos quienes la solicitan desde el Sur y la pagan. La culpa no es sólo del Sur; es sobre todo del Norte. Y que controlen la venta de armas, para que tengan más seguridad. No la quieren restringir, porque su producción es uno de los soportes fuertes de su economía. Por otra parte, si todos los recursos económicos que van a emplear para defender su frontera, los invirtieran en generar empleos en nuestros países, disminuiría la migración clandestina. Y si, como hace Canadá, Estados Unidos ampliara más la cuota de trabajadores temporales documentados, otro sería el panorama.
Mientras tanto, seguiremos ofreciendo a los migrantes centroamericanos que pasan por nuestro territorio, una estancia digna y segura en nuestros albergues que hemos implementado para ellos. Y que seamos más solidarios con quienes encontremos en la calle.
“Que el Espíritu Santo nos guie a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados”.

Share this Entry

Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación

@media only screen and (max-width: 600px) { .printfriendly { display: none !important; } }