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Mons. Felipe Arizmendi: Candidatos Humildes o engreidos

Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas

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Ya estamos hartos de tanta propaganda electoral. Lo que más molesta es el tono de las afirmaciones que hacen los candidatos, tanto los presidenciables como los de otros niveles. Se proponen como los únicos que saben lo que se debe hacer, como los que tienen la solución a todos los problemas que nos aquejan; por tanto, como la mejor opción. Se insultan, se desprecian, se calumnian, intentan destruir a los otros y quedarse con el puesto al que aspiran. Pareciera que todos los demás, menos ellos, son corruptos, ignorantes, despreciables, incapaces, desechables por consiguiente. Nadie se muestra humilde; nadie reconoce sus limitaciones y sus errores; nadie valora lo bueno que los demás tienen; nadie aprende de los otros, sino que los otros deben aprender de él. No se escuchan, sino que están pendientes de los errores ajenos, para criticarlos y noquearlos. ¿Hay candidatos humildes, sabios, maduros, abiertos a aprender de los demás, o todos son orgullosos, engreídos, agresivos, impositivos?

Una persona sabia y madura, es la que tiene apertura para escuchar con serenidad a los demás, para aprender de ellos, para analizar los propios puntos de vista y estar dispuesto a cambiarlos o matizarlos. Para esto, se requiere mucha humildad. De esto depende la grandeza de alguien. Los engreídos, los que se imaginan tener siempre y en todo la razón, esos no están dispuestos a escuchar, a valorar opciones diferentes, a aprender de los demás. Se hacen insoportables, orgullosos, vanidosos y prepotentes. Si les dices sus verdades, arremeten contra ti, te descalifican y quisieran deshacerte.

PENSAR

El Papa Francisco, en su exhortación sobre La alegría del amor, dice algo que es muy importante para la vida en familia, pero que vale también para la política y los procesos electorales: “A veces ocurre que los supuestamente más adelantados, se vuelven arrogantes e insoportables. La actitud de humildad aparece aquí como algo que es parte del amor, porque para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón, es indispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad. Jesús recordaba a sus discípulos que en el mundo del poder cada uno trata de dominar a otro, y por eso les dice: «No ha de ser así entre vosotros» (Mt 20,26). La lógica del amor cristiano no es la de quien se siente más que otros y necesita hacerles sentir su poder, sino que «el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro servidor» (Mt 20,27). En la vida familiar no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros, o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso, porque esa lógica acaba con el amor. También para la familia (y la política) es este consejo: «Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes» (1 P 5,5)” (AL 98).

Y en una de sus homilías en Santa Marta, dijo: “Si buscamos en nuestra vida, en nuestras actitudes, ¡cuántas veces el argumento de nuestras conversaciones es juzgar a los otros! Quizá en forma natural nos nace decir: Eso no está bien. Pero, ¿quién te ha hecho juez? Juzgar a los demás es algo feo, porque el único juez es el Señor. Jesús reconoce esta tendencia nuestra a juzgar a los otros y nos avisó: Estate atento, porque en la medida en la que tú juzgas, serás juzgado. Si tú eres misericordioso, Dios será misericordioso contigo.

Podemos hacernos esta pregunta: En las reuniones que tenemos, una comida, lo que sea, de dos horas de duración, de esas dos horas, ¿cuántos minutos se han gastado para juzgar a los otros? Pensemos un poco en esto: ¿Yo juzgo a los otros? ¿Cómo juzgo? De la misma forma, yo seré juzgado. ¿Soy misericordioso con los otros? De la misma forma, Dios será misericordioso conmigo. Podemos tomar algunos minutos para pensar en estas cosas, y nos hará bien. Cada uno de nosotros conoce sus propios pecados. Por eso, no debo juzgar” (26-II-2018).

A los jóvenes del Pre-Sínodo: “Se habla con valentía: Lo que siento, lo digo; y si alguno se siente ofendido, pido perdón y voy adelante. Pero es necesario escuchar con humildad. Si habla el que no me gusta, debo escuchar más, porque cada uno tiene el derecho de ser escuchado, como cada uno tiene el derecho de hablar” (19-III-2018).

ACTUAR

Seamos sabios para escuchar, humildes para reconocer nuestras limitaciones, sencillos para cambiar actitudes y opiniones, maduros para aprender de los demás. Así, se ennoblece la política.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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