Marcha en Jalisco, México, a favor de la familia

Marcha en Jalisco, México, a favor de la familia. (Frame en Facebook frente nacional por la familia)

Mons. Felipe Arizmendi: "Es tiempo de rehabilitar la política"

Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas

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VER
Ante el ambiente tenso que vive el país por el proceso electoral, muchas personas menosprecian la política, como si fuera un permanente campo de batalla para enriquecimiento de unos cuantos, como si fuera una lucha para lograr un poder por tres o por seis años a costa de lo que sea, como si fuera una contienda por descalificar a los otros y presumir de sí mismo como la mejor opción. Por ello, según encuestas no muy remotas, son los partidos políticos los que, entre la población, tienen el menor crédito, la menor confianza.
Hay mucha gente sencilla de nuestro pueblo que aprovecha este tiempo de campañas electorales sólo como oportunidad de recibir regalos de los candidatos, aunque después ni siquiera se moleste por ir a votar. Otros sólo se fijan en qué ofrece un candidato, sin analizar su capacidad real de llevar a cabo lo que propone. Se ha degradado la política por la prevalencia del dinero, pues parece que gana el que más invierte en publicidad y en obsequios, no quien es mejor persona y quien garantiza una vida mejor para la mayoría.
Pareciera que los debates y las confrontaciones entre los contendientes a un puesto público sólo consistieran en demoler a los otros, en vez de dialogar y buscar consensos. Nadie tiene la verdad completa y absoluta; sólo Dios. Unos pueden aprender de los otros, si son humildes y sabios. Aunque digan que se copian propuestas, lo importante es el bien de la comunidad.
Es necesario rehabilitar la dignidad de la política, pues el desgaste de sí mismo para la vida digna del pueblo, es muy noble y encomiable. Un verdadero servidor público es digno de nuestra confianza.
PENSAR
El Papa Francisco, en un videomensaje dirigido a los participantes en un encuentro de católicos con responsabilidades políticas, promovido por el CELAM en Bogotá, expresó: “Estoy seguro que todos sentimos la necesidad de rehabilitar la dignidad de la política. Si me refiero a América Latina, ¡cómo no observar el descrédito popular que están sufriendo todas las instancias políticas, la crisis de los partidos políticos, la ausencia de debates políticos de altura que apunten a proyectos y estrategias nacionales y latinoamericanas que vayan más allá de las políticas de cabotaje! Además, con frecuencia el diálogo abierto y respetuoso que busca las convergencias posibles con frecuencia se sustituye por esas ráfagas de acusaciones recíprocas y recaídas demagógicas.
Falta también la formación y el recambio de nuevas generaciones políticas. Por eso los pueblos miran de lejos y critican a los políticos y los ven como corporación de profesionales que tienen sus propios intereses o los denuncian airados, a veces sin las necesarias distinciones, como teñidos de corrupción. Esto nada tiene que ver con la necesaria y positiva participación de los pueblos, apasionados por su propia vida y destino, que tendría que animar la escena política de las naciones.
Lo que es claro es que se necesitan dirigentes políticos que vivan con pasión su servicio a los pueblos, que vibren con las fibras íntimas de su ethos y cultura, solidarios con sus sufrimientos y esperanzas; políticos que antepongan el bien común a sus intereses privados, que no se dejen amedrentar por los grandes poderes financieros y mediáticos, que sean competentes y pacientes ante problemas complejos, que estén abiertos a escuchar y aprender en el diálogo democrático, que combinen la búsqueda de la justicia con la misericordia y la reconciliación.
No nos contentemos con la poquedad de la política: necesitamos dirigentes políticos capaces de movilizar vastos sectores populares en pos de grandes objetivos nacionales y latinoamericanos. Tenemos que encaminarnos hacia democracias maduras, participativas, sin las lacras de la corrupción, o de las colonizaciones ideológicas, o las pretensiones autocráticas y las demagogias baratas”(1-XII-2017).
ACTUAR
Con la oración también se hace buena política. Oremos al Espíritu Santo, para que nos ilumine y tomemos una buena decisión a la hora de votar, para que purifique a los candidatos de los vicios de una política inmadura y violenta, y para que los fortalezca en sus buenas opciones de servicio al pueblo.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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