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Mons. Felipe Arizmendi: "Opción por los jóvenes, desde Aparecida"

Impulso a la Pastoral de Juventud en las comunidades eclesiales

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+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas
VER
Ha concluido en Roma el Sínodo sobre los jóvenes. Se aprobó el documento final, que contiene 167 puntos, todos con más de dos tercios favorables de los 249 votantes. Se entregó al Papa, para que le sirva de base al elaborar la Exhortación Post-Sinodal, que se publicará en su momento oportuno.
Al término de la Misa en San Pedro, se leyó un mensaje de los padres sinodales a los jóvenes, aprobado por la mayoría. Entre otras cosas, les dicen: “Que nuestras debilidades no les desanimen; que la fragilidad y los pecados no sean la causa de perder su confianza. La Iglesia es su madre. La Iglesia no los abandona y está dispuesta a acompañarles. La Iglesia y el mundo tienen necesidad urgente de su entusiasmo. Háganse compañeros de camino de los más débiles, de los pobres, de los heridos por la vida. Son el presente; sean el futuro más luminoso”.
En nuestras parroquias y diócesis, hay grupitos de jóvenes, pero a veces se reducen a cantar en las misas, a reuniones semanales con pocos participantes. Muchos otros están alejados, a quienes no llegamos; sólo los juzgamos y condenamos. Nos hace falta mucha más creatividad. En mi diócesis anterior, iniciamos unos retiros de fines de semana con ellos, que por su sugerencia llamamos “desiertos espirituales”, con unos diez temas, que ellos mismos compartían, después de prepararlos conjuntamente conmigo. A mí me dejaban éste: La dimensión social de la fe. Eran muy profundos, pues teníamos también momentos de adoración al Santísimo en silencio. Lamentablemente no les dimos continuidad, pero hay frutos muy consoladores.
Actualmente, doy un servicio de asesoría espiritual en una universidad privada, no confesional, un día completo a la semana, para escuchar a quienes deseen compartir su vida, jóvenes universitarios, profesores, padres de familia y trabajadores. Es enorme la necesidad de ser escuchados y orientados.
PENSAR
En artículos precedentes, he traído a colación algo de lo que, sobre la atención de la Iglesia a los jóvenes, se ha dicho en las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, desde Río de Janeiro (1955), Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992). Ahora resalto algo de lo que expresamos en Aparecida (2007):
“Merece especial atención la etapa de la adolescencia. Los adolescentes no son niños ni son jóvenes. Están en la edad de la búsqueda de su propia identidad, de independencia frente a sus padres, de descubrimiento del grupo. En esta edad, fácilmente pueden ser víctimas de falsos líderes constituyendo pandillas. Es necesario impulsar la pastoral de los adolescentes, con sus propias características, que garantice su perseverancia y el crecimiento en la fe. El adolescente busca una experiencia de amistad con Jesús” (DA 442).
“Los jóvenes y adolescentes constituyen la gran mayoría de la población de América Latina y de El Caribe. Representan un enorme potencial para el presente y futuro de la Iglesia y de nuestros pueblos, como discípulos y misioneros del Señor Jesús. Los jóvenes son sensibles a descubrir su vocación, a ser amigos y discípulos de Cristo. Están llamados a ser “centinelas del mañana”, comprometiéndose en la renovación del mundo a la luz del Plan de Dios”(DA 443). 
“Constatamos con preocupación que innumerables jóvenes de nuestro Continente atraviesan por situaciones que les afectan significativamente: las secuelas de la pobreza, que limitan el crecimiento armónico de sus vidas y generan exclusión; la socialización, cuya transmisión de valores ya no se produce primariamente en las instituciones tradicionales, sino en nuevos ambientes no exentos de una fuerte carga de alienación; su permeabilidad a las formas nuevas de expresiones culturales, producto de la globalización, lo cual afecta su propia identidad personal y social. Son presa fácil de las nuevas propuestas religiosas y pseudo religiosas. La crisis, por la que atraviesa la familia hoy en día, les produce profundas carencias afectivas y conflictos emocionales”(DA 444).             
ACTUAR
En Aparecida (No. 446) se sugieren algunas líneas de acción: 
“Renovar, en estrecha unión con la familia, de manera eficaz y realista, la opción preferencial por los jóvenes, dando nuevo impulso a la Pastoral de Juventud en las comunidades eclesiales (diócesis, parroquias, movimientos, etc.). 
Proponer a los jóvenes el encuentro con Jesucristo vivo y su seguimiento en la Iglesia, a la luz del Plan de Dios, que les garantiza la realización plena de su dignidad de ser humano, les impulsa a formar su personalidad y les propone una opción vocacional específica: el sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio. Durante el proceso de acompañamiento vocacional se irá introduciendo gradualmente a los jóvenes en la oración personal y la lectio divina, la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación, la dirección espiritual y el apostolado. 
Privilegiar en la Pastoral de Juventud procesos de educación y maduración en la fe, como respuesta de sentido y orientación de la vida, y garantía de compromiso misionero. La Pastoral de Juventud ayudará a los jóvenes a formarse, de manera gradual, para la acción social y política y el cambio de estructuras, conforme a la Doctrina Social de la Iglesia, haciendo propia la opción preferencial y evangélica por los pobres y necesitados. Urgir la capacitación de los jóvenes para que tengan oportunidades en el mundo del trabajo, y evitar que caigan en la droga y la violencia”.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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