(ZENIT – 11 dic. 2018).- En vísperas de la gran fiesta mariana dedicada a la Madre de América, la Virgen de Guadalupe, se espera en la Basílica del Tepeyac la llegada de 8 millones de peregrinos mexicanos, latinoamericanos y de otros países del mundo.
Detrás de esos 8 millones de visitantes, que caminan durante el día y la noche hacia el lugar consagrado a la Guadalupana, hay 8 millones de historias diferentes, únicas e irrepetibles de encuentro personal con la Virgen.
Miles y miles de personas, de toda condición, lo dejan todo estos días para ir a ver el rostro de la Virgen, para rezarle, para cantarle, para bailarle. En México, la Señora de Guadalupe es la Madre de todos, y los devotos se desviven por ella, llevando plegarias y ofrendas de todos los colores al cerro de las famosas apariciones, ocurridas el 12 de diciembre de 1531, de la Virgen al autóctono Juan Diego.
El santuario mariano más visitado
La Basílica de Santa María de Guadalupe es el santuario mariano más visitado del mundo, por encima de los de la Virgen de Lourdes, en Francia, y de la Virgen de Fátima, en Portugal, que reciben entre 6 y 7 millones de peregrinos al año, respectivamente.
El semanario mexicano Desde la fe recoge muchas de estas historias de encuentro personal con la Virgen. Reproducimos la de Jeny, que con los ojos llenos de lágrimas y vestida con el traje típico de los Matachines de Monterrey, llega con sus catorce compañeras de la Peregrinación “Rosas de María”, y comienzan su danza de agradecimiento y veneración en la Basílica de Guadalupe.
Esta mexicana y sus compañeras son parte de los 20 millones de visitantes anuales –64% nacionales y 36% internacionales– que acuden a la casa de la guadalupana.
“Quienes van a ver a la Virgen lo hacen con fe. Muchos turistas llegan solo para verla, pero terminan en un encuentro con Cristo, porque tal es su acercamiento con la Guadalupana que se quedan a Misa, se animan a confesarse y comulgan”, asegura para Desde la fe, el presbítero Horacio Hernández de la Torre, secretario de la Dimensión para Pastoral de la Movilidad Humana y de Turismo, de la Comisión Episcopal par la Paz Social.
Momento histórico para la paz
La Guadalupana nos recuerda –indica Desde la fe– que, pese a las diferencias políticas y sociales, como pueblo mayoritariamente cristiano tenemos un patrimonio común: nuestra fe en Jesucristo y nuestra veneración a Ella.
Particularmente en este momento histórico, con un nuevo gobierno, Santa María de Guadalupe nos dice, a través de su mensaje de amor, que es de su mano como podremos reconstruir el tejido social y encontrar la paz, dos anhelos que sólo pueden hacerse realidad mediante la colaboración de todos los que habitamos estas tierras, unidos en el encuentro con su hijo Jesucristo.
La Virgen de Guadalupe debe ser icono y paradigma para la nueva etapa política de nuestro país. Su acción conciliadora a través de Juan Diego para impulsar la unión de un pueblo naciente es un ejemplo vigente para encontrar un camino para todos, aún cuando existen profundas diferencias.
“México cristiano, corazón guadalupano”
“México cristiano, corazón guadalupano”, es la frase que sintetiza la identidad de este noble pueblo que, por desgracia, ha conocido incontables episodios adversos como consecuencia del desprecio a los más altos valores evangélicos.
Hoy más que nunca, Guadalupe es un estandarte para encontrar la paz en una nación con muchas heridas, pero en la que Ella ha querido quedarse para siempre.