+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas
VER
Hace años, viajando a Roma vía París, me tocó de compañero de asiento, en clase económica, un empresario francés, que regresaba a su patria después de supervisar sus empresas en algunos países latinoamericanos, y me insistía: Diga a los mexicanos que cuiden la familia; que no les vaya a suceder lo que a nosotros los franceses, que ya la perdimos, ya no hay familia. Ustedes aún conservan ese tesoro. ¡No lo pierdan!
El fin de semana pasado, fui invitado por el párroco de Cosoleacaque, diócesis de Coatzacoalcos, en el sur de Veracruz, a dar ocho conferencias sobre el amor en el matrimonio y en la familia, de acuerdo a la Exhortación del Papa Francisco Amoris laetitia. En la sección de preguntas y testimonios, una mujer adulta se levantó y dijo: Yo soy hija adoptada por un matrimonio, a quien le debo todo, pero quizá entre los presentes está mi madre biológica; que sepa que la quiero mucho, que la admiro porque no me abortó; que le agradezco que me haya confiado a una buena familia; que la perdono, pero que me gustaría conocerla y abrazarla.
La familia. El ideal de Dios y nuestro es vivir la experiencia de pertenecer a una familia armoniosa, donde hay paz y comprensión, respeto y fidelidad, cariño y apoyo mutuo, trabajo compartido y responsable, educación humanista y cristiana. Aquí es donde se forman los ciudadanos que construyen la patria, los creyentes que integran la Iglesia. Aquí es donde crecen los niños y jóvenes que aprenden valores que les servirán toda la vida. Aquí es donde se mama el amor, el respeto por los demás, la solidaridad, el perdón, el aprecio del trabajo esforzado para tener algo, la tolerancia mutua, el compartir. Sin estos cimientos, ni la escuela, ni el dinero, ni el poder, ni las leyes, ni los ejércitos, podrán lograr tener ciudadanos pacíficos y trabajadores.
Todos anhelamos que en el país se viva en paz; sin embargo, hay quienes se empeñan en destruir la familia, y sin ella no hay paz, no hay armonía social. Todo son luchas, pleitos, divisiones, envidias, ambición de poder. Quien no tuvo familia, crece entre luchas e incertidumbres, y se defiende como puede. Quien vive en una familia donde hay violencia, pleitos y arbitrariedades, crece en un ambiente hostil, donde prevalece la fuerza del más fuerte, donde se imponen los golpes, la destrucción del otro, el predominio y la muerte. Por ello, si queremos paz y reconciliación social, hay que cuidar y proteger a las familias.
PENSAR
El episcopado mexicano, en su Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, afirma: “En medio de estos cambios globales existen grandes sectores que siguen reconociendo el valor de la familia en el mundo como un elemento fundamental para una sociedad más sana y vigorosa, formadora ineludible de valores en la educación de los hijos. Así mismo, tenemos que reconocer la grave crisis por la que atraviesa la familia. Fenómenos como la pobreza, el individualismo, el ritmo de la vida actual, el estrés, la organización laboral y social; una ambigua concepción de la libertad y la dificultad para adquirir compromisos sólidos; además de una implacable lucha jurídica y social por implantar la ideología de género, han hecho que la familia se encuentre gravemente dañada” (39).
“Nos alegra y damos gracias a Dios por el don de la familia en nuestro pueblo mexicano. Nosotros amamos nuestra familia porque ella constituye una de las bases fundamentales de la sociedad y de la Iglesia… Esta realidad humana sigue siendo motivo de esperanza porque constituye el lugar fundamental donde se forman los verdaderos ciudadanos y cristianos para nuestra patria. Cuánto bien nos hace ver la fidelidad, la entrega, el trabajo de cada día, el amor de padre y madre, abuelas, tíos y madres solteras criando y educando a sus hijos” (49).
“El panorama social se ha ido ensombreciendo paulatinamente por el fortalecimiento alarmante del crimen organizado que tiene múltiples ramificaciones y un entorno internacional que lo alimenta y fortalece, corrompiendo la mente y el corazón de personas y autoridades… Son muchas las causas que alimentan esta hoguera y que mantienen encendida esta llama de dolor: la pérdida de valores, la desintegración familiar, la falta de oportunidades, los trabajos mal remunerados, la corrupción galopante en todos los niveles, la ingobernabilidad, la impunidad, etc. Esta sociedad que tendría que ofrecer a todos los ciudadanos las condiciones necesarias para vivir con dignidad, está dañada y es necesario que todos como miembros de ella tomemos conciencia de esta realidad y nos hagamos responsables, para que pueda cumplir como un espacio de vida digna para todos sus miembros” (57).
ACTUAR
Si hay problemas en tu familia, no la destruyas más. Defiéndela como valor supremo. Y educa para el trabajo, la fraternidad, el perdón, la ayuda mutua, la fidelidad, la paciencia y tolerancia, como cimientos para colaborar en la paz social del país.