(ZENIT – 20 agosto 2019).- El Sínodo de la Iglesia Católica Caldea celebrado en Arbil, Kurdistán iraquí, se clausuró con el deseo y la esperanza del retorno de las familias desplazadas de Irak, cinco años después de la invasión de la llanura de Nínive por el llamado Estado islámico, que provocó la huida de miles de cristianos.
Se trata de un Sínodo que, por primera vez, ha contado con la presencia de laicos. Igualmente, ha asistido una religiosa en representación de las órdenes patriarcales en Irak.
Así informó L’Osservatore Romano a través de un artículo publicado en su edición del 19-20 de agosto de 2019.
Unidad, diálogo y comunicación
Según informa el citado medio vaticano, al final de la asamblea, el patriarca de Babilonia de los caldeos, el cardenal Louis Raphaël Sako, instó a los fieles que se encuentran «dentro y fuera» del país a unir y fortalecer su identidad, fundamentada en los siguientes «pilares esenciales»: la pertenencia a la Iglesia, al país y a la lengua.
También se propuso el trabajo por el objetivo de la «unidad» entre los cristianos a través del «diálogo y la comunicación» y la tarea de ejercer como «puente» entre los diferentes grupos étnicos y de promover la convivencia y fomentar el desarrollo de la nación y de sus conciudadanos.
Derechos de los cristianos
Igualmente, los obispos invitaron a reconstruir los monasterios y las antiguas iglesias de Mosul y la llanura de Nínive, así como la propia ciudad de Mosul y otras localidades de la zona destrozadas por los yihadistas. Y, al mismo tiempo, exhortaron a los cristianos a regresar y a no deshacerse de sus propiedades, ya que forman parte del patrimonio histórico y social del país.
De acuerdo a la misma fuente, solo un tercio de los caldeos que abandonaron sus hogares en 2014 para escapar del Estado islámico han encontrado los pueblos y aldeas donde vivían. El sesenta por ciento se asentó en el Kurdistán iraquí, más concretamente en Ankawa, en el distrito cristiano de Arbil. Otros emigrantes, por su parte, se trasladaron a Europa, Estados Unidos, Canadá y Australia.
El Sínodo ha servido, por otra parte, para ratificar la defensa de los derechos de los cristianos, que comienza por lograr una «justa representación» en las instituciones gubernamentales. Junto a ello, los obispos subrayan la necesidad de abrir el camino hacia el nacimiento de un Estado «civil» que reconozca la «ciudadanía plena» de todos sus miembros, incluidos los cristianos y otras minorías.
Importancia de los laicos
Los participantes en esta asamblea, que también procedían de Siria, Irán, Líbano, Egipto, Canadá, Estados Unidos, Australia y varios países europeos, anunciaron que en 2022 habrá una conferencia de laicos caldeos. Dicha conferencia se centrará en la fe, la apertura a los demás, el sacramento del matrimonio y el discernimiento vocacional.
El papel del laicado ha sido un tema destacado durante este Sínodo en el que tres personas laicas se unieron a los obispos en algunas sesiones.
El cardenal Sako habló de la importancia de «apoyar la participación de los laicos en la vida eclesial» y también lo hicieron otros obispos, como Mons. Yousif Thomas Mirkis, arzobispo de Kerkūk de los caldeos, que expuso que esperan esta experiencia «sea un buen comienzo para otros compromisos en el futuro. Los primeros pasos han abierto el camino a nuevas perspectivas” con respecto al laicado.
El camino de la conversión evangélica
En referencia directa a la situación de los cristianos, el patriarca de los caldeos recalcó: «En circunstancias tan difíciles, nuestra fe debe llevarnos a sembrar esperanza, alegría y paz en los corazones de aquellos a los que servimos, respetarlos y crear una relación amistosa con ellos, de lo contrario no creceremos, no mejoraremos y no tendremos la confianza de los demás, sino que perderemos nuestra credibilidad». Por todo ello, exhortó a seguir «el camino de la conversión evangélica”.
Además se habló sobre la creación de un fondo conjunto dentro del patriarcado caldeo para apoyar proyectos específicos y las necesidades de cada diócesis.
Por último, los obispos caldeos enviaron una carta al Papa Francisco, confirmando su afecto, así como su estima y gratitud por el apoyo ofrecido a la Iglesia Católica Caldea y al pueblo iraquí.