(ZENIT – 7 sept. 2019).- En la mañana de hoy, 7 de septiembre de 2019, aproximadamente a las 11:15 hora local (10:15 h. en Roma), el Papa Francisco acudió al Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Antananarivo para la recitación de la Hora Intermedia.
A su llegada, el Papa fue recibido por la priora del monasterio, sor María Magdalena de la Anunciación. En el interior del oratorio se encontraban reunidas unas 100 monjas contemplativas de diferentes conventos del país y, fuera del mismo, unas 70 novicias.
Después, la priora del monasterio dirigió un saludo al Obispo de Roma en el que pidió su bendición para el Carmelo, ante la próxima celebración del centenario de su presencia en Madagascar. A continuación, tuvo lugar la recitación de la Hora Intermedia.
Hora Intermedia
La Hora Intermedia es una hora litúrgica muy breve (himno, tres fragmentos de salmo, una lectura bíblica y oración final), que permite interrumpir las tareas del día para recordar la pasión del Señor.
Se puede rezar a media mañana, entre las 9 y las 11 horas, a mediodía entre las 13 y las 15 horas o a media tarde, entre las 16 y las 18 horas. Para cada uno de esos momentos hay una distribución de lecturas y la oración se llama de Tercia, Sexta o Nona, respectivamente, por los antiguos nombres de las horas romanas.
Palabras del Santo Padre
Tras el rezo de la Hora Intermedia, aunque tenía una homilía preparada, Francisco ha improvisado unas palabras para las religiosas contemplativas en las que se ha referido al ejemplo práctico de santa Teresa de Lisieux. Esta santa francesa eligió vivir la caridad con la hermana san Pedro, que, a pesar de su ancianidad y de estar prácticamente impedida, no deseaba la ayuda de la joven y la rechazaba continuamente.
Así, el Pontífice ha resaltado que son estos “pequeños pasos de caridad” los que conducen a la obediencia y al amor que permite “capturar” a Dios en nuestra alma y, al mismo tiempo, son los que verdaderamente pueden cambiar la vida comunitaria e incluso el mundo.
“Pasos de amor”
El Papa también les advirtió sobre el peligro de las tentaciones de la mundanidad y sobre cómo el diablo puede volver a meterse en sus almas con el paso del tiempo. Un diablo más “educado” al que, sin ser del todo conscientes, pueden dejar pasar.
Contra estas amenazas, les propuso acudir a la priora siempre que noten un momento de debilidad, aunque, como Teresa de Lisieux, no tengan buena relación con ella. Al mismo tiempo, volvió a subrayar la importancia de los mencionados “pasos de amor”.
Antes de abandonar el monasterio de las Carmelitas Descalzas, el Papa bendijo de forma privada el altar de la catedral de Morondava, situado en el coro adyacente, donde se situaban el obispo y el obispo emérito de Morondava, el vicario general, un sacerdote y una familia.
Regalo del Papa
El Papa Francisco ha entregado como regalo al monasterio de las Carmelitas Descalzas una figura de Nuestra Señora de la Pureza. Se trata de una obra original del escultor siciliano Biagio Governali, realizada en bronce en su taller de Corleone, cerca de Palermo, en Italia.
La imagen de la Virgen María sostiene al Niño con ternura, al mismo tiempo que con su mano derecha le entrega una paloma, símbolo de la «pureza». En la Sagrada Escritura, la paloma constituye un símbolo con múltiples significados, pero ante todo es signo del Espíritu Santo.
La pureza
La “pureza” no solo es la virtud que hace a la persona verdaderamente persona, esto es, una criatura llamada a ser “capaz de Dios”, sino que también es el signo de que su “ser” no solo es su cuerpo. Cuando el ser humano se deja gobernar por el Espíritu se convierte él mismo en “templo del Espíritu Santo”.
El cuerpo de María Santísima fue durante nueve meses el «tabernáculo» y «templo» por excelencia del Espíritu Santo, para gestar a Jesús.
Eta escultura invita a reflexionar también sobre la consideración que la sociedad occidental moderna ha adquirido sobre el «cuerpo humano» y sobre el hecho de que la antropología cristiana siempre lo ha considerado como un elemento constitutivo de la persona humana. Esta, por su naturaleza, está llamada a convertirse en «templo del Espíritu Santo», de acuerdo a la enseñanza de san Pablo (Colosenses, 3: 1.11).