(ZENIT – 30 sept. 2019).- Por primera vez, los círculos de discípulos de Joseph Ratzinger, han llevado a cabo un simposio abierto en la sede del Augustinianum en Roma. El tema de este año ha sido de gran actualidad: «Retos actuales del sacerdocio ordenado en la Iglesia».
La teología de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI sirvió como punto de referencia para abordar la cuestión. El simposio tuvo presente la crisis provocada por el escándalo de los abusos sexuales, y la confusión creada por quienes proponen la abolición del celibato sacerdotal. El simposio ha contado con la presencia de destacados ponentes como el cardenal Gerhard Ludwig Müller, ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y la teóloga Marianne Schlosser, premio Ratzinger de teología.
Así, esta teología ofrece una gran aportación para comprender la esencia del ministerio sacerdotal ordenado, el celibato sacerdotal por el reino de los cielos, y todo aquello que es necesario renovar y transmitir del ministerio sacerdotal que la Iglesia ha recibido de Cristo.
Al final de la sesión se hizo pública una declaración, cuyo texto completo reproducimos:
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“Yo recibí del Señor lo que os he transmitido”
Mensaje final del simposio público «Retos actuales del sacerdocio ordenado en la Iglesia»
- Con el Simposio sobre los “Retos actuales del sacerdocio ordenado en la Iglesia“, el Círculo y Nuevo círculo de discípulos de Joseph Ratzinger / Papa Benedicto XVI persigue, después de muchos años y por primera vez una mayor dimensión pública. Esta decisión se debe a la convicción de que es llegado el momento de abrir el pensamiento teológico del Papa emérito a un público más amplio también por medio de conferencias y debates. Estamos contentos y agradecidos de que haya tantos interesados en aceptar esta invitación y abrigamos la esperanza de que esto también será un buen comienzo para nuestro futuro trabajo.
- También la carta del Papa Francisco a los sacerdotes con motivo del 160º aniversario de la muerte del santo Cura de Ars –del 4 de agosto de 2019– nos ha reafirmado en la decisión tomada de tratar el tema del sacerdocio ordenado en la Iglesia. En un „tiempo de sufrimiento“, ensombrecido por el escándalo de los abusos, nos planteamos este reto en busca de “palabras y caminos de esperanza”, para que en “tiempos de purificación eclesial” se pueda reconocer y acoger nuevamente la belleza y el significado del ministerio ordenado como un regalo del Señor a su Iglesia. Por eso, en nuestras consideraciones se ha acentuado especialmente el sacerdocio sacramental y se ha tratado de profundizar en él a la luz de la teología de Joseph Ratzinger / Papa Benedicto XVI.
- Las declaraciones sobre el sacerdocio ordenado están indefectiblemente en relación con la cuestión de la esencia de la Iglesia. En este sentido, la Teología de Joseph Ratzinger se apoya en el Concilio Vaticano II y ofrece una interpretación auténtica del mismo. Esto ya lo había reconocido el Papa Juan XXIII, cuando supo y aprobó efusivamente la conferencia sobre el tema “El Concilio y el mundo del pensamiento moderno”, que el prof. Ratzinger había preparado para el Cardenal Frings. El último Concilio caracteriza a la Iglesia como “sacramento universal” (LG 48). En cuanto tal, ella es “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). En la Iglesia prolonga el Resucitado Su acción salvífica. En el bautismo, el cristiano, conformado con Cristo e incorporado a Su Iglesia como a Su cuerpo, participa de la vida eterna y es llamado a seguir el camino de la santidad. Todos los bautizados son llamados a tal vida y tal testimonio en el sacerdocio común. En el íntimo centro de la Iglesia –cosa que se subraya claramente en la teología de Joseph Ratzinger– se encuentran aquellos hombres que llevan una vida santa. En eso consiste la meta del ser cristiano: la configuración con Jesucristo. Por eso agradecemos todos los testimonios de esta santidad en el matrimonio y la familia, en la vida consagrada y en todas las demás formas de vida que hoy pueden darse en la Iglesia.
- Para comprender el ministerio ordenado es necesaria una perspectiva sacramental, tal como ha sido expuesta en el último Concilio. Cristo el Señor instituyó en Su Iglesia diversos ministerios “ordenados al bien de todo el Cuerpo” (LG 18). La vocación y la existencia del sacerdote están determinadas únicamente por la voluntad de Cristo Jesús (cfr. Heb 5,1ss) y no se derivan de consideraciones humanas o determinaciones eclesiales. En Él y con Él, el sacerdote se convierte en “proclamador de la Palabra y servidor de la alegría”.
- La configuración con Cristo que el sacerdote recibe en el sacramento de la ordenación se distingue del sacerdocio común no sólo en grado sino esencialmente (cfr. LG 10). El sacerdote actúa “en la persona de Cristo, la Cabeza de la Iglesia” (agere in persona Christi capitis). No es un funcionario, sino que estando con Cristo lleva a cabo la misión que le viene de Dios. Esto se hace especialmente patente en la potestad sagrada de perdonar los pecados, de transformar el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo, así como de celebrar los demás sacramentos. El sacerdote representa en forma sacramental a Cristo como buen Pastor (cfr. Jn 10,10). En esta reciprocidad personal de Cristo y la Iglesia, del sacerdote y los fieles se fundamenta, según la enseñanza de la Iglesia, la razón decisiva, por ser esencial, de la representación sacramental de Cristo en el sacerdote. En este sentido, no representa a Cristo como lo haría un embajador, más bien se trata de una representación real, en donde el seguimiento por el camino de la cruz es el criterio fundamental.
- Por eso se pueden extraer consideraciones fundamentales con respecto al estilo de vida sacerdotal, que debe estar en armonía con el modo de vida de Cristo. Sólo entonces la “representación” del sacerdote se hace creíble. La presencia de Cristo no se debe restringir únicamente a la acción sacramental, sino que se debe hacer reconocible y efectiva en la vida cotidiana. De ello se deducen las obligaciones de obediencia y celibato por el Reino de los cielos, que son expresión humana y espiritual de la configuración sacramental del sacerdote con Cristo. Por tanto, la consagración sacerdotal implica un seguimiento personal de Cristo, mientras que el pecado es un escándalo que oscurece la credibilidad. Puesto que el sacerdote existe desde Cristo, también la participación en la forma de vida de Jesús “se acomoda” (PO 5) a aquellos que actúan en Su persona. El celibato es por tanto, según la tradición permanente de la Iglesia latina, un signo elocuente de la esperanza creyente y del amor magnánimo a Cristo y a Su Iglesia.
- En tiempos de crisis y de purificación dolorosa de la Iglesia no son las reformas de las estructuras las que en primer lugar curan y ayudan, sino un testimonio de fe vivido con autenticidad. Sólo cuando nuestras miradas en conjunto se dirijan a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, la Iglesia se renovará.
- La declaración de San Pablo, “yo recibí del Señor lo que os he transmitido” (cfr. 1 Cor 11,23) refleja el atributo esencial del sacerdote. La grandeza de este regalo se ha oscurecido por los escándalos y ha sacudido su credibilidad. Sólo se encontrará una solución si está claro y permanece claro en qué consiste la esencia del ministerio presbiteral en la Iglesia y si se testimonia con la vida. La teología de Joseph Ratzinger / Papa Benedicto XVI ofrece respuestas a este doble reto y muestra un camino conscientemente unido a la Tradición y que conduce a aquella reforma que orienta la vida hacia Cristo y le otorga credibilidad.
- El estudio y la oración de esta Jornada lo encomendamos a la intercesión y ayuda de la Virgen María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia.
Roma, 28 de septiembre de 2019
Círculo y Nuevo Círculo de discípulos de Joseph Ratzinger / Papa Benedicto XVI