(ZENIT – 20 octubre 2019).- Todos los pueblos están aquí, a la sombra de la cúpula de San Pedro, cerca del corazón de la Iglesia”, dijo el Papa Francisco, al inaugurar la primera sección del nuevo Museo Etnológico del Vaticano, el 18 de octubre de 2019.
Este sector de los Museos Vaticanos reúne obras artísticas y culturales de los pueblos no europeos desde 1925, bajo Pio XI. En el marco del Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía, la inauguración de las nuevas instalaciones ha coincidido con la presentación de una exposición sobre la región (Mater Amazonia, The Deep breath of the world)”, en la galería dedicada a Australia y a Oceanía.
El Papa ha deseado que los Museos del Vaticano sean “cada vez más una `casa’ viva, habitada y abierta a todos, con las puertas abiertas a los pueblos del mundo entero… Un lugar donde todos puedan sentirse representados: donde percibir concretamente que la mirada de la Iglesia no conoce la marginación”.
“Quién entre aquí deberá sentir que en esta casa hay lugar para él, para su gente, su tradición, su cultura”, agregó: “los europeos como los indios, los chinos como los nativos de la selva amazónica o congoleños, de Alaska o de los desiertos australianos o de las islas del Pacífico”.
Para el Papa argentino la belleza del arte “nos invita a vivir la fraternidad humana, oponiéndose a la cultura del rencor, del racismo, del nacionalismo, que siempre esta al acecho”.
Esta es la traducción de su discurso, en presencia de los Padres sinodales
AK
Discurso del Papa Francisco
Queridos amigos,
Saludo a todos cordialmente y agradezco al Cardenal Bertello sus palabras.
Me gusta pensar que lo que hoy inauguramos no sea simplemente un Museo, en su concepción tradicional. Efectivamente, me ha parecido apropiado el nombre elegido para esta colección tan evocadora: Anima mundi. El alma del mundo.
Pienso que los Museos Vaticanos están llamados a convertirse cada vez más en una «casa» viva, habitada y abierta a todos, con las puertas abiertas de par en par a los pueblos de todo el mundo. Los Museos Vaticanos abiertos, a todos, sin cierres. Un lugar donde todos puedan sentirse representados; donde se pueda percibir concretamente que la mirada de la Iglesia no sabe de preclusiones.
Quien entra aquí debería sentir que en esta casa hay sitio también para él, para su pueblo, su tradición, su cultura: el europeo como el indio, el chino como el nativo de la selva amazónica o congoleña, de Alaska o de los desiertos australianos o de las islas del Pacífico. Todos los pueblos están aquí, a la sombra de la cúpula de San Pedro, cerca del corazón de la Iglesia y del Papa. Y esto porque el arte no es algo desenraizado: el arte nace del corazón de los pueblos. Es un mensaje: del corazón de los pueblos al corazón de los pueblos.
Aquí también tendrá que sentir que «su» arte tiene el mismo valor y es cuidado y conservado con la misma pasión que se reserva a las obras maestras del Renacimiento o a las inmortales esculturas griegas y romanas, que atraen a millones de personas cada año. Aquí encontrará un espacio especial: el espacio del diálogo, de la apertura al otro, del encuentro.
Aprecio que la instalación, por la cual doy las gracias a todos los que han trabajado en ella – curadores, arquitectos, ingenieros y trabajadores, ¡todos! -sea en el signo de la transparencia. La transparencia es un valor importante, especialmente en una institución eclesial. ¡La necesitamos siempre! En el curso del tiempo, miles de obras de todo el mundo encontrarán espacio en estas vitrinas, y este tipo de instalación pretende ponerlas casi en diálogo entre sí. Y como las obras de arte son la expresión del espíritu del pueblo, el mensaje que recibimos es que debemos mirar siempre a cada cultura, al otro, con apertura de espíritu y benevolencia.
La belleza nos une. Nos invita a vivir la fraternidad humana, contrastando la cultura del resentimiento, del racismo, del nacionalismo, que siempre está al acecho. Esas son culturas selectivas, culturas de los números cerrados.
Hace unos meses, desde este museo, salieron hacia Pekín algunas obras de arte chino. Y antes de eso otras habían llegado a algunos países islámicos…. Cuántas buenas iniciativas se pueden hacer gracias al arte, logrando superar también las barreras y las distancias. Muchas gracias.
Hoy quisiera dar las gracias a todos los que cuidan cada día de estas preciosas obras: el conservador del Museo Anima Mundi, el Padre Nicola Mapelli, que es un misionero del PIME, ¡y esto es muy coherente! –las restauradoras del Laboratorio Polimatérico, y todos aquellos que colaboran en este trabajo. ¡Gracias a todos!
Y gracias también por haber inaugurado esta nueva instalación con una exposición especial dedicada a la Amazonía, precisamente durante los días en que vivimos el Sínodo dedicado a esta región. Y por esto doy también las gracias a los Misioneros de la Consolata, a los Salesianos, a los Capuchinos, a los Javerianos: varios carismas que se han encontrado en nombre de la Amazonía.
¡Que este Museo Etnológico preserve su identidad específica en el tiempo y recuerde a todos el valor de la armonía y la paz entre los pueblos y las naciones! Y que el arte aquí recogido haga resonar la voz de Dios en los que visiten esta colección!