(ZENIT – 12 nov. 2019).- Mons. Miguel Cabrejos Vidarte, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, envió ayer, 11 de noviembre de 2019, un mensaje dirigido a la “Iglesia que peregrina en Chile” y también a otros pueblos de América Latina y el Caribe, ante la «explosión social» que vive la región.
Para el presidente del episcopado latinoamericano, “la Iglesia que camina en América Latina y El Caribe es un cuerpo. Cuando parte de ese cuerpo sufre, la Iglesia toda sufre con él, comparte su dolor, pero también su esperanza”.
“Paz a través del Diálogo”
Por ello, apunta, “hay que insistir en la necesidad de buscar la Paz a través del Diálogo, con participación de todos los actores e instituciones para buscar soluciones reales que se orienten al Bien Común”.
Así, en primer lugar, Mons. Cabrejos expresa su solidaridad y cercanía con la Iglesia y el pueblo chileno que sufre agresiones y violencia y remite a las palabras del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, “la gente no solo está cansada de la injusticia, sino también de la violencia”.
Por otro lado, el mensaje también se refiere a las personas de la región latinoamericana y caribeña que están sufriendo la violencia, especialmente en Bolivia, Venezuela, Haití, Honduras, Nicaragua, Puerto Rico, Ecuador, Chile y Perú.
«Explosión social» en la región
Según indica el prelado, las causas de estos sucesos “las encontramos en la corrupción, en las democracias imperfectas y en las situaciones de pobreza, desigualdad, desempleo o subempleo, baja calidad y cobertura de los servicios de salud, educación y transporte, que han ido acumulando un gran descontento”.
Asimismo, remarca que, “en toda nuestra región se viene dando una suerte de ‘explosión social’ sin precedentes”.
Rechazo a la violencia
Por otro lado, el prelado manifiesta su “más firme rechazo a la violencia, venga de donde venga” y exhorta a los gobiernos y autoridades de la región “a implementar políticas concretas y reales que garanticen la promoción de la persona humana y el bien común, basados en los derechos fundamentales de libertad, respeto, equidad, justicia y el cuidado de nuestra casa común, para que nuestros pueblos realmente puedan tener un desarrollo humano integral”.
Finalmente, resalta que la política «es ante todo un servicio” y no ha de ser “sierva de ambiciones individuales, ni de prepotencia de facciones, porque la inmunidad de la que gozan muchos políticos nunca debe llegar a ser impunidad”.