(ZENIT – 21 nov. 2019).- “Todos somos miembros de la familia humana y cada uno, desde el lugar que ocupa, está invitado a ser actor y gestor directo en la construcción de una cultura basada en valores compartidos, que conduzcan a la unidad, al respeto mutuo y a la convivencia armoniosa”, indicó el Papa Francisco.
En la mañana de hoy, 22 de noviembre de 2019, en torno a las 15:20, hora local (las 9:20 en Roma), el Santo Padre ha llegado a la Universidad de Chulalongkorn para el encuentro con los líderes cristianos y de otras religiones.
Universidad de Chulalongkorn
La Universidad de Chulalongkorn, es el ateneo más antiguo de Tailandia y también el más prestigioso. De hecho, por tradición, en ella se gradúan los miembros de la familia real y de la nobleza del país.
Situada en el centro de Bangkok, la universidad fue fundada como tal oficialmente en 1917 por el rey Rama VI, que la intituló a la memoria de su padre, Rama V, soberano que se dedicó bastante al desarrollo de Tailandia y muy amado entre la población por haber abolido la esclavitud.
A día cuenta con 19 facultades, entre las que se encuentran la de Medicina, Derecho y Economía, así como una Escuela de especialización dedicada al estudio de los recursos agrícolas. La universidad aloja también un gran auditorio, que tiene espacio para más de 1.500 personas.
Encuentro interreligioso
En este auditorio de la Universidad Chulalongkorn, el Papa Francisco fue acogido por el cardenal arzobispo de Bangkok, el presidente de la Universidad, el presidente del Consejo de la Universidad y por dos estudiantes que le ofrecieron unas flores.
Una vez en el palco, el Santo Padre saludó personalmente a los 18 líderes religiosos presentes. En concreto, se trata de representantes del Budismo, el Islamismo, el Brahmin-Hinduismo y Sikkhism y de diferentes denominaciones cristianas, así como los líderes de la Iglesia Ortodoxa en Tailandia
En esta nación la religión más extendida es el budismo Theravada, que profesa el 94% de la población. Existe una minoría musulmana en el sur (5%) y una comunidad cristiana de un millón de personas, de los cuales unos 300.000 son católicos.
Saludos y regalos
Después, el presidente de la universidad, Dr.Bundit Eur-arporn, dedicó unas palabras de bienvenida al Pontífice y le ofreció un regalo en nombre de toda la comunidad académica. Una estudiante y una profesora, también hicieron entrega de un presente al Santo Padre.
El presidente de la Comisión para el Ecumenismo y el Diálogo Interreligioso, el obispo Joseph Chusak Sirisut, por su parte, también dirigió un saludo al Papa.
Cantos
Antes de la alocución del Obispo de Roma, un grupo de jóvenes, miembros de la comunidad universitaria, personas de las distintas religiones de Tailandia, han dedicado un canto al Pontífice que contenía un mensaje de paz entre las religiones y las culturas.
Igualmente, tras las palabras de Francisco, de nuevo, el coro ha interpretado un himno tomado de un grupo del Movimiento de los Focolares en los Estados Unidos, que precisamente habla sobre el encuentro y la fraternidad entre los diferentes credos.
Al final del encuentro, se realizó una foto de grupo y el Santo Padre saludó nuevamente a los 18 líderes religiosos presentes en el acto.
Palabras de Francisco
En su discurso, el Papa Francisco recordó que en 1897, el rey Chulalongkorn, de quien toma nombra la universidad, visitó Roma y tuvo una audiencia con el Papa León XIII. Esta fue la primera vez que un jefe de Estado no cristiano visitaba el Vaticano, un hito que “nos cuestiona y nos anima a asumir un protagonismo tenaz en el camino del diálogo y del entendimiento mutuo”.
Esto, subrayó el Pontífice, “habría que hacerlo en un espíritu de compromiso fraterno que ayude a poner fin a tantas esclavitudes que persisten en nuestros días, pienso especialmente en el flagelo del tráfico y de la trata de personas”.
Resolución de conflictos
Para él, el reconocimiento y la valoración mutua, así como la cooperación entre religiones es “aún más apremiante para la humanidad actual”, ante la globalización económica financiera y los avances, que conviven con conflictos migratorios, refugiados, hambrunas y guerras y con “la degradación y destrucción de nuestra casa común”.
De este modo, hoy “es tiempo de atreverse a imaginar la lógica del encuentro y del diálogo mutuo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento recíproco como método y criterio”, ofreciendo “un nuevo paradigma para la resolución de conflictos, contribuir al entendimiento entre las personas y salvaguardar la creación”, apuntó el Papa.
Y agregó que “estos tiempos nos exigen construir bases sólidas, ancladas en el respeto y reconocimiento de la dignidad de las personas, en la promoción de un humanismo integral capaz de reconocer y reclamar la defensa de nuestra casa común; en una administración responsable, que conserve la belleza y la exuberancia de la naturaleza como un derecho fundamental para la existencia”.
Los marginados y los ancianos
Por otro lado, el Obispo de Roma se refirió al hecho de que todas las religiones están llamados a “prestar atención” a los los marginados, los oprimidos, los pueblos indígenas y las minorías religiosas y a “a no tener miedo de generar instancias” en las que “unirnos y trabajar mancomunadamente”.
Asimismo, resaltó el valor y cuidado a los ancianos propio de la cultura tailandesa, animándoles a hacer conocer a los más jóvenes “el bagaje cultural de la sociedad en la que viven. Ayudar a los jóvenes a descubrir la riqueza viva del pasado, a encontrarse con sus raíces haciendo memoria, a encontrarse con sus ancianos, es un verdadero acto de amor hacia ellos, en vista de su crecimiento y de las decisiones que deberán tomar”.
A continuación sigue el discurso completo del Papa Francisco.
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Discurso del Santo Padre
Señor Cardenal,
Hermanos en el episcopado,
Distinguidos Representantes de las diferentes confesiones religiosas,
Representantes de la Comunidad Universitaria,
Queridos amigos:
Gracias por vuestra cordial bienvenida. Agradezco al Obispo Sirisut y al Dr. Bundit Eua-arporn sus amables palabras. Agradezco también la invitación a visitar esta famosa Universidad, a los estudiantes, a los docentes y personal que dan vida a esta casa de estudios, así como la oportunidad que me brindan de encontrarme con representantes de las diferentes Comunidades cristianas, y con los líderes de otras religiones que nos honran con su presencia. Les manifiesto mi agradecimiento por vuestra presencia aquí, y mi especial estima y reconocimiento por la valiosa herencia cultural y las tradiciones espirituales de las que son hijos y testigos.
Hace ciento veintidós años, en 1897, el rey Chulalongkorn, de quien toma el nombre esta primera universidad, visitó Roma y tuvo una audiencia con el Papa León XIII: era la primera vez que un Jefe de Estado no cristiano fue recibido en el Vaticano. El recuerdo de ese importante encuentro, así como el reinado llevado adelante por él, caracterizado entre tantas virtudes por la abolición de la esclavitud, nos cuestiona y nos anima a asumir un protagonismo tenaz en el camino del diálogo y del entendimiento mutuo. Y esto habría que hacerlo en un espíritu de compromiso fraterno que ayude a poner fin a tantas esclavitudes que persisten en nuestros días, pienso especialmente en el flagelo del tráfico y de la trata de personas.
La necesidad de reconocimiento y valoración mutua, así como la cooperación entre las religiones, es aún más apremiante para la humanidad actual; el mundo de hoy se enfrenta a problemáticas complejas, como la globalización económico-financiera y sus graves consecuencias en el desarrollo de las sociedades locales; los rápidos avances —promotores aparentemente de un mundo mejor— conviven con la trágica persistencia de conflictos civiles: sean conflictos migratorios, refugiados, hambrunas y conflictos bélicos; y conviven también con la degradación y destrucción de nuestra casa común. Todas estas situaciones nos alertan y recuerdan que ninguna región ni sector de nuestra familia humana puede pensarse o construirse ajena o inmune a las demás. Son todas situaciones que, a su vez, nos exigen aventurarnos a tejer nuevas formas de construir la historia presente sin necesidad de denigrar o denostar a nadie. Se acabaron las épocas donde la lógica de la insularidad podía predominar en la concepción del tiempo y del espacio, e imponerse como mecanismo válido para la resolución de conflictos. Hoy es tiempo de atreverse a imaginar la lógica del encuentro y del diálogo mutuo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento recíproco como método y criterio. Y, de este modo, ofrecer un nuevo paradigma para la resolución de conflictos, contribuir al entendimiento entre las personas y salvaguardar la creación. Creo que, en este campo, las religiones, así como las universidades, sin necesidad de renunciar a las propias notas esenciales y dones particulares, tenemos mucho para aportar y ofrecer; todo lo que hagamos en este sentido es un paso significativo para garantizar a las generaciones más jóvenes su derecho al futuro, y será también un servicio a la justicia y un servicio a la paz. Sólo así les proporcionaremos las herramientas necesarias para que sean ellos los principales protagonistas en la forma de generar estilos de vida sustentables e inclusivos.
Estos tiempos nos exigen construir bases sólidas, ancladas en el respeto y reconocimiento de la dignidad de las personas, en la promoción de un humanismo integral capaz de reconocer y reclamar la defensa de nuestra casa común; en una administración responsable, que conserve la belleza y la exuberancia de la naturaleza como un derecho fundamental para la existencia. Las grandes tradiciones religiosas de nuestro mundo dan testimonio de un patrimonio espiritual, trascendente y ampliamente compartido, que puede ofrecer sólidos aportes en este sentido, si somos capaces de aventurarnos a no tener miedo de encontrarnos.
Todos nosotros estamos llamados, no sólo a prestar atención a la voz de los pobres en nuestro entorno: los marginados, los oprimidos, los pueblos indígenas y las minorías religiosas, sino también a no tener miedo de generar instancias, como ya tímidamente se vienen desarrollando, donde poder unirnos y trabajar mancomunadamente. A su vez, se nos pide abrazar el imperativo de defender la dignidad humana y respetar los derechos de conciencia y libertad religiosa, y crear espacios donde ofrecer un poco de aire fresco en la certeza de que «no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan» (Carta enc. Laudato si’, 205).
Aquí en Tailandia, país de gran belleza natural, quisiera subrayar una nota distintiva que considero crucial, y en cierta medida parte de las riquezas a “exportar” y compartir con otras regiones de nuestra familia humana. Ustedes valoran y cuidan a sus ancianos —es una gran riqueza—, los respetan y les dan un lugar reverencial, que les garantizan a ustedes las raíces necesarias, para que vuestro pueblo no se marchite detrás de determinados slogans que terminan por vaciar e hipotecar el alma de las nuevas generaciones. Junto a la tendencia creciente de desacreditar los valores y las culturas locales, por imposición de un modelo único, también «vemos una tendencia a “homogeneizar” a los jóvenes, a disolver las diferencias propias de su lugar de origen, a convertirlos en seres manipulables hechos en serie. Así se produce una destrucción cultural, que es tan grave como la desaparición de especies» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 186). Continúen haciéndoles conocer a los más jóvenes el bagaje cultural de la sociedad en la que viven. Ayudar a los jóvenes a descubrir la riqueza viva del pasado, a encontrarse con sus raíces haciendo memoria, a encontrarse con sus ancianos, es un verdadero acto de amor hacia ellos, en vista de su crecimiento y de las decisiones que deberán tomar (cf. ibíd., 187).
Toda esta perspectiva implica necesariamente el papel de instituciones educativas como esta Universidad. La investigación, el conocimiento, ayudan a abrir nuevos caminos para reducir la desigualdad entre las personas, fortalecer la justicia social, defender la dignidad humana, buscar las formas de resolución pacífica de conflictos y preservar los recursos que dan vida a nuestra tierra. Mi agradecimiento se dirige, de modo particular, a los educadores y académicos de este país que trabajan para proporcionar a las generaciones presentes y futuras las habilidades y, sobre todo, la sabiduría de raíz ancestral, que les permitirá participar en la promoción del bien común de la sociedad.
Queridos hermanos: Todos somos miembros de la familia humana y cada uno, desde el lugar que ocupa, está invitado a ser actor y gestor directo en la construcción de una cultura basada en valores compartidos, que conduzcan a la unidad, al respeto mutuo, a la convivencia armoniosa.
Una vez más, les agradezco su invitación y su atención. Ofrezco mi oración y mis mejores deseos por sus esfuerzo, que están orientados a servir el desarrollo de Tailandia en prosperidad y paz. Sobre ustedes aquí presentes, sobre sus familias y sobre aquellos a quienes sirven, invoco la bendición divina. Y les pido que, por favor, lo hagan por mí.
Muchas gracias.
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