(ZENIT – 4 dic. 2019).- “El mensaje es claro: la magia es incompatible con la fe; Dios no se da a conocer a través de prácticas ocultas, sino que se nos revela como amor gratuito. Quien elige a Cristo se abandona confiado en las manos de Dios”, dijo el Santo Padre.
Hoy, 4 de diciembre de 2019, en la audiencia general, el Papa Francisco ha retomado el ciclo de catequesis en torno al Libro de los Hechos de los Apóstoles. En concreto, ha meditado sobre el pasaje en el que Pablo, al final de su apostolado en Asia Menor, se encuentra en Éfeso y Mileto.
En este tiempo, indica Francisco, “el testimonio de Pablo hizo presente a Jesús en medio de su pueblo, comunicando la vida nueva que el mismo apóstol había recibido” y “los prodigios y la efusión del Espíritu a través de los sacramentos manifestaban la fuerza salvífica del Evangelio”.
Con estos «prodigios», Dios demostró al pueblo “la debilidad de las artes mágicas”, describió el Papa. Así, muchos acogieron la fe y rechazaron tales prácticas: “Los fabricantes de ídolos se sintieron amenazados y reaccionaron violentamente contra Pablo, pero sus denuncias no fueron acogidas”, agregó.
En Mileto, Pablo pronunció un discurso de despedida a los ancianos (sacerdotes) venidos de Éfeso, destacando que “el servicio humilde y desinteresado” acompañó a su ministerio y que “se abandonaba al Espíritu Santo que lo conducía a Jerusalén, para ser probado”, narró el Pontífice.
Allí, el apóstol “confió la grey redimida con la sangre de Cristo” a dichos ancianos y para esta tarea “los encomendó a Dios y a su palabra de gracia, fermento de desarrollo y de santidad en la Iglesia» y los invitó «a trabajar para no ser de peso a nadie”, concluyó el Obispo de Roma.