(ZENIT – 11 dic. 2019).- «Una sociedad civil desprotegida y golpeada”, así define la actualidad de la sociedad venezolana monseñor Mario Moronta, obispo de la Diócesis de San Cristóbal, Venezuela.
Mons. Moronta dirigió una ponencia ante representantes del Parlamento Europeo (Bruselas) y empresarios alemanes el pasado 5 de diciembre de 2019 en una actividad organizada por la Comisión Episcopal Adveniat de Alemania.
Origen de la crisis
El obispo, en una amplia exposición, analizó el origen de la crisis venezolana, desde “boom petrolero” de la década de los setenta, el “viernes negro” de 1983, el “caracazo” de 1989, y los golpes militares desde 1992, hasta la implantación del llamado Socialismo del Siglo XXI.
“El régimen ha sabido imponerse. Hay situaciones que o se desconocen o no se les considera en su extrema gravedad: la destrucción del aparato productivo y de la economía, la destrucción del valor de la divisa, la división y casi destrucción del tejido social, la desvalorización de la persona humana, el deterioro de la educación y de los servicios públicos, la represión, el encarcelamiento y tortura a los disidentes (civiles y militares), la burla hacia las instituciones serias”, denunció monseñor Moronta.
Emergencia humanitaria
El prelado insistió en que actualmente Venezuela es “una sociedad civil desprotegida y golpeada. De allí salen los migrantes que están huyendo del país. Pero también con la tentación del conformismo y la desesperanza. El sector popular muy amenazado y manipulado por el régimen con dádivas que no resuelven para nada la situación. Hay cansancio y desconsuelo, aunque siempre se tienen atisbos de esperanza. No falta quienes, desde sus posturas de comodidad aguardan que lleguen soluciones de afuera para acomodarse más”.
Ante tal situación el miembro del episcopado venezolano exhortó a los gobiernos, las instituciones políticas y los organismos de derechos humanos a abrir los ojos ante la “emergencia humanitaria que se agudiza… Hay crímenes de lesa humanidad”. También pidió a “los que se auto califican como las grandes potencias que no nos traten como fichas de un juego geopolítico”.
«Un país para querer»
Finalmente, compartió su experiencia como obispo en la frontera colombo venezolana donde ha “palpado el hambre en muchísimos hermanos, a quienes tratamos de ayudar aún sin mayores recursos; yo mismo he debido acompañar a tantísimas personas sin medicinas y sin atención hospitalaria; yo mismo he debido sostener con el abrazo de pastor a quienes han perdido la esperanza o han visto partir a sus seres queridos hacia otros lugares para ver si consiguen algo mejor”.
“Por favor, no lo dejen para muy tarde, porque Venezuela sigue siendo un país para querer”, concluyó.